El bombardeo de Hiroshima y Nagasaki supuso un punto y aparte en la historia de Japón. Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, el país nipón aceleró el proceso de occidentalización y recuperación económica que lo ha convertido actualmente en una de las mayores potencias mundiales y en estandarte del consumismo capitalista. Takashi Murakami (1962), consciente de que las raíces de su nación se difuminaban, revolucionó el panorama artístico con el superflat, un movimiento que adoptaba el lenguaje bidimensional y colorido del manga y el anime para criticar la cultura otaku, la globalización descontrolada y la pérdida de identidad. Uno de sus colegas, Nara Yoshitomo (1959), fue el profesor de Tomoko Nagao (1975), artista japonesa que ha establecido su residencia en Milán con la lección bien aprendida.
En el entorno privilegiado de la urbe italiana, Tomoko ha desarrollado un lenguaje que, en clave superflat, se apropia de los grandes maestros del arte clásico –renacentista y barroco en su mayoría- para utilizarlos, de un modo que recuerda al Equipo Crónica, como símbolos de la civilización occidental que ha invadido su Japón natal. ¿Qué mejor metáfora visual de esta “invasión” que la Ola de Hokusai repleta de emblemas consumistas? La obsesión por los efectos del capitalismo extremo se traduce en un horror vacui de bolsas de Zara, consolas PSP, productos Apple, comida precocinada, YouTube y Hello Kitty (el Mickey Mouse nipón). Más allá de la reinterpretación en estilo anime, es la famosa gata la que presta su fisionomía –esos grandes y vacíos ojos- a personajes como la Venus de Botticelli o el Narciso de Caravaggio.
Como ha comentado Christian Gancitano, comisario del movimiento MICROPOP en Milán, todo en la producción de Tomoko es “una alegoría de la globalización”. El mayor exponente de ello es una serie de obras vectoriales, realizada en los últimos tres años, en la que podemos ver a Las Meninas de Velázquez como compradoras compulsivas, a Jesús abrazando una Hello Kitty o a Baco Enfermo navegando en Internet. Estas figuras se mueven entre el juego, la fascinación y la crítica más irónica, mientras que su brillante y magnífico colorido demuestra la herencia de la estampa japonesa y el pop americano.
A pesar de ser esta su facecta más conocida, Tomoko no ha dudado en insuflar “vida” a sus creaciones mediante el volumen y la pincelada, lo que dota a su repertorio kawaiizado de un aire inquietante que se concentra, sobre todo, en los enormes y expresivos ojos que quedan vacíos y amenzantes. Así desarrolla esta iconografía en el último proyecto en el que se ha embarcado: el POPUPREVOLUTION. Liderado también por el responsable de MICROPOP, pretende –por enésima vez en la historia- acercar el arte al grueso de la población mediante el uso de espacios públicos y objetos de consumo popular.
Sea cual sea el soporte, la obra de Tomoko sigue reflexionando en torno a la cuestión de los transvases culturales (tanto de Occidente a Japón como viceversa), la identidad y la tradición en el marco de la globalización y la destrucción de los límites entre cultura popular y arte elitista. Cabría preguntarse por qué desde la segunda mitad del siglo XX estos problemas han sido abordados recurrentemente por los artistas y por qué aún no han sido satisfactoriamente resueltos.
Podéis encontrar la obra de Tomoko Nagao en su página web http://www.tomokonagao.info/.