El pasado mes de septiembre, aterrizaba en Madrid La herencia de los Miller, una obra estrenada a principios de año en Málaga que alarga su éxito en la capital hasta el segundo jueves de noviembre en los Teatros Luchana. Cuánto sabemos de nuestra familia y cuánto pesa la herencia que nos dejan son algunas de las preguntas trasladadas al escenario para indagar un poco sobre lo que somos en el presenta atado al pasado sin ningún remedio.
Un trío de personajes y enredos varios ocurren durante poco más de una hora. Parecen pocos minutos para desenredar los líos que ha escrito y dirige Carlos Zamarriego, quien nos vuelve a sumergir en el misterio, el suspense y el humor con su nueva obra. La trama parece sencilla: una pareja de jóvenes y exitosos empresarios a punto de casarse y con un hijo o una hija en camino. Pero una huelga amenazando y un tercer eje metido en medio con el nombre de Max hace que el desorden vaya asomando en sus vidas de una manera sorprendente y no menos curiosa.
Un magma de temas va saliendo a la superficie poco a poco. Con calma, nos vamos dando cuenta del drama que muestran las situaciones cómicas; dramas personales, de pareja, sexistas, laborales, históricos y sociales. Es impresionante la cantidad de sorpresas que esconde este texto que se va armando como un pequeño fuego apurando su daño sobre una cerilla hasta el último segundo. Y Marina Sánchez Vílchez, Ángel Velasco y Edgar Costas son los culpables de ello. Cada uno de estos nombres se coloca al borde de su precipicio, disfrutando (o esa fue al menos mi sensación) del viaje; Sánchez Vílchez, el torbellino central en auge constante, Velasco, divertido como ninguno, y Costas con el mayor de los vaivenes para conseguir un efecto mayor en el público. Fantástico este trío.
Por otra parte, la escenografía de Marina Calvo coloca detalles impregnados en la dramaturgia y añade un fondo en forma de trama que combina a la perfección con lo que va aconteciendo. De esta forma, la compañía laZeta Teatro acierta en la creación de este imperio escénico que se tambalea en los momentos justos y necesarios para crear una llamada de atención. Quizá faltaría darnos más en el final pero nos vamos del teatro con la satisfacción del caos.
Cuando pensamos en herencia, se nos suele pasar por la cabeza el metálico que nos queda, lo material que poseemos. Y pocas veces caemos en la cuenta de que hay un legado inclasificable e incontable que todas llevamos encima, queramos o no. Esa búsqueda – consciente o inconsciente – es la gran empresa que esta obra intenta descifrar y a la que nos invita a través de una agudeza llena de humor y sensibilidad por los misterios vitales.
Laura Miller, empresaria y triunfadora, heredera de una importante empresa de salchichas, va a ser madre por primera vez, y prepara su boda con Isaac mientras ultima un ERE que le enfrenta a una inminente huelga. Pero en su empresa se infiltra Max, un misterioso agente que ha descubierto algo increíble en el pasado de la familia Miller y que pretende parar la boda. Un descubrimiento que provocará múltiples equívocos y enredos. Y que también nos hará pensar sobre el peso de la herencia familiar en nuestras vidas.
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