María de la O Lejárraga tenía nombre y vida de copla. Culta, inteligente, escritora y un sinfín de otras palabras servirían para definirla en un instante y para dejar su nombre grabado con letras de oro en las páginas de la Literatura y tener claro que ella creó obras de Arte con su pluma. Pero su silencio, el mutismo de quienes le rodearon y la indecencia de su marido hicieron que él fuera el artista y ella una mera sombra con su apellido: Martínez Sierra.
Y eso, su historia, es lo que se puede ver sobre las tablas del Teatro Valle-Inclán hasta el 22 de diciembre, en la reposición de este espectacular montaje que llega de la mano de Vanessa Montfort y Miguel Ángel Lamata (creadora y director de la pieza) y que nadie puede perderse.
Firmado Lejárraga nos presenta a María, ya fantasma, y a cuatro investigadores universitarios que intentan descubrir su figura y la posición que tuvo en la pareja artística que formó con su marido. Estos nos van descubriendo la vida de la artista, dando voz a varios de los personajes que la habitaron como fueron los casos de Juan Ramón Jiménez o Manuel de Falla. Con el único objetivo de hacer justicia y dar el lugar que se merece a una mujer que en Arte lo hizo todo.
La historia presenta un ritmo y un saber hacer digno de un clásico. Ya que, además de entretener, enseña y divulga con una fuerza impresionante. Y esto también se debe a la interpretación actoral.
En primer lugar, tenemos a la propia María que es interpretada por Cristina Gallego. Su actuación es sublime, sabiendo intercalarse entre el trabajo de los demás y moverse por cantidad de registros. Y esto mismo se puede decir del resto de los actores que, como si fueran el doctor Jekyll y míster Hyde, cambian la piel en varias ocasiones, entre los contemporáneos a la propia Lejárraga y los investigadores universitarios. Así, Gerald B. Fillmore da vida a Lorca, Turina, al director del Teatro Lara… Miguel Ángel Muñoz interpreta a un Martínez Sierra que si pudiera ser espectador de la obra hoy le daría miedo verse reflejado un espejo tan perfecto. Completan el grupo Alfredo Noval con Juan Ramón Jiménez y Jorge Usón con Manuel de Falla. Si bien este último no se parece físicamente al compositor, algo que dejaron claro los comentarios de algunos espectadores, la encarnación del mismo es brillante.
Todo ello se encuentra enmarcado en una escenografía que representa la casa de la escritora. Diseñado por Isis de Coura, al igual que el vestuario, no le falta detalle. Juega con los espacios (biblioteca, despacho, sala de estar…) y, además, está muy bien documentada. Un punto positivo más en esta brillante obra.
En cuanto a la iluminación, Rodrigo Ortega ha hecho un buen trabajo. Destacable en momentos como en el que aparece la guerra civil en escena. Al igual que la música, de la mano de Fernando Velázquez, que encaja a la perfección en este rompecabezas de gran altura y saber hacer.
Y es que ante una obra coral como esta, solo se puede aplaudir y dar las gracias por el trabajo tan bien realizado. Por fin María ya no será desgraciada, como en la copla, y las generaciones futuras sabrán quien fue.
Imaginemos a un autor capaz de vivir cien años y de publicar noventa obras entre poesía, prosa, ensayo político, guion y teatro. Imaginemos que ha escrito Canción de cuna, uno de los textos más representados de su época, llevado al cine en más de una ocasión. Imaginemos que se enamora de la música y da a luz libretos como El amor brujo, El sombrero de tres picos, Margot o Las golondrinas. Imaginémoslo escribiendo mano a mano con Marquina, Arniches, Turina y Falla, convirtiéndose en parlamentario, alzando su voz por la igualdad, fundando una revista con Juan Ramón Jiménez. ¿No sería uno de los autores españoles más importantes del siglo XX? Ahora imaginemos que también fue capaz de mantener su nombre siempre oculto pero que sí dejó un esmerado rastro de cartas y unas memorias, quizás, para que llegaran hasta nuestros días. Esta obra ha seguido ese camino de baldosas amarillas para darle rostro, voz, sexo y nombre a María Lejárraga. En escena, una sola mujer rodeada de los célebres hombres que protagonizaron su vida, que firmaron sus obras.
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