3 motivos por los que ir a ver sí o sí ‘El fantasma de la ópera, el musical’

Es el musical más longevo de la cartelera de Broadway y el más representado en el mundo. Y Madrid, por supuesto, no se iba a quedar sin acogerlo. Es El fantasma de la ópera, un encuentro de dos mundos que conviven en un mismo teatro y una apuesta perfecta con la que destacar en esta temporada bárbara de grandes estrenos.

El Teatro Albéniz se viste de gala para dar la bienvenida al misterio y a la pasión que cruzan sus caminos en una obra escrita por Gaston Leroux, adaptada por Silvia Montesinos y dirigida por Federico Bellone y que, de ninguna manera, habría que perderse.

1. La experiencia y la magia con la que el espectáculo envuelven

El juego de espejos comienza desde que entramos. En el escenario, nos recibe un inmenso reflejo, con el que muy pronto se da el primero de los respingos sobre el asiento. La voz del fantasma resuena en todo el espacio y su presencia ya se siente, a pesar de lo que tarde en aparecer ante nuestros ojos. Solo con su voz rondando ya se consigue un efecto hipnotizador que acompañará hasta su desenlace.

Por otro lado, el juego escénico aparece ante nuestros ojos con una producción impecable y unos efectos que reparten asombro entre el público. Es innegable el riesgo que se ha tomado y lo bien que ha resultado. Paisajes con profundidades, escenografías que se disfrutan en 360 grados y, por si fuera poco, magia en momentos clave forman la mejor de las trinidades ahora mismo en la capital.

2. Dos mundos encontrados y muy precisamente representados

Los contrastes y la separación de mundos es algo constante en este musical. Y su forma de plasmarlos es insuperable. Conocemos el famoso teatro en el que se desarrolla la historia desde varios puntos de vista. El lujo, los aplausos y las apariencias a un lado y el misterio, la oscuridad y la emoción latente del otro, con diferentes personajes unidos por la música. Una música a la que se unen las voces de un elenco excelente y detallista en registros. Se disfrutan en solitario, crecen en los números corales y llegan al sobresaliente con escenas que logran fundir lo mejor de cada mundo en un mismo rincón. Especial atención a Guido Balzaretti, que hace suyo un personaje que crece con gran acierto y es difícil olvidar por su acertada composición.

Cada labor técnico y artístico aúnan un musical que logra deslumbrar en los momentos en los que tiene que hacerlo y nos alienta a querer más de los secretos que esconde. La dirección musical de Julio Awad, las coreografías de Gillian Bruce, el vestuario de Chiara Donato, la iluminación de Valerio Tiberi y el sonido de Roc Mateu consiguen crear un mundo y aparte en el que querer vivir durante las dos horas y media de duración y algo más con lo que soñar después.

3. Gerónimo Rauch

A Rauch le deberíamos hacer firmar un contrato indefinido fijo eterno para que protagonice ya para siempre los musicales que se hagan en nuestro país. Hay actores que se suben a las tablas cargados de interpretaciones brillantes de libro y otros con una precisión interpretativa absoluta, pero no hay nadie que domine la pasión sobre el escenario ni desborde los límites de la actuación como él.

Su segunda vez protagonizando este espectáculo demuestra su arrojo y empeño en construir un personaje conmovedor, que hechiza por su dominio interpretativo y musical y permite que nos asomemos al pasado de este fantasma desde la intimidad de un deseo que no dista mucho del resto; ser aceptado y, quizás, amado.

Una apasionante historia de amor, muerte y desastre entre un genio de la música, que vive escondiéndose del mundo en las entrañas de un teatro y Christine, una joven con una voz celestial que no tardará en descubrir el terror que esconde bajo su máscara. ¿Podrá resistirse al hechizo del fantasma o será arrastrada a su mundo de oscuridad y locura?

Amanda H C

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