El verano es época de luz, calor, tormentas salvajes y, sobre todo, de teatro y citas imperdibles en distintas ciudades españolas. El pasado 9 de julio bajaba el telón, por última vez en esta edición, el 17 Festival de Artes Escénicas de la Comunidad de Madrid que tiene su casa en Alcalá de Henares y que este año ha tenido como leitmotiv alma de mal. Clásicos en Alcalá ha reunido una nutrida programación que ha viajado desde los clásicos más conocidos a la más candente contemporaneidad.
Era una tarea complicada reunir el espíritu de todo lo que se ha podido ver y disfrutar en variados y originales escenarios desde el pasado 15 de junio, pero el cierre del festival otorgó de nuevo la oportunidad para revivir el teatro de una manera única, en una pieza final que tuvo como broche de oro la propuesta de La Phármaco con su obra Miserere. Cuando la noche llegue se cubrirá con ella. Toda la familia que forman todos los que dan vida a estos “clásicos”, desde su director Carlos Aladro hasta el personal de sala, hicieron posible que el trabajo y el esfuerzo hicieran su magia en una pieza que se ha titulado La clásica clausura: alma de mal.
Julieta, Don Juan o Romeo volvieron a la vida una última jornada para hacer disfrutar a un público entregado que no dudó en acudir al Corral de Comedias y ser participe, una vez más, de lo que los actores y actrices pusieron en escena. Y es que si algo ha tenido este festival, aparte de excelente calidad y puesta en escena, es lo bien que ha sabido movilizar a la ciudadanía y convertirla en una pieza clave inmersa en las obras representadas. Si se dice que Alcalá era una ciudad para la universidad y no una universidad para una ciudad, en este caso, se ha convertido en una ciudad para y por el teatro, un acto muy loable que tiene que ser visibilizado porque como bien dijo Lorca “un pueblo que no ayuda y fomenta su teatro, si no está muerto, está moribundo”.
Así, todo comenzó en la calle, concretamente en la Plaza de Cervantes, donde un gran Jesús Barranco vendía sus servicios por unos pocos céntimos a todo aquel que se prestara a su juego de trovador del siglo XXI. Chistes picantes, canción portuguesa, manifiestos (ejemplo de ello es el Contrasexual de Paul B. Preciado) y alguna que otra bronca dieron paso al público que entró el Corral de Comedias bajo la guía de Barranco, que siguió desplegando su arte sobre el escenario arrancando sonrisas y buenos momentos.
El relevo fue tomado por el elenco de Santa Juana de la Cruz, obra itinerante bajo la dirección de Ana Contreras, y con él los demonios, las visiones, la danza y la crítica tomaron las dependencias del teatro e hicieron que el público tuviera una experiencia mística.
¡Oh, hermanas mías, qué vuelta tan dolorosa ha venido a esta casa!
Solía ver yo este convento lleno de ángeles, y esta noche me parecía ver el infierno en
él. Pienso lo causan mis pecados, y si de consuno los míos y los vuestros, enmendémonos, hermanas mías. La que sea soberbia sea humilde, Y la que es maliciosa trabaje en ser de buena intención. E la que aborrezca a su prójimo, que lo ame como a sí misma.
De repente, todo se desvaneció y tomó la palabra Javier Lara y su Ternura, contando como partenaire a Jesús Barranco, que no había abandonado el escenario desde su temprana actuación. Con el espíritu de Shakespeare, La ternura es una obra que habla del amor, de correr riesgos y de los sueños. Las buenas críticas avalan su éxito y, en pocos momentos, Lara supo mostrar el alma de esta creación gracias a su magnífica interpretación.
Desde que tengo recuerdos los animales han sido mis compañeros de juego, y tú mi único amigo y confidente; nunca nada me ha inquietado, ni nada me ha preocupado, salvo una cosa: quiero saber cómo es una mujer.
Carlota Gaviño trajo a las tablas del Corral todo el arte que compone #SobreJulieta. Acompañada de un audiovisual, realizó una interpretación sublime de la criatura del ya citado escritor inglés. Su monólogo hizo que la emoción tomara todo el recinto y que el espectador, por unos momentos, se convirtiera en un actor más. Mención especial, en este monólogo que muestra a una Julieta distinta a las demás (tarea muy difícil teniendo en cuenta la popularidad de la obra), a la parte en la que Gaviño se dejó la piel en el escenario mientras sonaba un pletórico Raphael con su Como yo te amo.
Carlota / Julieta siguió en el escenario a la espera de que alguien le ofreciera su amor y en cuestión de dar amor, el latin lover nacional hizo su aparición. Este no es otro que Don Juan personificado en la figura de Nacho Aldeguer, que representaba a todo el equipo que llevó a cabo el 23 de junio una bendita locura en La última noche de Don Juan. Desde aquí, aprovechamos para pedir que este patrimonio inmaterial de la humanidad se vuelva a repetir (sea en Alcalá o en otra ciudad). Aldeguer hizo una interpretación magistral con un rap improvisado en el que el público fue protagonista. Sin duda, la esencia del “burlador” estuvo más presente que nunca y fue una bonita y provocativa muestra del homenaje realizado en el año en el que se celebra el bicentenario de uno de los escritores que le dio vida.
El final fue para las palabras de Carlos Aladro que despidió una edición de un festival que quedará en el recuerdo de todos unido a las ganas de que se estrene la próxima edición.
No puedo terminar este artículo sin dar las gracias a todas las personas que han sido nombradas aquí y otro el equipo de esta fiesta cultural que se produce todos los años. Tuve la inmensa suerte de participar en esta clausura con una pequeña intervención y estaré eternamente agradecida a todos ellos por su acogida y su apoyo. Yo, que no soy nadie, me sentí una más de estos grandes de la escena durante toda la jornada. Simplemente puedo decir que estoy a sus pies y que espero que este pequeño escrito sirva para pronunciar un GRACIAS a los cuatro vientos.
Festival de Teatro Clásicos en Alcalá
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