El viento hace la veleta vuelve a Nave 73 los miércoles 6, 13, 20 y 27 de septiembre a las 20:30h.
Julio se ha convertido en un destacado mes en nuestra agenda teatral gracias al ciclo IMPARABLES que organiza Nave 73. Su segunda edición ha acogido diferentes obras de La Real Escuela Superior de Arte Dramático, la Escuela Municipal de Arte Dramático de Madrid y el Estudio Juan Codina, instituciones formativas en cuyas aulas se ha dado forma a los siete montajes que este año componen la deseada programación.
El futuro de los escenarios se puede disfrutar en estos días tormentosos y calurosos en Nave 73. Nosotras fuimos a ver El viento hace la veleta, un texto del alemán Philipp Löhleuna y una obra que nos presenta una familia perdida en el tiempo pero con la seguridad de sumergirnos en su espacio personal para desajustar, un poco, los esquemas de la vida en general y de cada personaje en particular. ¡Atención, foto!
Una familia. La normalidad hecha realidad a primera hora de la mañana, en la reunión del desayuno. Los miembros se dividen la actividad cotidiana, como van a hacerlo a lo largo de la vida que recrea la evolucionada y acorde dirección de Tomás Cabané, deshaciendo y volviendo a hacer las oportunidades y descubriendo que el azar o la fuerza de sus acciones no paran de volverles a unir de una forma o de otra. Poco a poco, los cuatro protagonistas se van convirtiendo en sus propios recuerdos enzarzados en el olvido de una imagen, a la que se acude para recordar la vivencia o para recuperar el simple instante de la foto.
Juan Paños, Inma Garzía, Ana Carril e Iván Luis son los actores que van pellizcando cada acción de un argumento que no para de crecer ni de mostrarnos una parte más de cada uno de los personajes; como padres, como hijos y por separado. Atención con Juan Paños, que se desenvuelve en el escenario haciendo malabarismos entre su cuerpo y su voz y entre todo el arte que desprende enseguida. Aparte de su extraordinaria magia, lo pone todo como actor, aspecto que se agradece para disfrutar de su trabajo aún más. Foto de él en nuestra mente ya, por favor.
Nos movemos entre 1900 y poco y el nuevo milenio. La llegada de este cambio resucita los vínculos pero también las crisis, aúna los silencios oxidados en una misma casa y la necesidad de seguir adelante, en una puesta en escena que se balancea con la seguridad con la que gira el hogar propuesto en un escueto nicho móvil de madera, recreando un constante cuadro de interior que sabe enmarcar cada momento de foto.
La nueva propuesta de Malala Producciones combina una parte de cercana y cotidiana ternura con la capacidad que tenemos cada uno de adaptarnos a las circunstancias que nos llegan, rodeadas de una fatua contemporaneidad en la que la comunicación, los trabajos, Internet y las relaciones entre seres humanos ha estado y sigue cambiando a pasos agigantados y sorprendentes. La aventura es nuestra a cada avance que alcanzamos, como lo hace el resto del equipo de este montaje; David Hidalgo como ayudante de dirección, Marcos Olivares en escenografía y vestuario, Ángel Salamanca en iluminación, Jaime Riba en el diseño gráfico y las fotografías de Pablo Vélez, aparte de las colaboraciones del Instituto Goethe y RESAD, Aitor de Kintana, Tito Asorey, Carla Ruiz Cabané y Tomás Pozzi. Foto a este grupo que ha creado este baúl de emociones.
La IIª Edición de IMPARABLES – Muestra de Nuevos Creadores Escénicos tiene como objetivo servir como altavoz a las nuevas de generaciones de creadores escénicos, destacando por su búsqueda artística, calidad y desarrollo de nuevos lenguajes, siendo capaces de competir con producciones consagradas y siendo merecedores de llegar al gran público. Y por supuesto, foto a este festival.
Cuatro. Padre, madre, hijo e hija se sientan a desayunar. Todo aparenta cierta normalidad. Desayunan. Una casa. Una isla. Un puntito del tamaño de la cabeza de un alfiler en la nada azul. La familia. La excusa de un desayuno para forjar un vínculo irreal. Una familia como muestra de catálogo ideales burgueses. Hasta que el padre de familia pierde su medio de vida. Con el desempleo viene la crisis, las preocupaciones, los conflictos y el divorcio. Es una montaña rusa de emociones, un paseo por la vida donde cabe el drama y la ironía. El deseo de alcanzar los sueños y la frustración que produce el no conseguirlo.
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