Sobrevuela por Madrid estos días raros de lluvia y sol un demonio con instinto de payaso e intentos de maneras clásicas. Su mayor desafío es inundar la capital de humor y gamberradas varias y trasladar al escenario del Teatro de la Comedia una mirada sobre el Siglo de Oro, desde un presente cautivado por la inmensidad artística de una compañía catalana que siempre es buena fortuna ver.
El origen de esta aventura es la adaptación teatral libre de la novela de Vélez de Guevara por parte de Juan Mayorga, artista de la dramaturgia de nuestro tiempo y de muchos otros venideros. El diablo cojuelo vuela libre en la Sala Principal del teatro situado en la calle del Príncipe, en la oportunidad que tiene este grupo de payasos de interpretar por fin un clásico y, encima, en el espacio más clásico. Su misión parece simple; su desarrollo se convierte en un enredo de lenguajes, tiempos y carcajadas que enmarcar con sello cum laude dentro de esta temporada.
La dirección de Ester Nadal nos invita desde el principio a asistir atentamente a este viaje, protagonizado por el Diablo Cojuelo y el estudiante Cleofás, reinventado y reestructurado en una escenografía circular desde cuyo centro emergen toda clase de laberintos vitales, físicos y emocionales. La pista de circo más académica cambia sus galones para convertirse en diferentes escenarios llenos de risas, teatro y un arte circense particular que mantiene este equipo y que provoca una conexión inmediata con cada nuevo trabajo que elaboran.
Representar seriamente el clásico de Vélez de Guevara es la tarea principal y en el camino, a los amigos y compañeros Senyor Arquetti, Giuliani, Lozano, Martines, Paganini y Piero les entran ganas de ser payasos y derrochan así una fuerte atracción por el clown y por trasladar al patio de butacas su personal algarabía. El mal y el bien, divisiones constantes en sentido físico y metafórico y una historia presentada en forma de cuento y reunión social sacude con inteligente picaresca y sátira esta conexión de mundos, recuerdos y estatutos vitales por los que luchar en esencia. El ritmo clásico y el contemporáneo se acomodan a buen ritmo en una pieza que se podrá disfrutar hasta el 5 de junio en Madrid, “la Babilonia española”.
El diablo cojuelo es toda una fantasía hecha realidad por Rhum & Cia. Con ellos, el teatro es un artificio con el que jugar, lleno de tradiciones que transgredir y con una mirada constante hacia el porvenir, para que sus futuras nietas, si las hubiere, estén más que orgullosas de lo que hicieron. Imagino que a estas alturas, ya pueden estar tranquilos. El público somos testigo de la inmortalidad de sus emocionantes peripecias ya.
A los payasos de Rhum les encargan hacer un clásico y se lo toman como una gran ocasión. No quieren que sus nietos se digan “Mi abuelo empezó payaso y de ahí no pasó”. Quieren que se digan: “Mi abuelo empezó payaso, pero se esforzó y acabó haciendo clásicos, que son la cultura, la dignidad y el futuro”. Eligen -porque no había otro en la librería- El Diablo Cojuelo de Luis Vélez de Guevara, subtitulado Novela de la otra vida traducida a esta. Así es como empiezan a enredarse -o, más bien, a reñir- dos tramas: la de la loca obra de Vélez -tratada con mucho respeto y con alguna libertad- y la de una compañía siempre a punto de fracasar -a lo payaso- en su empeño por llevarla a escena.
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