De mis recuerdos formándome como historiadora del arte en la universidad, tengo presente todavía la mínima lista de mujeres artistas que apareció a lo largo de los años. Siempre con la palabra mujer delante, siempre definiendo y separándolas del resto de pintores, escultores, cinematógrafos y profesionales. Siempre con la autobiografía por delante de sus trabajos, conociendo de quién era hija o con quién estaba casada antes que su carrera. Mientras que ellos eran presentados por su labor, por su genialidad o por sus viajes continuos, a ellas las estudiábamos primero por el apellido paterno, por sus parientes masculinos directos y por su fotografía de boda. Y es una situación que no está cambiando lo suficientemente rápido y necesario como lo están haciendo nuestras acciones igualitarias y feministas en la sociedad actual.
La obra de Camille Claudel se exhibe y se visita ahora en varios espacios a lo largo del mundo, lugares a los que ella nunca pudo acceder en su momento. Recluida en un sanatorio mental durante 30 años, esta artista ahora cobra vida en la obra Perra royendo hueso en El Umbral de Primavera. Exquisito y cuidado trabajo este en el que Camille se nos aparece ante nuestros ojos haciéndonos vivir su injusticia y su miseria como si fuera su última oportunidad brindada.
Laura Garmo escribe, dirige y protagoniza esta pieza que extrae aquellas páginas no escritas sobre Camille Claudel a lo largo de la historia. Se nos presenta encerrada y extraviada en soledad y recordando su relación con Auguste Rodin, así como todos los obstáculos para conocerla como escultora. “No me encerráis a mí. Encerráis cualquier atisbo de verdad”, dice en una de las brillantes escenas que alumbran esta investigación convertida en obra de teatro.
Perra Royendo Hueso es el primer trabajo unipersonal de Laura Garmo y el tercero escrito y dirigido por ella. Podría ser perfectamente el decimonoveno ya que la inteligencia, seguridad y transformación que sufre durante poco más de una hora es avasalladora. Desde su voz y movimiento, las palabras se unen a ella para lanzar un grito de guerra y un mapa sobre un pasado que no debió de estar entre barrotes y para dejarla, al menos por una vez, ser tratada como Camille y como artista, más allá del contexto y las circunstancias a las que se enfrentó.
En la puesta en escena, destaca la labor conjunta de Lorena Rubiano en la escenografía y Clara Echarren en el vestuario. El color blanco se rebela maniatado y anudado en puntos claves que acogen la estancia de esta escultora en una prisión, física y metafórica. Antonio Colomo no se queda atrás ya que los recovecos que esconden el sonido y la luz son algunos de los puntos de fuga sobre los que la acción se va construyendo y es divino lo que ocurre en este intenso recorrido.
Esta producción de Colectivo Germen tiene otra cita el próximo domingo 13 de marzo. No perderse esta historia es conocer tanto el sufrimiento y la incomprensión de una de tantas artistas como exigirnos las ganas de luchar que aún nos tienen que latir.
Una mujer, encerrada 30 años en un sanatorio mental, sola, abandonada, privada del contacto con el exterior… clama justicia. Ella es Camille Claudel, genio de la escultura. La agitada relación que mantuvo con su maestro Auguste Rodin no permitió que se la viera en su real dimensión como escultora. Fue una artista que no temió hacer lo que quiso, decisión difícil en su época. Ella es Camille Claudel pero podría ser cualquier mujer que no ha podido decidir sobre su vida, otra mujer artista que fue borrada de la historia.
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