Desde el Festival Frinje Madrid del año 2016 ha llovido mucho. Los días 13 y 14 de julio, Naves del Matadero acogió Scratch, una obra que ahora se representa durante los miércoles de marzo de 2018 en Nave 73. Desde entonces, ha habido cambio de escenografía y cambio de espacios pero los actores y la historia de dos hermanos se vuelven a juntar ahora para seguir contando una muerte.
La compañía Grumelot, en colaboración con Teatro en Tránsito, vuelve a presentar un montaje sorprendente con el que el viaje en montaña rusa está servido. La inquietud por ir descubriendo a dos protagonistas salvajes nos hace disfrutar, como público, de un subidón escénico y no precisamente provocado por las pirulas a las que nos invitando por cuenta de la casa al entrar en esta fiesta. Los latidos de cada uno son la compleja esencia a través de la que ir sumando sonidos, lenguajes, eclécticas vistas y recuerdos de infancia enclaustrados en dibujos animados.
Somos invitados a cerrar los ojos. A ser Antonio Carlos Lara en algunos momentos, a acompañarle en la distancia en otros. Nos embullimos directamente en un laberinto de voces, estallidos y lugares enmarcados y perfectamente asociados por las pistas que fluyen en la historia de un joven aventurero. El camino del héroe no es otro que su propio destino, que es su propio origen, por el que vamos a ir pasando como testigos inmutables de una redención que no llega.
Piedad. Esa es una de las primeras y últimas imágenes con las que nos quedamos. Javier Lara y Fernando Delgado-Hierro, actores y creadores de Scratch, nos hipnotizan cada vez a un ritmo, cada vez en un momento que desean recordar, arrojados a un vacío horizontal que conmueve desde cualquier perspectiva. Lara se desenvuelve haciendo algo más que defender su historia porque el ruido creado por su capacidad para colocar a diferentes personajes en el desarrollo no contamina el órgano principal, Delgado-Hierro, quien siempre en escena muestra una energía inolvidable y que regala un personaje tan atado a sus circunstancias como potente en el mensaje.
La puesta en escena, perturbadora y conmovedora, de Carlota Gaviño, Carlos Aladro e Íñigo Rodríguez-Claro ha creado una especie de tablero de juegos desde el que un vídeo real de YouTube conecta inmediatamente sobre lo que somos ahora cada uno. Víctimas, juventud, verdugos, pacientes inmóviles, deshechos marginales, memoria impaciente y realidad colocada para ser expuesta. La mesa de mezclas con la que nos encontramos es una argamasa de personajes que hila en perfecta sintonía y análisis Javier Lara. El movimiento lo maneja y lo manipula para guiar al espectador en el efecto deseado; una fábula de mezclas oníricas y fraternales en bucle. Con su texto, volamos extasiados por el mensaje, confundidos constantemente pero encontrados, por fin, por el sonido de la música y de las palabras que se unen hasta el último aliento.
Cuando abrimos los ojos, nos damos cuenta del retumbe de lo ajeno, de la insensatez de los diferentes escenarios que hemos recorrido, de la astucia con la que se nos han mostrado… de la herida que no cicatriza gracias también al trabajo de José Juan Rodríguez como ayudante de dirección, Paola de Diego en espacio y vestuario, Manu Solís en sonido, Pablo Seoane en iluminación, La Dalia Negra en audiovisual y fotografía y Leticia Rodríguez en la producción.
SCRATCH es una historia cosmogónica, de superación y crecimiento, fantástica y alucinatoria, contada entre dos hermanos. La crónica onírica de un joven que huye a Londres en busca de nuevos horizontes, cuya experiencia de distancia y soledad le obliga a dibujar un mapa de aprendizaje nada ortodoxo, una espiral de sucesos iniciáticos cercanos a la muerte. Una reivindicación del caos como búsqueda, del ruido como calma, y de la oscuridad como iluminación. Un limbo espacio-temporal de fractura: SCRATCH.
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SCATCH, Es una obra para ver y aprender, sobre la búsqueda, habla
de la vida y la muerte.
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