Ron Lalá vuelve a los escenarios madrileños con una obra muy castiza llena de humor, ciencia ficción y los toques propios de la compañía. Algo que se ha podido ver en los Teatros del Canal, espacio que también ha sido productor, durante el pasado mes de abril. Un Marte lleno de guiños a Lavapiés y al género chico esperaba a todo aquel que se atreviera a adentrarse en sus rojas mesetas y viajes a bordo con este grupo de artistas que tienen la innovación y la tradición como bandera bajo la dirección de Yayo Cáceres.
Villa y Marte es una creación musical que cuenta la historia de un capitán espacial que es el protagonista de una misión para encontrar un planeta donde pueda seguir viviendo la humanidad. Acompañado de un único androide como tripulación, de nombre Trasto, llega a Marte sin saber que allí descubrirá un eco de las historias que contaba su abuela y una versión de la capital diferente pero con la misma seña de identidad de nombre Martiz. Allí, una serie de aventuras y desventuras con aroma a rosquillas y gallinejas harán las delicias del espectador mientras que va conociendo a todos y cada uno de los habitantes de ese planeta. A la vez que este deduce que lo importante en toda historia es el amor. Unido a la crítica social de los problemas del momento con mucha ironía y gracia.
El momento más impresionante es cuando el público rompe la cuarta pared y es invitado a bailar además de disfrutar de una magistral versión del chotis de Agustín Lara, con tintes marcianos, rápidos, ágiles y muy divertidos.
Todo ello creado a partir del texto de Álvaro Tato, un dios de las letras que sabe recuperar la esencia de géneros como el cuplé o el chotis para realizar una obra maestra con tintes de modernidad sin despeinarse ni por un momento.
Este sainete es una creación coral en la que cada uno de los actores brilla con luz propia. El trabajo de todos es sublime y brillante haciendo que todo lo que tocan parezca fácil y se disfrute con gran intensidad. Sin olvidar un hándicap de gran importancia y este no es otro que el tener que realizar varios personajes durante la función y, además, cantar y tocar en directo. Un sobresaliente es la palabra perfecta para definir todo su buen hacer. Desde el capitán interpretado por Daniel Rovalher hasta la chulapa marciana que le roba el corazón de nombre Marta Martínez dada vida por Diego Morales, todo son trabajos que rozan la perfección. Ahora bien, merece una mención especial Juan Cañas en su principal papel como Trasto, con un ejercicio impresionante en cuestión propia en relación a los movimientos que una máquina realiza.
En cuanto a los aspectos técnicos, destaca la labor de la escenografía y vestuario realizada por Tatiana de Sarabia. En tonalidades rojas, como en la arena y algún elemento más, hace posible la recreación del planeta rojo y las vestimentas son una mezcla entre el traje típico de Madrid y las mutaciones propias de la iconografía marciana. Con solo un clavel hace magia. En el mismo camino se encuentran la iluminación creada por Miguel Á. Camacho.
Villa y Marte es una obra de Arte que hará las delicias de todo fan de la cultura popular madrileña y de la ironía más fina.
Una nave espacial viaja a Marte para colonizar el planeta rojo. Pero el capitán y su androide Trasto descubrirán que el planeta ya está habitado cuando llegan a la ciudad de Martid, donde los vecinos mutantes celebran una verbena popular castiza ante los alienígenas terrestres. Para colmo de males, el capitán se enamora de una chulapa marciana postinera de ocho ojos hechiceros…
Más teatro