Javier Lara firma con Delicuescente Eva, la última pieza de ‘Lo Propio’, una trilogía sobre las relaciones familiares y el recuerdo que completa los estrenos de Mi pasado en B y Scratch. En ella, Lara vuelve a realizar un ejercicio de autoficción en el que un actor que escribe mira a su familia, en este caso a su hermana mayor, para cuestionarse las eternas contradicciones que existen cuando se habla de educación o familia, la frágil y peligrosa dependencia entre miedo y amor o las complejas relaciones entre hombres y mujeres. En esta tercera parte, aparece Eva. O más bien, lo que de Eva hay en él, porque solo a sí mismo puede pedirse explicaciones.
La dirección de este cierre escénico corre a cargo de Carlota Gaviño, su amiga, con quien fundó la compañía teatral grumelot y que se embarca, por primera vez en su carrera, en las tareas de dirección en solitario.
Sobre el escenario, a Lara le acompañan Natalia Huarte, como un ser natural inexplicable, empático, puro, catalizador de toda violencia y entendimiento, y María Morales, que ejerce de hermana, traída a este espacio para decir mucho, para confrontar, para que el discurso de hermano sea por una vez real, propio, y no permitir que la función se convierta en “solo una obra de teatro”. Así, poco a poco, la obra se va desnudando y despojándose de artificio para prestar toda la atención en las personas en escena.
Esta es la historia de dos hermanos que recibieron una educación muy violenta y tratan de entenderse y amarse, a pesar de todo. Y también la historia de un hombre que trata de entender, a través de su relación con su hermana, su relación con todas las mujeres. Dos hermanos que se temen y liquidan su historia a través del teatro y la educación. En definitiva, una esperanza de sanación entre ambos.
Delicuescente Eva también cuenta con el trabajo de José Pablo Polo en composición musical y de la música en directo en todas las funciones, Pablo Rosal como ayudante de dirección, Iñigo Rodríguez-Claro y Álvaro Guisado Garavito [la Cía de la Luz] en iluminación, Paola de Diego en vestuario y espacio escénico con la ayudantía de Berta Navas y Guillermo Felipe Señaris como estudiante en prácticas, Lucas Condró como asesor de movimiento, Mon Ceballos en la lucha escénica, Iara Solano y Carlos Aladro como asesores artísticos y La Dalia Negra en gráfica y audiovisual.
Entrevista a Javier Lara:
¿Quién es Eva?
Javier Lara.- Eva es mi hermana. Y esa frase implica mucho. Yo la veo como si fuera un mito del futuro, para lo que pueda venir.
Tratándose de algo tan personal, ¿te has puesto algún límite a la hora de escribir o crear?
JL.- A la hora de escribir, he decidido cuándo era necesario y cuándo no poner límites. Y si era algo necesario, me preguntaba cómo contarlo. Quería poner en cuestión ciertas cosas y poder contar una historia. Creo que han sido límites intuitivos.
¿Por qué Carlota Gaviño como directora?
JL.- Nadie más podría dirigir esta pieza en concreto. El motivo de que sea mi amiga la que dirija no es porque vaya a poner una mirada complaciente sino porque, justamente, nunca antes había estado tan en conflicto en un escenario y eso solo puede pasar cuando hay mucho amor y confianza. Y esto no se lo puedes pedir a cualquiera.
Os enmarcáis en la programación del Teatro de la Abadía como parte de cuatro accidentes traumáticos (con Kapow, QuitamiedoS y Un roble). ¿Qué descubriré como espectadora en el accidente de Delicuescente Eva?, ¿qué tiene de particular?
JL.- Es un accidente metafórico. No es un dolor real ni sensacionalista. Sucede una y otra vez y es imposible que pare y salir de ello. Es más una imagen en movimiento. No es un accidente que se vea y sus consecuencias sino que estamos dentro, constantemente durante la función.
“Dos hermanos, intoxicados por la violencia de su educación”. ¿De qué está intoxicado el teatro de nuestros días?
JL.- Está intoxicado de miedo. Creo que ahora hace falta menos esfuerzo, menos ingenio. El miedo va a estar siempre y forma parte del teatro pero si tienes miedo de gustar o de desaparecer, te come.
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