El cine es ese arte que logra crear imaginarios colectivos e individuales y acierta siempre a jugar con un lenguaje propio con el que experimentar algo diferente a las demás disciplinas artísticas. Con el cine se puede soñar, se puede tener miedo, se pueden olvidar los problemas… y entre todas las cosas que es capaz de hacer el cinematógrafo, puede hacer que nos identifiquemos con las historias que nos cuenta en la gran pantalla. Normalmente lo solemos hacer con el tema universal y tantas veces retratado como el del amor. Pero hay otro que le sigue de cerca y que engloba las situaciones que reflejan las crisis de edad. Quizás la más marcada en el séptimo arte sea la crisis de los 30 porque la pulsión de identificación generacional es la más fuerte; los 30 pueden ser un punto y seguido para seguir construyendo nuestras vidas pero también pueden significar un punto y aparte, ya que se supone que es una edad de cambio, de madurez, de empezar quizás a bailar a otro compás.
El cine español ha sabido marcar el ritmo con algunas películas que han trabajado sobre ese imaginario social, centrado en los jóvenes, en sus oportunidades y en sus deseos de un futuro diferente en cada caso. En Bienvenido a casa (2006), David Trueba muestra una visión paternalista con el primer hijo que está a punto de llegar a las vidas de Eva y Samuel, cuando ninguno de los dos está seguro de la decisión que acaban de tomar de irse a vivir juntos. Ambos todavía están descubriendo cómo es el mundo profesional y en pareja y el futuro se les antoja difícil. Es una crisis familiar, como la que también queda patente en Las ovejas no pierden el tren (Álvaro Fernández Armero, 2015), cuyos protagonistas se han mudado a vivir al campo y, en paralelo, se muestra la crisis de los 45 de otro personaje que sale con una joven de 25 años.
Un buen recurso para retratar la crisis en los jóvenes es recordar el pasado, como sucede en la película Primos (Daniel Sánchez Arévalo, 2011), en la que el personaje central vuelve al lugar en el que pasó su niñez y juventud. Diego es un hombre familiar, que se siente perdido el día de su boda y su manera de arreglarlo es volver a pisar sus raíces para intentar buscar un futuro con Martina. Su crisis es personal y su meta es tener alguien al lado con quien superarla. Va acompañada además de los problemas de sus otros dos primos; uno que aún no ha encontrado su camino en la vida y deambula sin sentido, y otro cuyo matrimonio se rompe a causa de la opresión que sufre dentro de él y que juega con su salud física y emocional.
El deseo constante de cambio está presente en la década de los 30, mostrado como una reflexión de lo que se ha conseguido y lo que se quiere conseguir. El tema se trata con mucho humor en algunas ocasiones, como en Tres bodas de más (Javier Ruiz Caldera, 2013), en la que Ruth acude a las bodas de sus exnovios sin tener ella uno, sin saber nada acerca de su futuro por lo perdida que se encuentra sentimental y profesionalmente.
El humor también está muy presente y actualizado para tratar las relaciones personales en la recién estrenada película Los miércoles no existen (Peris Romano, 2015), en una puzzle de situaciones de personajes interconectados, entre paisajes urbanos, peleas, canciones, divorcios y búsqueda de una media naranja, como bien anunciaba su primera versión, la teatral, como “un retrato generacional” de las vivencias más cercanas con las que identificarse completamente.
El drama es la otra cara para representar el tema tratado. AzulOscuroCasiNegro (2006) fue la ópera prima de Daniel Sánchez Arévalo para hablar de “un estado de ánimo, un futuro incierto”, en la que Jorge ha dibujado un presente con estudios, trabajo y cuidando a su enfermo padre. Cree que su destino está construido por sus esfuerzos pero la incapacidad para conseguir un trabajo mejor o una familia sin tantos problemas se realza con la llegada de Paula, que le encierra metafóricamente en una cárcel de la que le será difícil escapar. Querer algo diferente no siempre es sinónimo de cambio y este protagonista lo aprende a base de responsabilidades que en principio no quería asumir.
Por último, las crisis generacionales tienen que ver inevitablemente con el contexto histórico del que se rodean los personajes y en el que nos toca vivir a los espectadores. Ficción y realidad se mezclan en numerosas ocasiones para hacer partícipe al público de una actualidad dura, que necesita ser superada tanto a nivel personal como social. Una crisis generacional es colectiva en Hermosa juventud (Jaime Rosales, 2014). Tan sólo una pareja puede demostrar las consecuencias de la crisis económica y de todos los problemas que ésta acarrea. Es una película dedicada a los que no pueden más, a los que se rinden y a los que tienen que emigrar y buscar trabajo fuera.
Un azote más intenso todavía, vive la pareja de Cinco metros cuadrados (Max Lemcke, 2011); Álex y Virginia se ahogan con una hipoteca que teóricamente les tiene que proporcionar un futuro estable, una familia, una vida que comenzar con la compra de un piso pero que, injustamente, no es sinónimo de nada de eso, sino que se convierte en una pesadilla social que les destruye y aleja de sus aspiraciones.
Pero el cine no es el único aporte artístico en el que podemos encontrar señales específicas de crisis generacional, de ese momento en la vida en el que nos toca hacer un parón y unas determinadas preguntas que nos ayuden a valorar lo que tenemos y lo que queremos conseguir. El teatro también se sirve de la búsqueda de las identidades propias y colectivas para afrontar los problemas de una crisis; en Todo irá bien (José Manuel Carrasco), Pilar tiene que superar el día que cumple los 30 años tras un intento de suicidio, en (Des)de los escombros (María Prado), varios jóvenes se intentan imaginar sus vidas dentro de cinco años, tomando el pulso a su cotidianeidad y amistades. Otro ejemplo es Cometiendo aciertos (Aitor Gata), que pone en escena situaciones comprometidas sobre cómo nos relacionamos, de todo lo que intentamos y de todo lo que fracasamos.
Los errores y las decisiones acompañan mucho al tema de la crisis de edad y las situaciones personales son equiparables, en la mayoría de las veces, a las sociales, ya que el contexto, la crisis y las circunstancias los compartimos todos. Aunque los retratos generacionales estén tratados con una presentación de los problemas, su desarrollo suele ir encaminado hacia las soluciones ya que, si pensamos positivamente, las crisis casi siempre significan nuevas oportunidades y hay que saber atraparlas y seguir adelante para estar preparados para la siguiente.
Un reportaje que trata a fondo el tema de la crisis de los 30 y que está muy bien argumentado con muchas películas de nuestro cine. Me he sentido identificado, espero que lo de las oportunidades sea verdad. Buen trabajo!
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Muy buen tratamiento de la crisis personal y de pareja en los jobenes , como de la crisis generacional, Es algo que sucede siempre. y es bueno que de las crisis salgamos fortarlecidos .
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