Tropezar con Bailar en la oscuridad en la cartelera madrileña compone una nueva ilusión por ir a ver el nuevo trabajo teatral dirigido por Fernando Soto. La Sala Guirau del Teatro Fernández Gómez. Centro Cultural de la Villa de Madrid acoge este nuevo montaje convertido en la versión escénica de la película de Patrick Ellsworth y Lars von Trier estrenada hace ya casi dos décadas.
Del 5 al 31 de marzo, se vislumbra este espectáculo tan bello como desgarrador a la vez que tan torpe como sediento de nuevas oportunidades sobre el escenario. Esta tragedia musical se (re)tuerce en varios momentos que, configurándose seguramente como puntos álgidos, no hacen otra cosa que marchitar el contenido y la intención de la emocionante historia que deberían confeccionar.
Con una banda sonora perdida, ya que los derechos de la música fueron retirados por Bjork, la libertad ganada del compositor Tomás Virgós se queda en un mero trámite que no redime de la pérdida original y que obliga, además, a tener más fe de la necesaria en el montaje. No sé qué pasa. No entiendo ni siento esa música, con la inspiración muy lejos de mi butaca y con un ritmo transparente e insípido que parece un cuchillo cortando la acción. La oscuridad no se cierne sobre nosotros, ¿por qué?
Los momentos de “baile” tampoco mejoran ni apasionan más que la música. Coreografías deslucidas, desnudas y poco llamativas, que ni forman parte de la rutina de la vida de la protagonista ni se insertan como vínculo con el patio de butacas.
Pero no todo está perdido en Bailar en la oscuridad. El drama para hablar de la abolición de la pena de muerte, la sociedad capitalista, la obsesión por lo material, el concepto de inmigración, la disolución de fronteras, la fraternidad, el perdón y el amor cuesta encontrarlo si no fuera por las interpretaciones de Marta Aledo, José Luis Torrijo, Fran Calvo, Luz Valdenebro, Inma Nieto Hernández y Álvaro de Juana, una verdadera delicia individual y colectiva cuando se trata de defender un trabajo que hace aguas por incontables momentos y ante demasiados frentes abiertos.
Bailar en la oscuridad es una coproducción de SEDA y el teatro Fernán Gómez. Centro Cultural del a Villa; con Fernando Soto y FCLT Productions en acuerdo exclusivo con Nordiska ApS.
Selma es una inmigrante y madre soltera que trabaja duramente en la fábrica de un pueblo de los Estados Unidos con el único fin de poder ahorrar el dinero suficiente para poder operar de la vista a su hijo Gene, pues sufre de una enfermedad degenerativa que ella también padece. Sin embargo, tanto el trabajo, como llevar una simple vida cotidiana es cada vez más difícil pues su enfermedad está ya muy avanzada y Selma está prácticamente ciega. Para poder evadirse del mundo gris y escaso de luz que le rodea, Selma fantasea constantemente con canciones y los números de baile como en sus musicales favoritos de Hollywood.
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