Desde el 27 del pasado mes, el Teatro Fernán Gómez – Centro Cultural de la Villa se ha transformado en campos y pinares de Castilla. Todo ello para contar la historia del caballero de Olmedo en una nueva versión que respeta la figura de Lope y que la conduce a una nueva fase. Tradición y novedad en un viaje, de leguas y kilómetros, que se podrá ver en la Sala Jardiel Poncela hasta el próximo 21 de mayo.
Que de noche lo mataron, creada por Julieta Soria y producida por Estival Producciones, cuenta la historia de Don Alonso, un noble con cuna en la localidad de Olmedo, que disfruta y sufre por los amores de doña Inés. Los dos se conocen en las ferias de Medina del Campo y, desde ese momento, surge una historia de amor y enredo entre ellos que está salpicada de tintes trágicos. Esto se debe a que la dama ya tenía un pretendiente fijo antes de la llegada del Caballero, don Rodrigo, que no descansará hasta ver cumplida su voluntad. Típica y genial tragicomedia de Lope de Vega, que creó partiendo de un romance popular basado en un hecho real, a la que no le faltan elementos clásicos de este tipo de obras como es el caso de Fabia; celestina de esta historia.
Por otra parte, esta pieza nos narra la vida de un joven, álter ego de Don Alonso en la actualidad, llamado Caballero que trabaja en un taller de coches en Olmedo. Un día, en una visita a Medina, conoce a una mujer casada. Juntos se unen en una relación tóxica que solo sirve como placebo para los dos. Así se olvidan de sus vidas, y de los problemas mentales que su infancia y adolescencia les ha traído, pero, a la vez, les lleva a una pesadilla. El marido de ella se convierte en don Rodrigo y siempre está persiguiendo a nuestro héroe. O eso que cree él.
Para llevar todo esto a escena, bajo la dirección de Ainhoa Amestoy, un único actor se deja el alma todas las noches en el Fernán Gómez. Su nombre es Juan Cañas y, aunque ya nos tiene acostumbrado a un trabajo excelente (véase su papel de Trasto en Villa y Marte de Ron Lalá o su Pedro Salinas de Amor, amor, catástrofe), en esta ocasión, pone todo su buen hacer y borda un papel más que difícil. En este papel, desarrolla la maestría sublime que tiene en el mundo del verso clásico en el papel de Alonso (y otros de la obra como es el caso de Fabia). Y a la vez, muestra un registro diferente en la figura de Caballero al incorporar un tono más chulo y joven. Todo ello sin casi coger aliento, al estar ligado de una manera frenética. Es admirable su forma de dar vida a los personajes y la perfección que incorpora a la misma. Sin duda, merece un premio y aplausos cada vez que lleva a escena esta obra.
Además, a todos esto elogios, hay que sumarle el uso de guitarra y castañuelas por el propio Cañas. Con ellos, introduce música en directo al trabajo, creada por el mismo, y efectos como las pisadas de su montura. En este punto, se debe citar de nuevo a Soria, puesto que el texto que ha compuesto está muy documentado al introducir elementos musicales cuando toda la historia original proviene, en gran medida, del cancionero.
En cuestiones técnicas, la escenografía y el vestuario creados por Juan Sebastián Domínguez son sinónimos de calidad. Con dos singulares sillas (que sirven como motocicleta o caballo entre otros usos), una talanquera de madera, un árbol y el asfalto de una carretera secundaria hace magia en el escenario. Y no es nada fácil crear dos escenas iguales, pero separadas por el tiempo en una misma obra. En cuanto al segundo aspecto, conjuga a la perfección los dos mundos citados. Ejemplo de ello es el chaleco que sirve de jubón y chupa de cuero a la vez.
Así que ya saben, si quieren conocer la verdadera historia del Caballero de Olmedo y su versión más actual, corran al Teatro Fernán Gómez. Todo comienza con estos ecos: “Que de noche le mataron, al caballero, la gala de Medina, la flor de Olmedo”.
Dos historias se entrecruzan: en una, Don Alonso emprende a caballo, en su última noche, el camino de Medina del Campo a Olmedo; en la otra, un joven motorista hace el mismo camino, a la misma hora. A lo largo del viaje desgranan sus respectivas historias que formulan solos, en alto, como un conjuro contra el miedo que persigue a ambos como una suerte de pesadilla. La ambigüedad entre ambos espacios y tiempos recorre toda la obra y nos muestra a los dos protagonistas como personajes dobles. Así como dobles son asimismo sus razones: el amor, los celos, la envidia, el éxito social, las sombras, la soledad, el miedo irracional, el miedo real, el destino común, que se ignora y se presiente, lo fatal.
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