Hacemos teatro para ganar dinero. Strindberg
Los tríos amorosos están de moda en la escena teatral madrileña. Así lo demuestran grandes obras como ¿A quién te llevarías a una isla desierta? (actualmente representándose en el Teatro Lara las tardes de los sábados y los domingos), Una noche como aquella y La noche de las tríbadas, cuyo estreno el pasado sábado en Nave 73 no dejó indiferente a nadie.
Bajo la dirección de José Carlos Plaza, se presentan en escena cuatro soberbios actores en los que fijarse por el conjunto que forman tan sencillo, y complicado a la vez, y porque cada uno está definido en las fronteras de los otros. Se acercan, se atraen y a la vez se repelen, como si estuvieran encerrados en una enorme jaula en la que la libertad está presente pero que no saben encontrar.
Precisamente la libertad es uno de los temas mejores tratados en La noche de las tríbadas, donde se ensaya, o al menos se intenta, una obra de teatro dentro de la que acudimos a ver en el autónomo espacio de la Nave 73, que está lleno de arte por todos lados. Cuando uno llega a este lugar, tiene que disfrutar de todo lo que ofrece; desde sus paredes, que actualmente acogen una exposición de la artista Adriana M. Berges (serie Anatomía), que impacta por su tema y por todo lo que expresa, hasta el espacio teatral que ofrece, sencillo, sin distracciones, y que permite dirigir la atención necesaria que se merecen los artistas en el escenario.
La lucha entre hombres y mujeres es una constante permanente en los 90 minutos de duración. La lucha como sinónimo de progreso, de emancipación de la mujer que ya se empezaba a vislumbrar en el siglo XIX, en el que nos ubica esta obra. Lucha también de la mano de la palabra tríbada, sin miedo a pronunciarla y con la seguridad que muestran Montse Peidro y Zaira Montes, en un espacio casi desnudo de elementos y por el que saben pasear llamándose la atención la una a la otra. El punto de equilibrio entre ellas lo pone Jorge Torres, que lo inunda todo con su espectacular voz, su presencia y sus movimientos inquietos que configuran al personaje de Strindberg, completo en todos los sentidos, digno de protagonizar esta pequeña locura que viaja entre un pasado que influye aún en el presente del trío. Óscar Ortiz de Zárate ofrece el punto cómico y más alocado de esta sutil historia que remueve a los personajes y les pone en una situación peliaguda en la que tienen que elegir sus propios caminos; la ficción del teatro o la realidad que han de aceptar.
Mención especial merece el cartel que presenta esta obra. Román Reyes (cuyo trabajo seguimos muy de cerca y nos encanta que sea uno de los amigos raros de Roberto Pérez Toledo) ha sido el encargado de diseñar la cara más pública de esta noche de tríbadas sobre una fotografía en doble exposición real de Sergio Lardiez. Y el resultado no podía haber sido mejor para esta obra de Per Olov Enquist.
Sin duda, La noche de las tríbadas se merece una reflexión final sobre lo que entendemos por amor, por celos y por relaciones humanas. Nos abre una puerta para comprender la mente de un autor que compara el amor con el cáncer, a su mujer Siri que pretende ser lo que no es, una actriz de renombre diseñada por su marido, y sobre todo, a la libertad representada en una mujer alcohólica cuya forma de vivir es la más sincera con la que se van a encontrar los personajes y el público.
Cartel / poster diseñado para la obra teatral «La Noche de las Tríbadas».
Diseño y logotipo por SENSA design http://sensad.com – (Román Reyes)
Fotografía en doble exposición real por Sergio Lardiez http://lardiez.com
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