A veces, las estrellas y los mitos son tan grandes que hacen que la persona desaparezca bajo ellos. De este modo, el público se suele quedar con una sonrisa, una canción o un fotograma sin saber que, debajo de esa apariencia llena de brillo, puede haber una imagen rota que no se reconoce ni en un espejo. Trabajo nuestro es querer conocer más allá y, de alguna manera, acercarnos al interior. Y eso es lo que hace Jimena González, junto a Marcelo Caballero como escritor y director, en su obra Piano blanco que se ha podido ver estos días en el escenario de La Sala.
La pieza se sitúa en 1961, momento en el que la famosa estrella de Hollywood, Marilyn, es internada por error en una institución mental. Ella decide “aprovechar” ese revés de la vida, como siempre había hecho, y hacer un repaso a su trayectoria dispuesta a contársela a quien quiera escuchar. Así, el espectador la acompaña en un viaje lleno de varias tonalidades en las que predominan las de color apagado o triste. Siempre con la sonrisa en sus labios y una imagen de mujer frívola por bandera; lo que esconde Marilyn Monroe es un abismo profundo lleno de soledad, miedo, depresión y abandono. Y es que todo empieza cuando comienza en este mundo sin un padre y bajo el nombre de Norma. Una piel que mudará en más de una ocasión para poder sobrevivir a las difíciles circunstancias de la vida. Aunque con su prematura muerte a los 36 años de edad al final perdió la batalla, no perdió la guerra, puesto que su recuerdo sigue tan vivo hoy en día como la primera vez en la que su melena rubia llegó a los espectadores a través de las pantallas.
De esta manera, Piano blanco es un monólogo musical con la idea de que se conozca más a una mujer que fue una luchadora nata y de la que poco conocemos el común de los mortales, más allá de alguna imagen distorsionada. Un grandísimo homenaje de una gran calidad que mima al personaje hasta el punto de que esa esencia musical que estaba en casi todos los proyectos de la actriz se mantiene gracias al buen hacer de Juan Pablo Schapira, creador de la música y la letra de todas ellas.
La actriz que toma el reto de resucitar a Marilyn tiene todo el peso de la función sobre sus hombros. Jimena González realiza una interpretación sublime de la tentación rubia hasta el punto de imitar sus gestos a la perfección. Todo ello llevado a cabo en un espacio tan íntimo que emociona el doble. A lo que hay que añadir movimientos de carácter difícil que casi hablan de coreografía sobre el escenario. También canta en directo las canciones sobre la vida de Monroe, dando a la obra un toque musical, movimiento y poniendo cada nota en su lugar.
A su vez, está acompañada por un gran músico en directo que hace que el piano, tan importante en la obra y en la vida de la actriz, vibre a cada segundo siendo un placer escucharlo. Esto se debe al talento de Fernando Herrera.
En cuanto a la escenografía, creada por Fernando Muratori, tiene una composición de corte minimalista. Una cama, un pequeño neceser y las proyecciones sirven a la perfección para contar la historia y, además, con gran belleza. Lo mismo se puede decir de la iluminación realizada por Gabriel Ascorti.
En definitiva, Piano blanco es una pieza de gran profundidad y belleza que emocionará y sorprenderá a todo aquel que vaya a verla en su reposición en La Sala.
En 1961, Marilyn Monroe, fue internada por error en un hospital psiquiátrico y, según sus propias palabras, su estancia en ese lugar fue una de las actuaciones más maravillosas de su carrera.
Cuenta la leyenda que intentó hacer saber el error utilizando sus herramientas actorales, pero no fue sino hasta tres días después que se reconoció la falta.
Este suceso es quizás uno de los hechos menos conocidos de la historia del icono y en esta obra es ella misma la que se sincera y narra con sus propias palabras esos míticos y desconocidos días de encierro.
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