A Raúl Pulido se le ilumina el rostro cuando habla de dos cosas; la danza y su familia. Estamos a dos horas de su estreno en función de tarde de Praga, 1941. Chicos rubios no paran de gritar frente a mi casa y maneja las palabras con calma y disfrutando del momento que vive. También lo hace de manera responsable, pues esta es una obra que advierte sobre lo que ocurrió en el pasado y puede volver a pasar, ahora mismo.
Mientras responde a las preguntas de esta entrevista, pienso que podía haber sido un buen historiador (su impulso a sumergirse en los datos históricos y su facilidad para el detalle lo confirman) o un atento estudioso y crítico del cine hollywoodiense de otro siglo. Pero su vida rima más con un escenario, ya que a galope entre la danza y el teatro, este intérprete lleva un ritmo de obras que configuran una golosa temporada para quienes le seguimos la pista desde la butaca.
Tiene los diarios de Petr en el camerino y se ha propuesto leer cada día unas líneas “para no desconectarse de lo que le pasaba”. Su nombre y apellidos aparecen en la formación de LaJoven desde sus inicios y con esta compañía sigue trabajando actualmente en el Teatro Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa, donde hace unos días ya han comenzado las funciones matinales para centros educativos de secundaria y bachillerato. Ahora, es el turno de estreno para público general y, tras la rueda de prensa, nos quedamos con Pulido para saber más sobre esta pieza.
Del 4 al 22 de mayo, el legado escrito de Petr Ginz, un joven checo de origen judío que narra en primera persona la ocupación nazi en Praga, ve de nuevo la luz en forma de obra de teatro, imaginando un diálogo intergeneracional con Daniel, el niño que descubre su historia. Raúl Pulido protagoniza su primer monólogo teatral para adultos (en alternancia con Fernando Sainz de la Maza, quien también hará algunas funciones) y lo hace comprometido y consciente del viaje: “Al principio, me ponía mucho la idea de hacerlo solo, de gestionarlo por mí mismo todo y, luego, me di cuenta también de que el problema era ese mismo, gestionarlo todo, incluidas las inseguridades. Ha sido un proceso curioso e interesante en ese sentido”.
¿Qué ha sido lo más fácil y lo más difícil de ensayar?
Lo más fácil ha sido la relación con la dirección, porque ya son muchos años y nos entendemos muy bien, y la relación con el equipo de LaJoven. Lo difícil es enfrentarse al monólogo, estar ahí y hacerse responsable de que lo tengo que contar yo, con un compromiso.
¿Dónde has buscado inspiración para construir tu personaje, además de en estos diarios de Petr Ginz?
Tiro mucho de cine y, durante el mes anterior y durante el proceso, me obsesiono y solo leo del tema o de referentes que encuentre. Hay una película, Lejos de Praga, que no tiene que ver tanto en concreto con la historia de Petr, pero sí que la forma de vivir y de ver la ciudad me ha servido. También El pianista y el documental Shoah, de Claude Lanzmann, en donde sale el testimonio de un niño cantor que me llamó la atención por cómo y desde qué lugar lo cuenta. En cuanto a libros, El diario de Ana Frank o Si esto es un hombre, porque conecta con esa pregunta que nos hacemos de cómo pudo pasar todo aquello y su autor, Primo Levi, explica muy bien cómo les iban deshumanizando para dejarles sin capacidad. Y ese ha sido el referente al que vuelvo. Siempre me ha interesado el tema así que he buscado mucho.
¿Cómo habéis ido trabajando la escenografía?
Los primeros días, Fernando y yo tuvimos cajas y hacíamos improvisaciones de ir construyendo ciudades, con diferentes casas que, poco a poco, se iban destruyendo para ir a un campo de concentración. El resultado de ahora es un diálogo constante sobre ese primer juego que hicimos juntos.
¿Qué reacciones está habiendo entre el público joven?
Se enganchan a la emoción de lo que pasa en escena y hacen muchas preguntas después; cómo me emociono al llegar a ciertos sitios expuestos en la obra o si me da miedo estar solo. Les genera mucho interés.
¿Quién más, además de la gente joven de las funciones matinales, te gustaría que fuera a ver esta obra?
A título personal, mi abuelo, aunque no va a poder porque está muy mayor. Lo importante es que la vea la gente joven. Lo digo sin querer moralizar sino para poder decirles que esto ha pasado, que no nos intenten decir que no, para inquietarles a querer saber qué fue esto porque es parte de lo que somos ahora. Y que lo vea la gente que no tiene acceso normalmente a este tipo de espectáculos o que no comparten estos discursos.
Raúl Pulido se calza la sala Jardiel Poncela en cuestión de una hora de duración que tiene la pieza. Da igual qué personaje tenga en el cuerpo. Su capacidad para descubrirlo personal y profesionalmente y de hacerlo llegar desde el escenario es única. Su fortuna también es que lo haga tan bien acompañado, ya que este encuentro artístico imaginado entre Daniel y Petr es autoría de Paco Gámez, quien se une unos minutos a la charla.
¿Cómo conserva nuestra historia, la Historia, el teatro?
Paco Gámez: El teatro genera una conciencia y una identidad colectiva de sociedad y de civilización. Al escribir Eneida, por ejemplo, he tenido mucho la sensación de estar dialogando con Virgilio, intentando entenderlo y preguntarme qué le pasaba. El teatro conecta a la gente y deja a lo largo de la historia piedras en el camino para ir entendiendo y construyendo a partir de eso.
¿De quién os gustaría leer el diario?
Paco Gámez: De Putin, por ejemplo, para saber qué está pasando en su intimidad y en su cabeza. O de cualquier político ahora mismo, para saber qué nos llega, qué está pasando realmente o por debajo y qué motivaciones hay detrás de decisiones que mueven la Historia. Me interesa mucho la historia de las personas y más si pertenecen a momentos históricos. Ver qué hay en el otro lado, en el que no es público, es interesante. Y saber qué ha sentido el personaje o el mito en su momento presente. Los diarios tienen una parte de curiosidad y de morbo y de conectar también porque se escribe desde un sitio muy directo.
Raúl Pulido: De mucha gente. Me gusta mucho el Hollywood clásico así que te diría el de James Dean o Marilyn Monroe. Me fliparía. Pero también, diarios de líderes políticos trascendentales de la historia, como Genghis Khan o el de Jesucristo, para contrastar lo que es con lo que ha sido.
Las palabras de esos diarios llenan de luz uno de los momentos más oscuros de la humanidad. ¿Sobre qué otros temas necesitamos arrojar luz?
Paco Gámez: Cuando me he puesto a investigar para escribir, me he ido dando cuenta de que conocemos hasta donde nos dejan conocer. Por ejemplo, creo que se ha hablado mucho de la Guerra Civil, pero poco de la Transición, de nuestra primera democracia. Y, además de los grandes momentos históricos, me interesan otros temas más pequeños, como el de la familia o el lugar donde está el hombre y la mujer, cómo nos relacionamos, y el teatro me parece un sitio para arrojar luz y para poner varias visiones y que haya diálogos entre opuestos.
Raúl Pulido: Pienso que deberíamos arrojar luz sobre nuestra propia historia, reconciliarnos con ella. Esto es el Holocausto y nosotros, como sociedad española, tenemos una herida no cerrada de muchos españoles que murieron en campos de concentración. Creo que tenemos que sanarnos con nuestra propia historia, aceptarla y curarla, no taparla. También habría que dar luz y hablar sobre las diferencias sociales porque se están generando muchas brechas, creando referentes con valores acordes al siglo XXI, por ejemplo. Y desde muchos lugares también, no solo desde la tragedia ni desde el buenismo, sino desde otros géneros como la ciencia ficción o el terror.
Adiós casa. ¿A qué os costaría decir adiós?
Paco Gámez: Me interesa mucho la idea del hogar y del espacio en el mundo. Nuestra generación está muy acostumbrada a ir perdiendo campos y posibilidades. Aparte de todo lo material, que ya estamos como muy preparados para ir perdiéndolo, con la crisis o las pocas oportunidades de trabajo, creo que me costaría perder la posibilidad de trabajar en teatro o en la escritura porque me salva mucho. Me parece un lugar de refugio y de amparo. Me sirve mucho para sentir que tengo un lugar en el mundo y un lugar de paz.
Raúl Pulido: A mi madre, porque al final es casa. Decir adiós a esa persona o a ese lugar, a lo que representa, esa infancia, y a lo que es mi madre para mí sería muy difícil porque sería decirle adiós al sitio del que vengo.
La familia entra en juego al ser un referente de hogar en muchos sentidos para este joven actor que se emociona cuando habla de los suyos y destaca que su momento más especial de la obra tiene que ver con él mismo: “Cuando el personaje de Petr dice un segundo, escuchadme. Para mí, es un instante que viene de los diarios y tiene que ver mucho también con la dramaturgia de Paco Gámez. Recuerdo perfectamente ese ensayo, el momento en el que conecté con ese momento y nos agarró muy fuerte a todo el equipo. Para mí, esa es la razón por la que hacemos esta función, porque eso es lo que tenemos que decir, cuidado, hay que estar atentos, porque las cosas están pasando poco a poco y no nos damos cuenta.
Si este Dani se sorprende de los hechos que va descubriendo de 1941, ¿de qué se sorprendería un amigo del futuro en el año 2100?
Tal y como están las cosas y con lo loco que está el mundo, se podría sorprender de cosas muy básicas. Creo que estamos siendo conscientes y a la vez no de cómo en estos últimos cuatro años está cambiando todo mucho. Por ejemplo, a nivel social, se está tomando, por parte de muchos sectores, conciencia sobre causas y luchas, como la queer, la feminista o el cambio climático. Pero, por otro lado, también está habiendo una reacción totalmente opuesta e irracional, en extremos demenciales. Han sido años en los que se han perdido empatía y la conciencia del mundo en el que vivimos y de la existencia del otro. Creo que estamos avanzando hacia un individualismo neoliberal salvaje que espero que una persona en el 2100 no lo vea como algo normal, sino como algo loco, que duró poco y de lo que se extrañe. El mundo, la sociedad, tendría que cambiar en algún momento, poner una fecha para parar y estar bien, en paz, y reflexionar, ya que hemos vivido los pasados 3 años como si fueran 10 y la crispación constante es una cosa sin sentido.
Hay tanta gente marcada. ¿Qué marcas tenemos ahora?
Creo que tiene que ver con esto de las etiquetas, las cuales, a veces, se usan desde un lugar peyorativo, para marcar y señalar, y en las que, en otras ocasiones, necesitamos meternos para sentirnos incluidos. Como gente joven, cargamos con una losa, con la marca de la etiqueta de milenial, como si fuésemos lo peor y unos vagos. Y no dejamos de ser una generación a la que se le prometió que si estudiábamos y nos esforzáramos conseguiríamos algo. Y no ha sido así. Las marcas que hay ahora se usan desde ciertos privilegios, para señalar, pero a la vez son espacios seguros para oprimidos, donde encontrarnos, habitarnos y empoderarnos.
Si tuvieras que describir esta obra con los 5 sentidos, como tú la vives. ¿Cómo sería?
A qué huele: a frío.
Qué tocas: piedra.
Qué ves: muchos claroscuros. Mucha luz y mucho color naranja y azul.
A qué sabe: a dulce con un regusto amargo.
Qué oyes: gritos de chicos rubios frente a mi casa que no paran de gritar y una canción de Mayer Davis del Shabat.
Cerramos conversación con un proyecto de futuro que de nuevo se liga a su familia y a la curiosidad inquieta de Raúl Pulido por seguir mirando atrás para dialogar con el presente: “Quiero reservarme unos meses para hablar con mi abuelo y ver qué puede surgir de ahí. Dialogar con él y con mi familia porque, después del año que he tenido de trabajo, creo que mi futuro va orientado a saber de dónde vengo”.
Más entrevistas
Más teatro