Cómo hemos llegado hasta aquí. Es la primera pregunta que se me pasa por la cabeza al estar sentada en una de las butacas de Nave 73 contemplando a cinco actores en escena que cuentan las vivencias de cinco Silenciados. Aunque interpreten a varios personajes, la exposición de esta obra de teatro hace que, inmediatamente, nos fijemos en la humanidad y en la presencia de esos hombres que fueron y están en la sala representados. Silenciados no es una obra fácil de ver. No podemos llegar al teatro y apoltronarnos sin más. Cuando acaba la función, hay que saber digerir una realidad que parece no tener Dios porque está aún tan presente que notamos sus patadas. Y sigue dinamitando las noticias y, esperamos, también nuestras mentes y corazones para saber reaccionar.
Gustavo del Río es el creador y director de Silenciados y ha sabido hacer un correcto y apasionante pacto con el resto de actores, ya que cada uno ha indagado y reflexionado sobre su personaje, hasta incluir propuestas propias y música en la experiencia que muestran. “Me interesaban mucho los casos que pudiera palpar, que me parecieran más reales. No todos los casos eran fáciles de llevar a un escenario porque no estaban documentados y actualizados”. A través de la danza, esta obra aprisiona en una sublime puesta en escena. Además, “sólo se rompe la voz cuando uno de los personajes necesita hacerlo. El silencio forma parte de esta obra igual que la música”, razonaba su director en un encuentro posterior con el público.
Juan Caballero se pone en la piel del prisionero número 1895 de Auschwitz, Pedro Martín dignifica a Octavio Acuña, activista gay mejicano, asesinado en Querétaro en 2004, Gustavo del Río ruega por Jesús Prieto, gay cristiano inmerso en un conflicto de carácter religioso llevado a sus últimas consecuencias, Jonatan Fernández se transforma en Paulina, una mujer transexual guatemalteca asesinada por la Policía y Nicolás Gaude aparece como Mateo Rodríguez, víctima de acoso escolar. Y los cinco emocionan con la inteligencia justa y necesaria para no juzgar, sino exponiendo unos hechos que el espectador decide mirar o no, involucrarse o tomar distancia, quedarse sentado más de la cuenta o lanzarse a hablar.
Cada uno cuenta una experiencia pero, por desgracia, la historia es la misma siempre. Sus casos se originaron en diferentes lugares porque el mensaje es y quiere ser global: “estamos muy involucrados en la historia porque es necesario por todos los casos que surgen en España pero también en el mundo”, comentaba Caballero, actor que galopa y destripa a su prisionero del régimen nazi y que sueña tan bonito con la libertad. En esta obra, “todos pueden ser todos”, añadía a su lado del Río, ilustrando al público con el camino recorrido hasta ahora: “a lo largo de estos años hemos estado en diferentes países y lo que nos ha traído, aparte de la experiencia, ha sido poder conocer a gente que pueda visibilizar quiénes son a través de esta obra”.
Sudhum Teatro vuelve a producir una obra que impacta con la danza y con el corazón puestos en escena. Si ya disfrutamos y nos emocionamos con La belleza del escarabajo y Mosca, Silenciados vuelve a ser tremendamente imprescindible. A pesar de la violencia y del sexo, el director cree que la obra desprende mucho amor en diferentes momentos y una herramienta básica para atrapar al público en esta historia ha sido el humor, clave para hipnotizar y relajar una situación que parece entrar como un disparo a quemarropa desde el primer minuto. “Hemos explorado muchas cosas sin intentar juzgarlo mucho. Son pinceladas de distintos gremios pero buscar la polémica no es nuestra finalidad”, aclaraba Nicolás Gaude.
Nueve años lleva esta obra en pie y seguramente necesitarán muchísimos más para seguir mostrando el arte que proponen en su Silenciados y debatiendo sobre lo que nos ocurre porque, como enseñan a lo largo de la función, nosotros mismos deberíamos ser señalados y preguntados sobre lo que acontece. En Nave 73, tenéis la oportunidad de ver a casi todo el reparto original de esta obra los jueves de octubre.
Silenciados cuenta la historia de cinco personas asesinadas por causas de discriminación por orientación sexual. Desenterrados para contar su vida y su muerte, este montaje aborda un tema social que, en muchos rincones de la geografía mundial, todavía no está superado.
Silenciados no es una obra gay, aunque su temática lo sea. Habla de personas asesinadas, habla del abuso del poder, de la hipocresía de los guetos, de la violencia en medios rurales, de la injusticia, de la falta de amor, de la falta de decisión, pero, sobretodo, de la falta de libertad. Un espectáculo de teatro donde los sentimientos de opresión y la búsqueda de la libertad están en constante lucha.
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Silenciados, es un excelente tema para ver y sentir.Sucede en cualquier espacio, donde se mueven los seres humanos.
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