No es ningún secreto que vivimos en una cultura superficial y adicta a la imagen en la que se fomenta la obsesión por el cuerpo delgado y atlético. Si el cine, la televisión y la publicidad han sido decisivos a la hora de perpetuar este canon, las nuevas tecnologías y, en concreto, la revolución de las redes sociales, han supuesto el cenit cultural de este fenómenos tras el cual, como no podía ser de otra manera, se esconden potentes intereses financieros. El gran historiador del arte Francisco Calvo Serraller comentaba en una conferencia a propósito de la pasada exposición Mitos del Pop (Museo Thyssen-Bornemisza) que aún nos encontramos en una era pop, a nivel cultural y artístico, en la que los artistas se siguen apropiando de los lenguajes de medios de masas. Lo que parece igualmente obvio es que, del mismo modo, el gran aparato de los medios masivos no ha dejado de utilizar todas las herramientas que a un tiempo pertenecieron a las artes, una cuestión que han puesto en relieve publicaciones recientes como De Mona Lisa a los Simpson. Por qué las grandes obras de arte se han convertido en iconos de nuestro tiempo (Lunwerg Editores, 2014). Un conocido futbolista español ha inaugurado junto a su mujer una línea de centros deportivos en los que, consciente o inconscientemente, estos mecanismos parecen operar de nuevo.
1-Icono Vladímir, siglo XII. Galería Tretiakov, Moscú. 2-Henri de Gissey, Luis XIV como Apolo para el Ballet de la Nuit, 1653. Bibliothèque Nationale, París.
Un concepto tan huidizo y elástico como el del arte ha permitido que este fuera un vehículo propagandístico muy eficaz. El oro no es solo el metal más preciado del mundo, sino que desde pronto se vinculó a la luminosidad solar y, por lo tanto, a la divinidad. El resplandor áureo ha legitimado a dioses de culturas ancestrales como las precolombinas o la santidad de las principales figuras del cristianismo. Bizancio concebía las imágenes presentativas de Cristo, la Virgen y santos en un eterno fondo dorado, mientras que en el Barroco, cultura retórica, alegórica y grandilocuente, el pan de oro inundaba literalmente retablos y esculturas de madera. Ya entonces Luis XIV quiso apropiarse de esta simbología y, dotándola de una raíz clásica, se proclamó como el Rey Sol. En cuanto a su valor monetario, está claro que el oro es un garante de poder, algo que en el capitalismo está a la orden del día.
1-Copia romana del Diadúmeno de Policleto, c. 140-150. Museo del Prado, Madrid. 2-Augusto o Tiberio en desnudo heroico, c. 50 y restauración del siglo XVII. Museo del Prado, Madrid.
Por otro lado, la idealización del cuerpo es un invento de la Grecia clásica, en la que la mímesis de la Naturaleza se corregía mediante una noción mental y matemática de la armonía y las proporciones. Estas medidas también se asociaron a la divinidad y a la heroicidad, precisamente por lo abstracto y contrario a la realidad cotidiana que suponían. Los emperadores romanos abusaron del cuerpo apolíneo sin pudor alguno: se fabricaban anatomías perfectas de forma estandarizada mientras que las cabezas de los gobernantes eran intercambiables. Con cada repunte neoplatónico en la cultura occidental el canon griego reaparecía. No es de extrañar que el emperador Carlos V, queriendo establecer una genealogía alegórica con los romanos, se hiciera representar de esta manera por los Leoni. En episodios más oscuros de la historia humana, el perpetuar una imagen construida mentalmente sirvió como justificación para terribles matanzas y el intento de dominación mundial. El arte simpatizante con la causa nazi resucitó el ideal neohelénico para asimilarlo a la raza aria desde la pintura, la escultura y el cine, como es el caso del documental Olympia firmado por Leni Riefenstahl.
Volvamos al centro deportivo al que nos referíamos al comienzo de este escrito. Frente a una cristalera que da a la vía pública se sitúa la escultura dorada de un icono deportivo y mediático, los nuevos dioses de la cultura laica, ejecutando una épica pose de victoria con una anatomía perfecta. En su pecho se han pintado dos logotipos comerciales. El mensaje parece claro: el éxito y la fama unidos a un ideal estético, algo que beneficia la buena marcha del negocio y de marcas deportivas como la que patrocina con su nombre dicho trofeo a tamaño natural. Precisamente por lo asimilados culturalmente que están estos lenguajes de amplio recorrido histórico y tradición arquetípica, las asociaciones son inconscientes y la eficacia se torna muy poderosa. Podemos plantearnos si vivir persiguiendo un ideal que, precisamente por serlo, nunca podrá ser alcanzado plenamente, es una meta deseable o si, por el contrario, decidimos quitarnos la venda de la ignorancia y liberarnos de las nuevas formas de esclavitud del siglo XXI.
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