La fina línea que unía los meses de ensayos con el estreno absoluto de los Hijos de Grecia fue rota este pasado domingo 17 de junio en el Corral de Comedias de Alcalá de Henares. HIJOS DE GRECIA se esperaba como un montaje al que ir a pasar un día entero y se recibió como una experiencia iniciática y colectiva a los orígenes de lo que somos y de lo que seguiremos siendo.
El Festival Clásicos en Alcalá 2018 ha hecho de nuevo gala este año de un correcto acercamiento a los clásicos y de una revitalización del legado que cada año se vuelve más contemporáneo. Y el trabajo de la compañía [ los números imaginarios ] ha vuelto a tener su espacio en la segunda coproducción que presenta en este festival de la mano también de Bella Batalla.
Fotografía de Luz Soria
HIJOS DE GRECIA primero llegaba a oídos de la gente como una obra deshecha en tres pases durante el pasado domingo. A las primeras y torpes explicaciones, les siguió la verdadera esencia de esta movida; 12 horas de tragedia griega dividas en 3 tramos diferenciados para visionar el antes, el durante y el futuro de lo que somos, seremos y fuimos.
Fotografía de Luz Soria
Detrás de todo este caos están nuestras raíces
11 de la mañana. El Corral de Comedias abría puertas para acoger de la mano, como viene siendo costumbre en esta nutrida compañía, a cada espectador que hubiera tenido la suficiente curiosidad por experimentar el nuevo trabajo imaginado. Desde la herencia de nuestros padres compartiendo té y semillas, el público se fue asomando a la historia que el equipo compartía con ellos; su caos, expuesto a continuación durante 11 horas a través de una misma respiración.
El elenco comienza a presentarse; Antiel Jiménez, hijo de la línea, Paola de Diego, hija de las manos de oro, y Miguel Ruz Velasco, hijo de la luz, acompañados por Carlos Gorbe y Daniel Jumillas, hijos de la nota UT, presentados en sociedad como impulsiva. La creación del mundo empieza a tomar forma y la presencia del hombre llega con Patricia Ruz, hija del movimiento. Ante nuestros ojos, aparecen los 7 cuerpos protagonistas de esta obra nada mítica; Irene Doher, hija del canto valiente, Pablo Gómez-Pando, hijo del acordeón, Nacho Sánchez, hijo del abandono, Irene Serrano, hija del guerrero, Alejandro Pau, hijo de las montañas, Luis Sorolla, hijo de la verdad y Marta Matute, hija del sacrificio y viajante durante 10 horas al lugar que un día fue su casa.
Fotografía de Luz Soria
Con la luz, el sonido y los cuerpos en escena, sólo faltaba el agujero negro que lo controla todo; el tiempo. Gon Ramos, hijo de la voz y del pensamiento, llegaba para permanecer y mirar. Para tentar al destino de cada uno. Majestuoso aparecía Gómez-Pando, invocando a otro cuerpo, el de Jesús Barranco, hijo del silencio a voces. A continuación, una vorágine de energías crecía tanto en el escenario como fuera de él, entre una lucha fratricida, un Edipo sordo y un corazón desfibrilado con flores.
Los hermanos caídos oyen la voz de Ismene y los pasos de Antígona, unidas en dolor y en palabras arrastradas en la corriente del mar que no les devuelve a la costa sanas y salvas. Precisamente, los pies de Antígona fueron los de una potente Serrano, acomodada en los huesos de una celestial hija. Las risas no tardan en aparecer después de sus lágrimas con los Yogurines Griegos; Selu Nieto, Julián Delgado y Jacinto Bobo, hijos del talento a carcajadas.
Fotografía de Luz Soria
¿Quién tiene que morir por su país?
Nacho Aldeguer, hijo del mensaje, cerraba el primer tramo y abría el segundo a las 16.30 de la tarde loopeando. Este particular Hermes en monopatín hizo las mejores peripecias escénicas del espectáculo que se estaba viviendo. Las historias que se encargó de contar podían pertenecer más a un informativo común que a un monólogo nocturno. Lo salvaje de su acento en las situaciones más tristes ponía en alerta inmediata el resto de acontecimientos en torno a la guerra y a la pregunta de quién-tiene-que-morir-por-su-país. Al fin y al cabo, la cosa estaba chunga por Grecia en aquel entonces, como se encargaron de recordarnos los Yogurines Griegos, bienvenidos de nuevo al escenario para recalcar la familiaridad del combate, la sangre que une y los nombres que ejercen de luchadores. El entrenamiento, duro y excitante bajo el yugo del tango de Ravel era la puerta de entrada para que las madres de los cuerpos caminaran de la primera fila de butacas al centro del escenario y preparasen a sus descendientes para la contienda. El tiempo no se detenía y se acercaba cada vez más a ellos, tanto, que Ramos despertaba, tras 5 horas sentado y pensando, cantando y palpitando, ahora sí, con los protagonistas del evento.
Fotografía de Luz Soria
Llegó el momento de Ifigenia, atribuida a una provocativa luz sobre la que poner el foco y su voz. Doher hipnotizó, en modo clásico y contemporáneo. Daba igual porque ella lo vale en cualquier época. Representó la doliente batalla perdida de una voz que se apagó y una nueva muerte volvió a traer del mar a los Yogurines Griegos, esta vez, ya hundidos en la tragedia.
Filoctetes, el hiperlaxo Nacho Sánchez, en muchos más sentidos que en sus articulaciones, se quedaba a solas con el público, mientras el resto de la compañía desaparecía. El silencio acogía su MÁXimo momento como Filectetes el abandonado, el repudiado, el apaleado, enterrado en vida en una isla y resucitado en tan solo 21 segundos de existencia, segundos entre los que el escenario fue ocupado por el resto de la sala, intercambiando papeles entre actor y público, disfrutando de nuestro propio momento de intimidad sobre las tablas.
Fotografía de Luz Soria
La falla de origen
A las 19.30, el público volvía a entrar. Tercer y último tramo de supervivencia. Aún faltan dos herederos. Aún hay herencia que retar. La primera era la del matricida Orestes, con el que el venerable Pau lloraba a su progenitora. Pau ha sido y será muchos héroes pero el antihéroe demostrado el domingo en el Corral de Comedias será difícil de superar.
Llega el epílogo. El despertar del pensamiento. El momento de la reflexión. “¡Vamos a pensar!” chillaba y desencadenaba Sorolla, en la piel contemporánea de Telémaco. La Verdad o nuestras verdades fueron aclamadas, discutidas y dialogadas en un ambiente ameno que servía casi de colofón para protegernos de la destrucción de aquello que nos intenta destruir.
Fotografía de Luz Soria
Quedaba una última acción, la de Luz Soria, hija de la imagen. Con ella, nos fuimos, dejando nuestra última imagen en sus manos.
Durante 12 horas, fuimos hijos de la barbarie y del dolor, de la guerra y de la venganza. Pero también quizás de la expectación por la historia, de la alegría de llorar de emoción, de la pesadumbre de compartir sensaciones y motivos con otros cuerpos, de igualar nuestra propia imagen a través de la del otro.
Fotografía de Luz Soria
No sé lo que fue. Pero el golpe de realidad está siendo interesante. Y esto es verdad.
HIJOS DE GRECIA es un evento de doce horas de duración dividido en tres tramos. Siguiendo el modelo de las antiguas Dionisiacas y las fiestas barrocas, abriremos las puertas del Corral de Comedias de Alcalá de Henares desde la mañana hasta la noche para recorrer el mundo trágico griego desde nuestros ojos, cuerpos, experiencias y deseos.
ENSAMBLE somos:
Dirección: Carlos Tuñón
Ayte. Dirección: Paula Amor
Dramaturgia: Gon Ramos y la compañía a partir de textos de repertorio universal.
Producción: Carlos Tuñón y Nacho Aldeguer
Producción asociada / audiovisual: Guillermo Alvite
Jefa de producción: Rosel Murillo
Ayte. Producción: Mayte Barrera
Plástica escénica: Antiel Jiménez
Ayudante plástica: Paola de Diego
Iluminación: Miguel Ruz Velasco
Música en directo: impulsiva (Carlos Gorbe y Daniel Jumillas)
Coro: Rennier Piñero
Comparsa: Selu Nieto con la colaboración de Jacinto Bobo y Julián Delgado
Coreografía: Patricia Ruz
Fotografía artística: Luz Soria
Elenco: Jesús Barranco, Irene Doher, Pablo Gómez-Pando, Marta Matute, Alejandro
Pau, Nacho Sánchez, Irene Serrano, Luis Sorolla con la participación en escena del resto del equipo artístico.
Documentación y medios: Amanda H C (Proyecto Duas)
Jefa de prensa: Josi Cortés
Distribución: PROVERSUS Isis Abellán
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