El Teatro del Barrio cobija Los años rápidos, una obra que conquista con la historia de una familia extrapolada en las historias de otras muchas familias, integrantes periféricos que se vuelven protagonistas olvidados del tiempo y de varias despedidas generacionales que siguen atormentando.
Los años rápidos de Secun de la Rosa son fugaces. Una obra como esta es como un caramelo en la puerta de un colegio. Pero un caramelo que deja mucho sabor detrás de una oleada de escenas que llenan las habitaciones vacías de años pasados. Cecilia Solaguren, Sandra Collantes, Pepa Pedroche y José Luis Martínez son los colores grises transformados en argumentos sólidos, unidos por diferentes rebeldías azotadas por el cambio de modas en todas las esferas sociales menos en una, enquistada hasta decir basta.
Nosotros, el público, nos asomamos a cada soledad por el hueco de una ventana, como un tragaluz desde el que somos capaces de recoger toda la energía que ha puesto Secun de la Rosa en la escritura y dirección de esta pieza. Su inolvidable puesta en escena palpita en nuestra memoria desde el punto de inspiración que el autor confiesa: un documental sobre la Barcelona del extrarradio y cómo era la vida de la clase obrera, en especial, los chavales hijos de emigrantes y su adaptación a la nueva Catalunya que florecía.
Como una lucha de gigantes, como la historia de una estancia enmudecida por el paso del tiempo y, a veces, también como una película a cámara lenta, Los años rápidos se nutre de fuerza familiar y de supervivencia histórica de la España del cambio, de la transición, la democracia y el bienestar. No se trata de arrancar un pedazo de nuestro pasado y habitarlo de nuevo, sino de saber encontrar ese reducto olvidado y fortalecido gracias a su exhibición ahora en un escenario pues, en palabras de Secun de la Rosa, “está como telón de fondo la tristeza de saber que mucho de toda aquella mentira fue política”.
Sin duda, la reminiscencia al El disco de cristal – adaptación libre de El zoo de cristal (Tennesse Williams) – es sólida y, en ambas obras, Secun de la Rosa estalla en todo su potencial. La atmósfera de familia, crisis, sueños y esperanzas rotos comienza por el mismo camino. La transformación es inmensa, al igual de grande que lo que se susurra a gritos en Los años rápidos.
Compuesta de tres cuadros, Los años rápidos se adentra en la historia de una familia de clase trabajadora durante diferentes épocas. Soterradamente descubrimos el universo de los llamados pisos del Gobernador, aquellas colmenas creadas durante los años del Franquismo y de como un piso (¿un hogar?) puede ser herencia no sólo económica, sino política, familiar, emocional y convertirse en el centro vital de la historia de personajes.
Hace más de treinta años, un matrimonio luchaba por sacar adelante a su familia mientras intentaban desenvolverse como podían en un mundo que no dejaba de cambiar y que deseaba por una parte que sólo fueran burros de carga del extrarradio y que vivieran para trabajar, mientras se les incitaba a consumir y descubrían por otro lado, atónitos, que existían las posibilidades de abrirse a un mundo nuevo donde podrían opinar, cultivarse y hasta ser felices. Treinta años después, las hijas de ese matrimonio, los restos de esa familia, se debaten entre lo políticamente correcto y el dolor emocional de no haber superado el envite de estos treinta años que han pasado tan rápido.
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LOS AÑOS RAPIDOS, Treinta años de vida es toda una experiencia para relatar y evolucionar.
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