Tres jóvenes actores llevan representando, desde el pasado mes de junio, un mundo apocalíptico, escondiéndose en tres lugares diferentes en el espacio brindado por Nave 73 y afrontando seis personajes que nos dan la clave de la supervivencia en la obra teatral Como si no hubiera un mañana. Juntando tres piezas en una misma oscuridad, Joe Manjón, Sara Martínez y Juan Blanco intentan buscar esperanza en el fin del mundo.
La última de las historias, Siempre nos quedará París, fue en realidad la primera en representarse en Madrid, surgiendo como una pieza más breve, de unos 5 minutos, que Jose Padilla escribió a partir de una improvisación. Años después, la alargó hasta convertirla en la historia actual, interpretándola en varios sitios de Asturias, como nos explica Juan: “Era una pieza más pequeña que nos había gustado mucho interpretar a Sara y a mí y, finalmente, decidimos incluirla en Como si no hubiera un mañana, con más duración y porque nos apetecía representarla en espacios más convencionales en Madrid. La idea siguiente fue crear otras dos historias y juntarlas en un mismo entorno, en este mismo mundo postapocalíptico, y hablar de un tema como el amor en unas condiciones nada propicias”. Y así se unió a la pareja Joe Manjón: “Estábamos buscando a alguien que tuviese la disponibilidad suficiente y no teníamos claro a quién incluir. Nos encontramos por la calle y como ya nos conocíamos, pensamos que podría encajar perfectamente” y enseguida se pusieron a trabajar: “Juan me mandó el guión al día siguiente de encontrarnos”, declara Joe.
¿Cómo fue el proceso de ensayo y cuánto tiempo os ha llevado?
Sara: Fue exprés. Fueron unos ocho o nueve días porque surgió la posibilidad de hacerlo inmediatamente y nos lanzamos. Fue muy intenso porque ensayamos durante muchas horas seguidas.
¿Ha sido fácil imaginarse el fin del mundo dadas las circunstancias históricas?
Sara: Sí, para mí sí. También depende de la escena porque, por ejemplo, de la primera a la última, hay situaciones muy diferentes. Es un mundo apocalíptico pero, para mí, es como otro más; está concreto lo que aparece en el texto, lo que no, allá cada uno.
Juan: Jugamos con algo que, al menos los jóvenes, tenemos mucho ahora en películas, cómics, juegos, etc., tenemos referencias y por eso creo que un acierto de las tres historias es que no concretan este mundo apocalíptico sino que cada uno se imagina lo que quiera.
Uno de los elementos más destacados del montaje de Como si no hubiera un mañana es la torre Eiffel en escena, organizada con tres escaleras que, unidas en primer término, llaman la atención sobre el juego de alturas, dando la sensación al público de casi estar volando con estos dos personajes, tan diferentes en un primer momento pero que comparten tanto en sólo unos minutos. “Se le ocurrió la idea a Sara y en un principio eran dos escaleras. En el montaje inicial jugábamos con unas alturas y pensando qué se podría utilizar para crear la sensación de vértigo. Y creo que es un acierto y es muy sencillo”, cuenta Juan.
¿Cómo habéis trabajado la iluminación siendo un montaje tan oscuro?
Juan: La iluminación la llevamos nosotros, los personajes. Las linternas fueron una propuesta de Andrés, el director e iluminador, en base a cómo surgió la escena de París y adaptándolo. Es una propuesta arriesgada y, personalmente, me preocupaba al principio pero, por lo que nos ha contado la gente, está funcionando. Y para ello encajaba muy bien el espacio de Nave 73, tan grande y tan desnudo, para crear este paisaje postapocalíptico.
¿Compartís algo con algún personaje? Por ejemplo, ¿Juan Blanco tiene vértigo?
Juan: no me hacen mucha gracia las alturas, pero no tengo vértigo. Y no sé si subiría a la Torre Eiffel. Pero, por la forma que tenemos de trabajar los tres, siempre trabajas un poco a partir de ti y los mismos personajes de esta obra con otros actores serían diferentes.
Sara: en la historia de París, hay parte de ese personaje, loco, borde, delicadamente emocional, en la que me reflejo pero llevado a un extremo ya que no sé cómo me comportaría en esa situación. Pero sí que hay un punto en común y me identifico más con la última que con la primera de las historias.
Joe: como el personaje de la segunda historia, a mí me gusta mucho el whisky aunque quiero pensar que no estoy tan loco como él. Me gusta mucho la idea épica y romántica de ese viaje. Me gustaría imaginar que si de verdad mi novia estuviera en Londres en un apocalipsis zombi, ir a buscarla en plan aventurero fuera mi primer objetivo.
¿Qué se siente cuando estrenas una obra de teatro y está el teatro lleno?
Juan: alegría, responsabilidad y nervios. Está claro que a cuanta más gente llegue mejor y siempre hay un momento de pensar “¿qué hago aquí?” pero ahí está la gracia, la adrenalina.
Sara: Yo a veces siento más responsabilidad cuando hay menos gente porque intimida más. Es más difícil atrapar a un público pequeño. Y cuando está lleno, hay nervios pero hay un punto de más satisfacción.
Los espectadores siempre nos aferramos a la excusa de no ir al teatro porque es muy caro, por ejemplo, pero cuando salís a escena y está el teatro medio lleno, ¿qué se os pasa por la cabeza? ¿Qué tenéis que decir vosotros como actores ante eso?
Joe: Hay muchas cosas que ver. Es difícil conseguir un público que vaya más allá de los amigos de los amigos.
Juan: Es el problema de Madrid, que hay mucha oferta y la gente no tiene por qué decidirse ir a verte a ti. Hay muchas otras cosas que ver y es complicado porque no se le da la promoción que se le tiene que dar. Las salas también tienen un presupuesto limitado, al igual que las compañías. En general, es difícil llegar a la gente y creo que habría que hacerlo distinto. Y en el caso de la cultura, pasa por tener más apoyo gubernamental.
Sara: Tampoco se puede ir a ver todo; por dinero, por tiempo e incluso las obras de amigos y compañeros. Es difícil porque, a veces, tenemos que estar nosotros contactando con alguien y es agotador y ojalá hubiera otra disposición, pero es complicado. Necesitas que tu obra se mueva, el boca a boca necesita un tiempo.
Dentro de toda esta destrucción creada y con la excusa de hacer cómplice al público de Nave 73, en esta obra hay muchas situaciones y paisajes que el espectador tiene que imaginarse, incluso poner cuerpo y voz a personajes que no vemos en escena pero son nombrados. Esta implicación está creada con una intención clara; hacernos reflexionar sobre lo que no se ve ni se oye en este mundo derrumbado pero se siente cerca. “A mí me gusta ir al teatro y que me den algo para pensar. No me gusta tanto que te lo den todo hecho y sin espacio para montarte tu película”, defiende Joe. “La gente pregunta mucho; ¿hay zombis, hay guerra, es la tercera guerra mundial? ¿Qué ha pasado? Y yo creo que para un teatro así, no tiene sentido empeñarse en hacer una escenografía real porque no lo vas a conseguir, ni es fiable, y así te permite jugar con otras cosas y que el espectador sea el que rellene”, completa Juan.
Las anécdotas también han estado presentes en una obra que ha viajado tanto y así nos lo explica Juan: “Ocurrió en una función en Gijón, en Metrópoli, en un festival multidisciplinar al que le faltaba una actividad de teatro. Se la ofrecimos y les gustó y nos dejaron un espacio que era una especie de salón de actos, con mala acústica. Pero lo realmente incómodo fue que había una mesa de conferencias, con micrófonos y banderas, y que no se podía mover. No afectaba mucho a la obra salvo en la primera escena, así que en vez de desarrollarla en el suelo, tuvieron que hacerlo sobre la mesa. Este espectáculo surgió con la idea de poder adaptarlo a cualquier tipo de espacio. Y la prueba de fuego fue aquella mesa gigante pero comprobamos que se podía hacer”.
La seguridad con la que nos hablan Joe, Sara y Juan de esta obra de teatro hace pensar en todo lo que disfrutan cada viernes haciendo esta función y descubrimos que lo que más les gusta es cambiar de personaje, hacer cosas distintas y divertirse en su trabajo: “Puedes hacer cosas que jamás podrías hacer en tu vida. Pasas por unas situaciones y unos estados de ánimo que tu vida no te permite. Y a la vez, estás contando una historia, estás haciendo disfrutar a la gente, ¿qué mejor trabajo?”, defiende Sara. Aunque no siempre tuvieron claro dedicarse a esta profesión; Joe quería ser futbolista, Sara profesora o arqueóloga y Juan veterinario “hasta que me di cuenta de que eso implicaba ayudar a parir a vacas y un día me dije Me gustan los animales pero eso de la sangre no me mola nada”. Él y Sara probaron suerte en Asturias, cuando pusieron allí la escuela superior con la que conseguir un título y Joe estudió más lejos: “Con 18 me di cuenta de que había acabado el instituto, de que no quería ir a la universidad y la única cosa que me gustaba, aparte de jugar al fútbol, era actuar, así que me fui a hacerlo a Londres”.
A la hora de enfrentarse a las críticas, los tres comparten la idea de Juan: “influyen aunque hay que intentar que no afecten ni las positivas ni las negativas o que lo hagan en su justa medida. Hay que confiar mucho en el trabajo y en uno mismo y es complicado. Si dices que no te afectan, creo que mientes”.
Las redes sociales son otro tema importante en esta profesión, aunque no están muy metidos en este mundo digital a la hora de hablar de sus trabajos, como explica Sara: “en el Twitter sí que lo anuncio muchas veces pero creo que no soy muy buena para promocionar. Si hago cosas, las publico pero es un poco dirigido a mis amigos”.
¿Tenéis un plan B si este camino elegido no sale tan bien como esperáis?
Juan: Yo he currado en otras cosas para conseguir dinero pero no, no lo tengo.
Sara: Este plan va a estar siempre. Siempre seguiré haciendo cosas, pueda vivir de ello o no, y siento que ser actriz siempre será el plan A aunque no me dé para vivir.
Joe: Tampoco tengo plan B porque si fuera futbolista, no me gustaría madrugar los sábados.
Nos quedó tiempo para hablar con cada uno sobre sus trabajos y expectativas de futuro. Sara Martínez, la única chica en el reparto de Como si no hubiera un mañana, nos habla del trabajo de las actrices: “Tienes una etapa en la que haces papeles de jóvenes y otra papeles de madre, y la diferencia es que en los hombres es más extensa. Tampoco creo que haya mucha diferencia a nivel de trabajo. Sí que es verdad que, en general, hay más papeles para hombres y menos hombres que se dedican a esto”.
Formada en teatro, cine y danza, demuestra pasión por lo que hace en sus palabras: “Si pudiera hacer todo esto toda mi vida sería maravilloso porque me encanta. Tengo más experiencia en el teatro así que quizás por eso me guste más. Y quizás cuando me sienta más cómoda delante de la cámara lo disfrute tanto”.
Juan Blanco se ha encargado de la producción de la obra con la compañía teatral que tiene con el director, Andrés Dwyer, bajo el nombre de Paraninfo 58 y que ya lleva en marcha cinco años: “Tanto Andrés como yo echábamos en falta gente actuando de verdad, personas a las que les pasaban cosas. Y nos apetecía afrontar lo nuestro, hacerlo de otra manera y era el paso lógico que seguir para nosotros”.
Además, el pasado fin de semana, estaban agotadas las entradas para Las altas presiones (Ángel Santos, 2015) en la 63ª edición del Festival de San Sebastián, en la que Juan ha participado. Le preguntamos por un posible reestreno en salas tras su paso por el festival: “No sé si existe la posibilidad de reestreno pero ojalá, me encantaría. A Asturias ni llegó. Pero estoy muy contento con el recorrido que está llevando porque sabíamos que no era una película especialmente comercial pero que tendría un camino por los festivales, lo que pasa que no me imaginaba que fuera a ser tan largo y tan exitoso”.
Joe Manjón se estrena en el cine con Risen, (Kevin Reynolds, 2016), grabada en Almería y Malta: “Ha sido la primera producción tan grande que hecho y ha sido genial. Mi papel es de apóstol y formamos un grupo muy fuerte; éramos cinco españoles, cinco ingleses y yo, que jugaba a dos bandos. Me gustó mucho porque el director nos daba mucha libertad y desde el primer día de rodaje te decía si tienes alguna propuesta para tu personaje, por favor, decídmelo y si me gusta, lo grabamos y era muy acogedor”.
Estudiante de cine y televisión, se atreve también a poner voz a Los Mild Rovers, grupo de folk irlandés formados en 2013, y que, junto a Manu Martínez (guitarra y mandolina), Esther Muñoz (violín), Erik the Brave (banjo y guitarra), empezó repartiendo su arte por las calles madrileñas hasta llegar a bares y festivales. “El grupo surgió porque me gusta cantar y nos gustaba mucho un grupo irlandés”. Joe habla de la música con orgullo y sintiéndose a gusto con lo que hace: “Para mí es otra forma de llegar a tener una relación con un público, dialogar con ellos y compartir experiencias. El contacto con el público es difícil, al principio me asustaba mucho pero el miedo se me quitó rápido. Las canciones son maravillosas porque igual tienen 200 años y siguen siendo historias que mueven. Es un dinero extra, que siempre ayuda, pero lo hago porque me gusta. Poder ganarse la vida con algo que te haga sonreír es lo más bonito que hay».
Anacleto: Agente secreto, Inside out, Hard Candy y Milagro en casa de los López son las últimas películas y obras de teatro que han ido a ver. De las últimas que recuerda haber visto Juan está A quién te llevarías a una isla desierta, a finales del mes de julio, en la que comparte protagonismo con otros tres compañeros de trabajo y que compagina con Nico Romero en el papel de Marcos; “ese fin de semana yo no iba a estar en Madrid pero al final estuve y quería ver la obra sin mí”.
Cuando les preguntamos sobre personajes que les gustaría interpretar, lo tienen claro y dicen nombres del teatro clásico, de Shakespeare; Yago, Hamlet, Macbeth. “También Esperando a Godot, ya que fue una de las obras que me hizo decidirme a ser actor”, confiesa Juan.
Entre sus proyectos futuros, el teatro está presente; Joe vuelve con Artículo 47 y Sara se une al reparto de Ella(s), una mezcla “entre teatro y audiovisual, con texto de Neil LaBute y dirección de Maribel Ripoll”. Además, Juan trabajará en dos cortometrajes y en octubre se incorpora a un trabajo en televisión que nos tocará descubrir pronto, esperamos.
Como si no hubiera un mañana finaliza su viaje el viernes 25, pero deja atrás meses llenos de trabajo que ha unido a tres actores con confianza plena en lo que hacen y empeñados en saber superar las dificultades que puedan surgir en el camino. Desde Duas, les deseamos toda la suerte y seguiremos todos sus proyectos de cerca, para que quede constancia de que los jóvenes están levantando la voz por lo que creen y pueden formar parte de este panorama artístico que tanto cuesta defender pero por el que si se lucha como si no hubiera un mañana, se logra algo bueno que recordar para siempre.
Fotografías de la entrevista: Beatriz Ramos Fernández
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Juan, joe y Sara ,son geniales , trabajan se divierten y hacen divertir a la gente, no hablan del apocalipsis que parece que de pronto se nos vienen encima, sino «como si no hubiera un mañana» y contentos vivimos el presente
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