Ay teatro, compañía creada por Yayo Cáceres, Álvaro Tato y Emilia Yagüe, presentó, el pasado sábado 13 de julio en la decimocuarta edición del Festival de Olmedo Clásico, una obra llena de puntos cómicos y guiños a la actualidad no exenta de un mensaje principal duro y potente: las mujeres no han tenido su lugar en la historia y esta deuda debe ser saldada. Esta creación no es otra que Mestiza, escrita por la pluma de Julieta Soria y dirigida por el ya citado Cáceres en una propuesta conjunta “hermana” (por tiempo, temática y forma de llevar a cabo) de Todas hieren y una mata.
Fotografía de David Ruiz
La propuesta a la que nos invitan consiste en formar parte de uno de los mentideros de la villa de Madrid y asistir invisibles, aunque eso es lo que le parece al espectador, al encuentro entre Francisca Pizarro Yupanqui (dada vida por Gloria Muñoz) y Gabriel Téllez (Julián Ortega). A priori, salvo el apellido, sus nombres son desconocidos para los presentes pero, poco a poco, descubrimos que ella no es otra que la hija del conquistador Francisco Pizarro, resultado de la unión entre dos mundos, y que el joven no es otro que Tirso de Molina, quien quiere escribir una obra sobre la figura de la gran dama. A partir de aquí, un viaje lleno de recuerdos, documentos (haciendo referencia a la cantidad de cartas que se conservan de aquel tiempo escritas por mujeres y que muestran que también forman parte de nuestra literatura), canciones y olores transportan al público a tiempos pasados que siguen teniendo historias que contar en el presente. Como por ejemplo: el racismo, la discriminación o la corrupción.
Fotografía de David Ruiz
Punto positivo a destacar de todo ello, además de la apuesta por tramas reivindicativas, feministas y creaciones de jóvenes autores, es lo divulgativo y el saber llegar al “común de los mortales”, que suele ser marca de la casa y cuya fórmula vuelve a repetirse picarescamente aquí. Referencias al Burlador de Sevilla (sobre el origen del famoso extracto “tan largo me lo fiáis”), Soto del Real o Madrid Central en clave de humor traspasan las barreras del texto y crean una magia tal que hace posible el sueño de que los personajes han resucitado y están allí, de carne y hueso, para contar sus vivencias, anhelos, sueños y sufrimientos.
Fotografía de David Ruiz
Todo ello se consigue gracias a la grandiosa interpretación de todo el elenco (a los ya citados al que unir los nombres de Silvina Tabbush y Manuel Lavandera, cantante y músico respectivamente) ataviados con el vestuario impecable de Tatiana de Sarabia. En especial destaca Gloria Muñoz ya que su buen hacer crea de la nada un personaje de los pies a cabeza que se mete, sin pestañear, al público en el bolsillo nada más comenzar el primer acto.
En cuanto a la escenografía e iluminación, las aportaciones de Carolina González y Miguel Ángel Camacho, respectivamente, a la escena son correctas y ayudan a ese periplo por el tiempo del que ya hemos hecho mención. Ya sea con un jardín, una cortina que sirve de vela de barco o un foco que centra su atención en el espectador. Al final, Francisca consiguió que se conociera su historia, con una maestría sublime, aunque fuera muchos años después.
El punto de partida de la obra es el encuentro de dos peculiares personajes: un joven Tirso de Molina en los comienzos de su carrera dramatúrgica y la ya anciana Francisca Pizarro Yupanqui, primera mestiza del Perú, hija de Francisco Pizarro y de la princesa inca Quispe Sisa, que vive como dama española en el Madrid de finales del siglo XVI. El diálogo entre ambos supone la confrontación de dos visiones muy diferentes del mundo (hombre y mujer, joven y anciana, español y mestiza) y, sobre todo, el origen de algo inesperado para doña Francisca: un viaje personal y crítico por la historia española que desemboca en un reencuentro con su pasado. ¿Es española? ¿Es inca? ¿Sobre qué ha erigido su vida y su fortuna? ¿Es vivir otra cosa que recordar algo que se había olvidado? ¿Puede de tierra negra nacer flor blanca?
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