Diciembre en la Sala Intemperie Teatro ha traído dos estrenos que hablan de las relaciones familiares y de pareja desde varias perspectivas y argumentos y que nos hacen quedarnos con la boca abierta. Oirotalev es el primero de ellos, mezclando sangre y dolor, en una pieza que sostienen cuatro actores en escena intentando salir de un laberinto creado y dirigido con rigor y soledades.
La reunión de tres hermanos por la muerte de su padre es el punto de encuentro para que todo comience a dar vueltas en un espacio neutral y oscuro. Como desconocidos, los personajes se van presentando y entendemos que sus relaciones no han sido fáciles hasta ahora. Y prevemos que no van a mejorar en el transcurso de la obra. Los secretos y las confidencias van saliendo a la luz, traspasados por la eficaz flecha del dinero que tan sumamente bien ha sabido introducir el dramaturgo.
Tras estrenar varias piezas de microteatro, en la capital y en la ciudad condal, y su primera obra Pornosotros en los Teatros Luchana y en la Sala Tú, Juan Frendsa hace una nueva proposición escénica hurgando en las heridas de una familia, que se siguen quedando abiertas, y a disposición de un público convertido en testigo único de la aspereza que da a veces la parentela. No sólo ha creado un microuniverso en el que cada miembro tiene su voz, sino que ha sabido escribirlo para que cada espectador se lleve un breve espacio de tiempo y un viaje circular que nos permite situarnos cada pocos minutos en un cuerpo diferente. Y esto es un verdadero regalo cuando asistimos al teatro.
Oirotalev nos enseña que las miserias y las envidias también caben en un núcleo en el que podemos llevar conviviendo toda la vida, a través de puntos equidistantes que implosionan al unirse en un territorio tan cercano pero desconocido como la muerte. “Nadie se siente cómodo en un velatorio, nadie sabe qué decir cuando es la mismísima muerte la única que es capaz de decir algo con el silencio”, comenta Frendsa.
Por su parte, la dirección de David Ramiro Rueda se condensa en meditadas escenas que confluyen en una grupal, de la que Ramiro ha exigido y sacado de cada uno lo mejor. Tamara Casellas, Luis de Sannta, Martín Aslan y Lluïsa Valldaura interpretan a los personajes que se reúnen finalmente tras habernos mostrado todas sus caras, equivalentes a piezas sueltas que tienen todo el poder para intentar rehacer las cosas bien o volver a equivocarse. Para terminar, un monólogo precioso que nos devuelve la ternura perdida entre estos familiares, carnales y políticos, y con el que dan ganas de volver a comenzar. Todos tenemos un día en el que cambia algo. Y Oirotalev nos lo demuestra con un drama excelente y unos personajes que no paran de intentar revivir dando bocanadas equivocadas.
Tres hermanos perdidos, heridas sin cicatrizar y secretos enterrados harán que esta reunión familiar cambie las vidas de todos ellos. Vamos a sentarnos al lado de estos hermanos, no tienes que hacer nada, solo estar en silencio y observar todos los movimientos de esta partida de póker que ya ha comenzado. Adelante, no seas tímido.
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