Los domingos en el Teatro Lara juegan a ser hermanos. Antes lo hacían los martes pero, en esta segunda temporada de Cuerdas, cambiaron de día para seguir haciendo disfrutar al público de un viaje muy especial. Ellos son Prince, Paul y Peter y con ellos nos hemos sentado a tomar un café antes de su función para que Pablo Castañón, Héctor González y Miguel Rascón nos hablen de sus personajes y de la experiencia que llevan viviendo desde el pasado 13 de septiembre en la Sala Lola Membrives.
Miguel llegó primero leyendo. Héctor midió las posibilidades y con Pablo pudieron dar el primer paso. “Queríamos tener el texto en exclusiva porque nos gustó mucho y es tal cual, sólo se han cambiado algunos modismos del mexicano al español”, comenta Miguel. La dramaturgia es de la autora Bárbara Colio y la dirección es de Juanma Gómez. Todos ellos y más gente conforman el equipo de Cuerdas, una obra que tira de tres puntos en un radio familiar y que lleva a tres hermanos a un centro equidistante, a través de una figura paterna ausente que consigue que les brillen los ojos cada vez que recuerdan.
Mientras el verano pasado vivíamos un par de meses de extremo calor en nuestro país y la capital ardía de gente huyendo de vacaciones, estos tres actores ensayaban Cuerdas en una sala que no era la del Lara, pero como si lo fuera: “Dibujamos el plano a escala real en el suelo de la sala de ensayo, respetando las entradas, las salidas, las columnas, el sitio del público”, nos cuenta Miguel, y “como sabíamos donde estrenaríamos, lo que hicimos fue limitar nuestro espacio con las medidas del Lara. Es una obra que está casi hecha para esa sala, nos estamos dando cuenta ahora que vamos a empezar la gira y la tenemos que adaptar a espacios más grandes”, añade Héctor.
A falta de referentes a los que aferrarse y seguir adelante, estos tres hermanos han dado por perdido el materno e inician una búsqueda para intentar reencontrarse con el paterno. Así comienza esta travesía emocional producida por La Kimera Teatro.
¿Cuáles han sido las reacciones del público hasta ahora? ¿Qué sentís?
Pablo: La sensación hasta ahora es muy positiva porque la gente que ha venido a verla se siente como un pasajero más en la historia y a todo el mundo le toca algo, tengas o no hermanos, porque tratamos un conflicto familiar.
Héctor: Lo bueno es que plantea un conflicto familiar con toques de humor, de comedia para hacerlo más liviano.
¿Hay perdón en Cuerdas?
Miguel: Sí, además, la mayoría de las heridas abiertas que tienen estos personajes son heridas ya cicatrizadas por el tiempo. Siempre escuecen pero están pasadas por el filtro del tiempo y eso lo cura todo. El encuentro de estos tres hermanos es un encuentro hacia el perdón aunque también es un viaje hacia muchos más sitios, como la despedida o el encuentro.
Pablo: Sino hay un perdón en el mismo lugar, lo hay después. En los ensayos nos planteábamos mucho la pregunta de qué pasaría luego, cuál sería la siguiente escena. Se nos ocurrían muchas historias, con la esperanza de una próxima reunión.
Pablo Castañón, definido por sus compañeros como “una persona muy de sensaciones”, nos acomoda en su personaje con estas palabras: “Durante el proceso de ensayos, me tocó bastante a nivel de mis padres y me lo he planteado como el viaje del héroe, de atravesarlo. En la vida, hay diferentes conflictos familiares o de pareja que, si los logras atravesar, te conviertes en tu propio héroe. También he aprendido a perdonar y a ser más tolerante, sobre todo cuando ya vas cumpliendo años”.
Un cuarto personaje que no aparece pero está siempre presente; el padre. ¿Cómo os lo imagináis?
Miguel: Cada uno de nosotros tenemos en la obra una percepción de lo que ha pasado y eso ayuda a diferenciar los puntos de vista.
Pablo: Le pusimos nombre y apellidos y nos ayudó mucho el documental de Philippe Petit, En la cuerda floja.
Héctor: En el proceso, cada uno tenía una idea de su padre, de su madre y de los lugares que recorren en la obra. Con el documental entiendes más a ese hombre porque te preguntas si tendría familia pero sólo tenía un sueño en la vida.
A veces individual y a veces colectivo, pero un viaje al fin y al cabo. Un recorrido que lleva a tres hermanos de vuelta al pasado, a lugares que mantienen con el corazón en la mente y con el que consiguen superar miedos y alcanzar nuevas metas. Cada uno con sus razones para emprenderlo y con otras por las que no hacerlo, deciden seguir adelante a partir de unas pocas palabras tumbadas sobre una carta. “Creo que cada uno tiene un motivo para viajar. Es un gran momento para tener un reencuentro. Y mi personaje lo ha perseguido durante mucho tiempo pero no es capaz de unir y lo ha tenido que hacer otro de sus hermanos. Para Paul, más allá de ver al padre y de enfrentarse a lo miedos de qué pasará cuando le vea, sobre todo es poder formar ese núcleo familiar aunque sea unos días”, comenta Héctor González.
Tres hermanos que se habían separado y vuelven a reencontrarse por una carta, ¿hay idea romántica de idealismo o de esperanza por lo que puedan encontrarse?
Pablo: Mi personaje tiene el ideal de su padre, aunque era un cabrón. Tiene una esperanza de verle y de charlar, de tener un acercamiento. Va con el objetivo de poderse reunir con él a solas y hablar, sobre todo a raíz del conflicto mío. Peter necesita encontrar a su padre, al suyo propio, para poder llegar a serlo él también. Es un sentimiento de esperanza.
Héctor: El mío, Paul, va un poco por reunirse pero se pregunta cómo les va a reconocer. Le podía más la ilusión del viaje. Esa idea romántica está presente pero con la pregunta de “¿cómo nos va a reconocer?”.
¿Qué papel juegan los personajes femeninos que no están en escena en esta obra?
Miguel: Son muy importantes en la vida de los tres hermanos porque han sido criados por su madre, presente pero ausente a la vez. Y destaca también la manera que tiene cada uno de relacionarse con las mujeres; desde la distancia, dependiente… Las mujeres aquí definen mucho los caracteres de los hombres, incluso del padre, para definir su parte femenina.
Tenéis sólo tres sillas sobre el escenario y cuatro maletas…
Miguel: Era el principal reto, que la escenografía y la coreografía cuadrasen bien para que el público llegase a empatizar con la historia.
Pablo: El texto es tan bueno que estando en el off siento que funciona muy bien con lo justo; tres sillas y a viajar. Soy partidario de estos sitios, de cuanto menos, mejor funciona.
¿Qué significa Cuerdas para vosotros?
Miguel: Un ejercicio de orgullo sano, de ver lo que hemos hecho y lo que la gente disfruta. Cada día es un viaje diferente. Es una aventura y estoy muy contento.
Héctor: Siempre he querido hacer una obra como Cuerdas. Significa cumplir un sueño. Voy al teatro con la sensación de que me gusta defender lo que estoy haciendo en escena.
Pablo: Un buen viaje. Desde que leí el texto hasta que estrenamos pasaron 9 meses y es algo muy satisfactorio de hacer.
¿Con qué frase o experiencia os quedáis?
Miguel: A mí también me hubiera gustado que me enseñaran a no caerme, porque refleja mucho el camino de Peter; se ha caído tantas veces que no quiere volver a hacerlo. También es la excusa para echar la culpa a su padre, que no estuvo ahí para recogerle. Esa frase, de lo poco que cuenta, dice mucho de él.
Héctor: Me llevo el personaje porque, en cada función, lo vas descubriendo en la mirada del público y en lo que recibes, su nobleza, su bondad, su soledad y esas capas que se pone para no sentirse así. Ir conociéndole ha sido lo mejor.
Pablo: Me llamó la atención el punto de partida de mi personaje; uno debería poder escoger lo que se hereda y lo que no. La carta para mí también es muy valiosa, es un objeto preciado porque ahí está todo.
Hasta aquí nuestro vuelo con Prince, Paul y Peter. Se nos ha hecho corto pero lo mejor de todo es que hemos aprendido con ellos que es un viaje que se puede hacer las veces que queramos, ya que siempre hay un camino por recorrer. Lo importante es dar el primer paso. Acabamos preguntándoles por sus maletas en Madrid y sus sillas en un escenario que cada vez tiene que competir con más oferta artística y alternativa: “Creo que tiene que fomentarse un teatro trabajado, con discursos, que pueda gustar a cualquiera, de la profesión y no, con un equilibrio de calidad. Por eso, solucionar la crisis del teatro parte de no intentar abarcar sólo un público sino hacer lo que te gusta e intentar que guste a todo el mundo”, afirma Miguel. “Creo que hay calidad y muy buena oferta de teatro en Madrid. Lo que falta es publicitarlo y, sobre todo, educar”, concluye Héctor. Hemos tocado tierra otra vez. Esperamos que la entrevista os haya sido agradable y volvamos a hablar de cultura muchas más veces.
Fotografías realizadas por Cristina Alonso Pascual
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CUERDAS ,Si bien es una obra que presenta problemas familiares, por ejemplo la búsqueda del padre , es» un encuentro hacia el perdón», me gustó demasiado esa expresión.
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