Siempre hay respeto y audacia a la hora de mirar a un clásico y ponerle en escena en el momento actual. Este sentimiento sublime se incrementa si el texto es de la calidad y complejidad de la pluma de Virginia Woolf. La compañía Teatro Defondo, de gran trayectoria a sus espaldas, ha cogido este reto de la mano, dejándose piel en cada escena, y lo ha traído al Teatro Quique San Francisco. Una propuesta rompedora con 5 actores y actrices en vanguardia con ganas de no dejarse nada en el tintero.
Orlando nos habla, a modo de biografía, de un personaje que intenta buscar su verdadera identidad a lo largo de la historia. Esto le lleva por escenas diversas, teniendo diferentes géneros también, que harán que tome mieles y hieles, además de encontrar ingenio y astucia para sobrevivir en un tiempo en el que las comodidades de las que ahora disfrutamos eran quimeras inalcanzables. En el transcurrir de los siglos, y gracias a los ojos de Orlando, asistimos al abordaje de temas como el feminismo, tratado por Woolf en otras obras como Una habitación propia, la transexualidad y las relaciones por conveniencia entre otras cuestiones. Todo ello tratado con cierta dosis de humor y utilizando el recurso del sueño y la transformación o el cambio después del mismo. Algo que también hizo Frank Kafka en su Metamorfosis, aunque eso es otra historia.
La adaptación de la novela de Woolf y la dirección en este montaje han sido llevados a cabo por Vanessa Martínez. Bajo su mano, ha crecido un proyecto coral en el que resalta la calidad y el enlace a elementos actuales, incluyendo, y sirva de ejemplo, una canción de Isabel Pantoja recitada. Estos desatan más de una carcajada en el espectador con un arte difícil de explicar con palabras.
De esta manera, una narración a priori densa, aunque de gran calidad, se vuelve diáfana, accesible y alegre a todo aquel y aquella que quiera conocer la historia del muchacho que empezó siendo amante de la reina Isabel I y se convierte en una mujer que tiene que espantar a los pretendientes que le surgen.
Gustavo Galindo, Pablo Huetos, Carolina Rocha, Pedro Santos y Rocío Vidal son los artífices de lo que se ve en escena. Sería indecente resaltar la labor de alguno de ellos porque todos hacen un trabajo tan perfecto que parece que lo que realizan sobre las tablas sale sin ningún esfuerzo. Biógrafos, reina y personajes de la corte u otras personalidades como Sasha dan vida al texto en una complejidad tal que tienen que cambiar de registro en un abrir y cerrar de ojos. Es el momento de quitarse el sombrero ante una actuación como esta.
En cuanto a los aspectos técnicos, la escenografía es obra de de Alessio Meloni y, aunque sigue la corriente actual minimalista y plagada de versatilidad, es muy acertada con el tema a tratar, al incorporar papeles y plumas al ser un texto biográfico y casi memorístico lo que se llevaba a cabo. Otro elemento a destacar es el vestuario; diseñado por Paola de Diego. En esta ocasión, se apuesta por ropas clásicas, acordes a lo que se trata en la obra, de calidad pero sin exceso de piezas recargadas. Teniendo una función muy clara que borda, nunca mejor dicho, que es situar al público y saber qué personaje aparece solo con el cambio de una, aparentemente, simple peluca. El mismo camino de excelencia siguen otros componentes de la técnica teatral como es el caso de iluminación de David Martínez o la animación de Chicken Assemble.
Ahora solo queda esperar que este Orlando vuelva a la cartelera madrileña y podamos viajar con él en el tiempo, espacio y en los sentimientos.
Inglaterra, siglo XVII. Orlando es un joven de la nobleza cuya curiosidad por la vida y amor por la literatura le llevarán a una vida llena de aventuras: será amante de Isabel I, dejará de envejecer, se enamorará de una princesa rusa, huirá a Constantinopla… Pero para poder completar su historia y acabar de escribir su poema El Roble tendrá que afrontar un gran desafío: una mañana al despertar es una mujer… Virginia Woolf plantea en una de sus obras maestras, llena de comedia y espíritu crítico, temas como el género, la identidad, la vida, el amor, la belleza o las convenciones sociales.
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