El nombre Paola de Diego lo solemos leer al final de las fichas del equipo artístico de las obras de teatro, como firmante del diseño de escenografía, vestuario o plástica escénica. En el escenario, nos encontramos su trabajo de maneras variadas y siempre al buen compás de la estética, el ritmo y la narrativa de los montajes en los que participa y en los que imprime un carácter original y acogedor para el público. Tanto es así que los ojos más entrenados se dan cuenta ya enseguida del personaje extra que hay en las producciones en las que pone todo su talento.
Esta vez, su nombre ocupa un lugar más destacado. Como creadora, ha cambiado su posición de foco y el 6 de octubre, se estrenará como directora y dramaturga de El lugar y el mito en el Teatro de la Comedia. Lo hará con un diálogo contemporáneo a partir del mito de don Juan que se divide en cuatro partes: A) Antes de todo – Espacio expositivo (del 6 al 14 de octubre), B) La belleza y la seducción – Performance (del 18 al 23 de octubre), C) El engaño – Conferencia escénica (del 26 al 30 de octubre) y D) La devastación. Lo que queda – Espacio expositivo (del 3 al 13 de noviembre) en la Sala Tirso de Molina.
En este ciclo del don Juan que dedica el Teatro de la Comedia, ¿qué lugar ocupa tu propuesta?
Una mirada, no solamente contemporánea, sino también un proyecto que se abre a la periferia de los equipos artísticos, aquellos que no son los que normalmente centralizan una propuesta escénica (elenco, dirección). Esos elementos que quedan generalmente fuera, que llegan al final o más tarde o que directamente no llegan son los que ahora están más centralizados. Esta es una propuesta que pone el foco en el lugar donde nadie mira.
¿Cómo dialogas tú como creadora con este mito?
Es una pregunta complicada y creo que no tengo una respuesta nítida ahora, ni creo que la vaya a tener cuando acabe el proyecto porque, para mí, es una pregunta activa, a la que iré volviendo con el paso del tiempo, cuando haya acabado y hayan pasado años. Si revisito la pregunta, tendré respuestas muy diferentes. Pero creo que, en estos meses y desde que comencé este proceso de investigación y revisión, está suponiendo que me coloque en una posición que me permite preguntarme qué me incomoda, qué es lo que me molesta de este personaje, por qué se traduce en un mito un personaje así cuando, lo leas por donde lo leas, nos deja en un lugar bastante horrible a las mujeres, nos acota, nos territorializa, nos cerca, nos comprime… Esa relación directa de mirar de frente al personaje me ha colocado en el lugar de observarle desenfocado, de querer recortar su figura de la foto y trabajar con todo lo que hay alrededor.
De Diego se ha preguntado qué pasaría si el motor de creación es el espacio. Y si a ello se le van sumando sonido, música, iluminación, palabra, cuerpo y movimiento. Un espacio atravesado, en este caso, por una figura que se viene adaptando con frecuencia a lo largo de los siglos y que para ella “no hay posibilidad de perdonarle, ni justificarle o salvarle; es imposible aunque lo he intentado desde muchas vías. Tiene un marco que le está validando durante todo el camino”, comenta en nuestra entrevista.
En tu trabajo, siempre vemos relación con las plantas, con la naturaleza, cuéntame por qué.
Ha sido un proceso bastante inconsciente de búsqueda artística y a la vez personal. Con este proyecto, he reflexionado especialmente sobre lo que para mí es el lugar. Hay algo de origen; soy de un pueblo de Guadalajara y he tenido un contacto con el mundo rural y con el ciclo de la vida natural de los cultivos en mi infancia y adolescencia. Y cuando llegué a la ciudad, me apabullé y dejé de mirar esa tierra. Así, cada vez que he ido desarrollando espacios donde he sentido que algo estaba vibrando conmigo a la misma frecuencia, aparecía la naturaleza, sobre todo en procesos en los que tenía una escucha más activa. Hasta tal punto que mi doctorado versa sobre esto; estoy investigando las visiones escénicas de la naturaleza en los paisajes contemporáneos.
Y, ¿cómo se conecta don Juan y la naturaleza?
Esos donjuanes somos todas las personas que devastamos la naturaleza, interviniendo constantemente cuerpos y elementos ajenos y extraños a los que no pedimos permiso, a los que no miramos ni nos interesamos por las consecuencias, tales como paisajes, fondos marinos, ecosistemas o la propia construcción de las ciudades. Realmente, la naturaleza funciona como mito porque puede invadir lo que estamos interviniendo como espacio y nosotros como especie estamos invadiendo la naturaleza y, por lo tanto, somos ese mito que estamos atravesando. Ahí encuentro la relación.
El lugar y el mito es una única pieza, pero fragmentada en 4 movimientos o variaciones del mismo proyecto porque “para mí, el tener que centralizarlo en solo uno, dejaba fuera muchas cosas y era muy difícil darle el lugar y entrar en diálogo verdaderamente con las disciplinas que quería: la composición musical, el espacio sonoro, la iluminación, la fotografía, la videoescena, los cuerpos, el texto y la palabra de manera más desactivada y desarticulada”.
¿Para qué te gustaría que tuviéramos más tiempo?
Tener más tiempo para observar todo lo que hay a nuestro alrededor, sentarnos a contemplar. Y este proyecto tiene mucho de eso; sentarse a mirar y dejar que el tiempo se sostenga, entrando en otro ritmo y dejándose estar en el paisaje.
Describe tu propuesta con los sentidos.
Qué ves: un bosque de encinas enmarcado con una madera dorada, craquelada. Como un paisaje vivo que se desborda más allá del marco.
Qué hueles: a un verano seco, a avena, a hinojo al lado de la carretera.
Qué tocas: las hojas duras de las encinas que pinchan y se clavan, que son un poco hirientes, que gritan y te hacen gritar. Las ramas que van cayendo y crujen. Los dedales de las bellotas que se quedan vacíos del otoño anterior y van haciendo sedimento. Y mucho musgo y liquen.
A qué sabe: a crema solar.
La de Paola de Diego es una invitación a dejarse llevar, a explorar, a pausarse y a mirar y contemplar desde la perspectiva que elijamos en cada elemento de este nuevo dispositivo planteado. El lugar es la instalación y el mito son todos los cuerpos que pasarán por este espacio. Quizás descubramos que, como espectadoras, también tenemos otro lugar, otros espacios que seguir habitando. Y desde allí nos preguntaremos dónde habían estado antes.
¿Y si el motor de creación es el espacio? ¿Qué sucede cuando un proceso se inicia desde el espacio? ¿Y si la plástica escénica es la que moviliza el resto de recursos y herramientas teatrales? ¿Y si es el punto de partida sobre el que se van sumando sonido, música, iluminación, palabra, cuerpo y movimiento? Un espacio. Una instalación. Un espacio escénico y expositivo, interactivo y dialogante con los cuerpos y las palabras que lo van habitando. Un espacio que evoluciona a medida que el mito de don Juan lo atraviesa. La belleza de la naturaleza se impone una y otra vez, nos seduce, nos fascina y nos adentramos en el bosque, en el jardín o el laberinto. Nos enreda y engaña, haciendo honor al mito y nos devuelve de nuevo a la butaca, al teatro y a la vida que dejamos antes de cruzar el umbral. Una vez atravesados los cuerpos por el espacio, ¿qué queda?, ¿cómo se reconstruye?
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