En el Teatro del barrio, los domingos de mayo han sido para Carmela, Paulino y todas las personas que fueron y han sido presas de una guerra cruel y muy dañina. Con un ojo en el pasado y otro en el presente, se recupera este clásico de nuestra dramaturgia, dirigido por Yolanda Porras, dejando claro que sigue emocionando como el primer día en el que vio la luz.
¡Ay Carmela! Cuenta la historia de unos artistas de las tablas que se ven obligados a subsistir entre tiros y bombas mientras llevan su espectáculo a los soldados con el objetivo de que todos olviden por unos momentos lo que está pasando. Por un error, terminan en el frente del pueblo de Belchite, siendo invitados obligatoriamente a actuar frente las tropas franquistas y un grupo de presos militantes en el otro bando que van a ser asesinados después de la función. Todo se empieza a torcer cuando comienzan a mostrar empatía con los condenados, terminando en un momento emotivo y trágico que deja claro que ante las armas los sentimientos pueden más.
En esta ocasión, se lleva a escena una versión muy fiel al texto de José Sanchis Sinisterra en la que todo está muy bien cuidado y trabajado. Esto no es de extrañar, puesto que los artífices llevan vinculados a esta historia desde el inicio de sus carreras profesionales como bien cuenta Paula Iwasaki en el libro Puro teatro (Homenaje a un oficio), hasta el punto de llegar a representarla en el mismo pueblo antiguo de Belchite en 2015. Se nota la simbiosis que tienen con los personajes hasta el punto que se convierten en ellos con una maestría que hace fácil lo difícil. Y es que el público puede pasar de la risa al llanto en un momento, viéndoles hacer un trabajo tan bien hecho. Destacan, en este aspecto, escenas como la de la bandera o la declamación del poema “Romance de Castilla en armas” de Federico de Urrutia. Igual de emotivo es el encuentro con Lorca en esa tierra extraña del más allá.
La obra se sostiene en escena gracias al trabajo de la citada Paula Iwasaki, de quien ya hablamos en el artículo sobre Tea Rooms, en el papel de Carmela, y Guillermo Serrano en la piel de Paulino. Los dos encarnan como nadie a cada uno de sus personajes dando, en cada escena, una gran lección de lo que se califica como buen teatro. Y es que todo se mueve en el ámbito del sobresaliente; desde las escenas de canto hasta las que requieren otros aspectos artísticos. Siempre emocionando al espectador en más de unsentido.
En cuanto a las cuestiones técnicas, la escenografía se basa en un lenguaje muy minimalista creada por la propia compañía de nombre Caramba Teatro. Funciona a la perfección trasportando al espectador a ese ambiente del Belchite fantasma tomado por las armas. En la misma línea se mueve el vestuario, creado por la compañía, del que resalto la ambientación histórica en cada una de las prendas.
Sin duda una obra realizada con dedicación y gran maestría a la que siempre merece la pena volver y más en las manos de Caramba Teatro.
Carmela y Paulino son una pareja de actores que cruza por error la línea que separa los dos bandos contrincantes de la Guerra civil española. Ambos artistas se verán forzados a improvisar una velada teatral para celebrar la derrota del “enemigo” en la villa de Belchite, un pueblo de Zaragoza que el Ejército Nacional acaba de “liberar». Sin embargo, lo que comienza como un divertido homenaje a los vencedores, termina como una trágica comedia.
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