Desde el pasado 15 de febrero, las tablas del Teatro Infanta Isabel se visten de memoria y homenaje para hablar de dos grandes del Arte. Estos no son otros que Federico García Lorca y Carlos Saura. Vivencias, inicios, creaciones y un sinfín de elementos se dan la mano junto a música en directo y proyecciones diversas con una idea clara: realizar un viaje a la esencia vital de los dos. Un trabajo emotivo, duro y bello a la vez en días tristes, teniendo presente la reciente ausencia de su creador y director, que nadie debe perderse.
“Yo tengo un gran archivo en los recuerdos de mi niñez; de oír hablar a la gente. Es la memoria poética y a ella me atengo”. Estas palabras de Lorca podrían ser la base de lo que se ve y se siente en Lorca por Saura. En esta obra, se nos presenta una revisión de la vida de Federico desde su infancia en Granada, con la presencia fuerte de su madre Vicenta, hasta su asesinato, pasando por momentos clave como las vivencias en la residencia de estudiantes o su viaje a Nueva York. El relato, que se acompaña con clásicos del artista como Los cuatro muleros o de otros como es el caso de Joaquín Díaz (con El enamorado y la muerte) o José Antonio Labordeta con su Rosa rosae, está muy bien documentado y sabe trasmitir a la perfección con palabras propias y ajenas muy bien utilizadas en cada momento.
El trabajo artístico recae en tres intérpretes que ponen su piel y su alma al servicio de gran cantidad de personajes de un cariz muy complicado, en ocasiones, y muy distintos entre sí. Así, India Martínez encarna al gran poeta en todo momento, a la vez que interpreta la mayoría de canciones, Alberto Amarilla da vida a todos los demás personajes masculinos, como es el caso de Dalí, y Saturna Barrio hace lo mismo y con la misma buena calidad, en el ejemplo de los personajes femeninos como Ana María, por seguir con la familia figuerense. Todo lo que se lleva a cabo encima del escenario es de una excelencia brutal y habla de personajes que creen y viven para el arte de la interpretación por los cuatro costados. Lo mismo se le puede aplicar al pianista Antonio Bejarano, pieza clave en la música en directo de la obra.
Si bien todo es perfecto en el engranaje siempre hay alguna pieza que desentona por algún motivo. En este caso, es del trabajo de Martínez; si bien es bueno, increíble si hablamos de la parte musical como demuestran canciones como La hija de Juan Simón, los momentos interpretativos se quedan sin el brillo que merece el personaje. Y es que, si bien en principio se quiere dar a entender la visión de una joven sobre Lorca en la actualidad, este mensaje se queda diluido para convertirse en dos biografías parejas y con mucho sentimiento, pero sin ese aspecto inicial. Otros elementos que desentonan, a mi modo de ver, son la canción de Llegó con tres heridas de Miguel Hernández (sabida es la mala relación entre poetas) o la interpretación de Verde que te quiero verde, en tonos naturales y alegres cuando su trasfondo es dramático y lúgubre.
En cuanto a cuestiones técnicas, la escenografía, llevada a cabo por Saura e Isidoro Ponce, es minimalista y muy arropada por las proyecciones audiovisuales. Aún así, es adecuada y da justo peso a la obra. Igual designación se debe dar a la iluminación creada por Dan Tiberiu.
El vestuario sigue otro camino; diseñado por Almudena Ruiz Ara, cambia en más de una ocasión respetando el momento histórico en la vida del artista a la perfección. A destacar en este aspecto es el mono de la época de La Barraca o la capa roja utilizada en los últimos momentos del espectáculo.
Lorca por Saura es un homenaje al genio granadino mientras que es la revisión de la trayectoria vital de otro gran creador que estaba en los últimos momentos de su vida. Una pieza clave de esta temporada en los teatros madrileños.
El texto narra la vida de Federico García Lorca a través de los ojos de una mujer de nuestro tiempo, que recreará los momentos clave de su vida, desde su infancia en la vega de Granada hasta su fusilamiento durante la guerra civil. Para ello se juega con fragmentos de las obras escritas por Lorca combinados con otros escritos completamente exnovo por el autor de la obra, recreando ese estilo y ese lenguaje poético. El espectáculo incorpora el cine, la música, la fotografía, el baile y la pintura, convirtiéndolo en un montaje artístico que engloba diversas disciplinas.
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