Querida familia. Dos puntos. Ojalá entendáis que esto no es un final. Estas son algunas de las primeras palabras que se pueden oír en la pieza Precipitados. Llevamos varios minutos de función en la Sala Negra y los cuerpos ya fusionan diversos lenguajes escénicos. La voz tarda en llegar. Cuando lo hace, la composición toma aún más sentido sobre el tema que se representa; el suicidio. Y no sólo eso, sino todo lo que arrastra, como una corriente imposible de la que escapar, inexorable también para las demás personas que forman parte de aquella que ha decidido marcharse.
La compañía 10&10 Narváez, Runde, Sanz acaba de estrenar en los Teatros del Canal una obra con la que busca visibilizar una problemática acallada en nuestra sociedad, al tiempo que habla, también, de lanzarse al vacío en el ámbito creativo, contando para ello con la dramaturgia de Pablo Messiez, Itziar Pascual y los Hermanos Bazo.
Las coreógrafas Mónica Runde e Inés Narváez y la escenógrafa Elisa Sanz están al frente de esta performance de danza moderna, creada a partir de documentación exhaustiva en torno al suicidio desde todas las vertientes posibles (psicológica, estudio de estadísticas, declaraciones y vivencias, el modo en que ha sido tratado anteriormente en el arte, cómo ha sido representado…) y que ahora nos llega en forma de imaginario individual puesto en común con palabras, movimiento, imágenes, audiovisuales, olores, formas, texturas, materiales, luz, sonido… como punto de partida para conformar una dramaturgia visual.
Este acto escénico se reparte en distintas experiencias conjuradas en el mismo escenario. Vemos el peso de la culpa, de la necesidad de precipitarse y de huir. Acciones entrelazadas que cuentan con un mecanismo de realidad basado en testimonios y con otro artístico, el que da poder al tema principal, tanto por su tratamiento como por su mensaje.
La escritura y las imágenes navegan en este viaje de colores marinos y se detienen el tiempo necesario para que los diálogos poéticos y más críticos vayan apareciendo en sintonía. La vida y la muerte, la belleza y la oscuridad, la acción y el descanso forman parte de un doble espacio creado para transformar estadísticas sociales en voces y luces que llaman al patio de butacas a través de la danza.
La textura a nivel de iluminación y escenografía obra en consonancia con el movimiento e interpretación de Alberto Almazán, Luis Carlos Cuevas, Paloma Díaz, Dacil Gonzalez, Inés Narváez, Mónica Runde, Elisa Sanz, José Luis Sendarrubias y Gonzalo Simón, un elenco que hace fuerte y presente la necesidad que contiene esta pieza de no mostrar espacios ni tiempos para juzgar.
El suicidio es la primera causa no natural de muerte en España. Cada día se suicidan en España 10 personas. Se calcula que más de 8.000 personas tratan de quitarse la vida cada año. Hasta el próximo 1 de mayo, tenemos la oportunidad de ver el estreno absoluto de esta investigación artística de la compañía madrileña 10&10 Narváez, Runde, Sanz, desde la que se han preguntado si el acto de crear no es una forma de morir o si el proceso artístico no es un suicidio. Pensemos en ello. Y si una de las opciones de ese pensamiento nos la puede dar la danza, bienvenida es.
¿El acto de crear no es una forma de morir?
¿El proceso artístico no es un suicidio?
Dejarse caer, precipitarse, romperse, desangrarse.Diseñar el espacio ideal, el momento soñado y caer.
Caer con la belleza que lo hacen las hojas en otoño.
Caer en movimiento, iluminadas por la luz del atardecer,
con el mejor vestido y en el espacio apropiado.En cada acto escénico morimos.
En cada apertura de telón renacemos.Buscamos nuestra paz muriendo en cada creación.
Sus suicidios son sus obras.¿Y si hubieran encontrado otro escenario?
¿Se hubieran salvado?
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