Hablar de la figura de Pablo Raijenstein es sinónimo de sublime y espectacular. Estos términos definen a la perfección lo que crea en cada una de sus experiencias que se han dado en diversos lugares y localizaciones a lo largo de toda su trayectoria. Después de 10 años respaldado por el público, ahora muestra su buen hacer en el campo del mentalismo en el Museo de Cera de Madrid mientras que acaba de estrenar algo muy especial, con la base en el ya citado mentalismo, el simbolismo y la espiritualidad, en el Cementerio Británico. Siempre cultivando una “magia roja” para un “público que busca cierto tipo de experiencias”, pero también abierta todo tipo de personas dispuestas a vivir al máximo lo que allí se ofrece.
Hace poco, tuvimos oportunidad de charlar con él en el castizo barrio de Latina, muy cerca de la localización de una de sus propuestas, y acercarnos más a un arte tan antiguo como el ser humano y que todavía hoy, a pesar de todos los avances, sigue asombrando y sorprendiendo a todo aquel que se acerque a experimentarlo.
Lo primero que abordamos versa sobre los espacios elegidos para realizar cada una de las inmersiones en este universo. Cada uno de ellos es diferente y está elegido con mucho cuidado. Tanto es así que Pablo siempre apuesta por lugares donde el pasado esté presente y, así, “sea posible la unión entre realidad y mentalismo”, buscando lugares históricos y siendo pionero en este campo, aunque haya abordado otros como la televisión, prefiriendo apostar por espacios donde se respire historia y magia escénica.
Así, sus creaciones se han podido vivir en sitios como un anticuario, el espacio donde se levantaba el Teatro Novedades en Madrid fenómenos extraños, el Museo Thyssen, el Museo de Ciencias Naturales o en el madrileño Palacio de la Prensa con Mentalismo en el cine y Conspiración (un viaje bastante premonitorio, basado en el programa de la CIA llamado MK Ultra, de lo que ha acontecido después en la propia historia de la humanidad). Todo con un trabajo de investigación muy grande y bien hecho que habla de estudio y de profesionalidad hasta el punto de casi llegar a la bilocación al estar entre Barcelona y Madrid, con la originalidad por delante. Además, Raijenstein cuida al asistente en todo momento con la idea de “aglomerar generaciones” y “perder miedos” en lugares como los museos de cera, que tienen una larga tradición en la historia de los terrores de toda persona.
Y ello nos lleva a preguntar sobre el origen de su carrera, que comenzó en un primer momento en otros ámbitos, como el del arte dramático. En este punto de partida, se encontró con la figura de Erik Jan Hanussen, mentalista e hipnotizador entre otras cuestiones. “Leer su biografía me cambió la vida”, confiesa. Después de eso, conoció a un artista muy versátil, polémico en ocasiones, y con experiencias vitales parecidas a las suyas. Desde ese momento, el mentalismo se convirtió en el eje en todas sus creaciones, teniendo a otros “santos” como guía; Aleister Crowley, David Bowie y Bret Easton Ellis, entre otros.
Todo ello, después de un continuo estudio y aprendizaje que le han llevado a tener títulos como el de psicográfologo y le han guiado por un viaje en el que lo que le diferencia de otras propuestas es el gusto por el saber hacer y por nunca “quedarse en la superficie” de lo que trata; tanto con la historia como con las personas que acuden a ella. Y así buscar la obra de arte total. En sus propias palabras: “lo que me diferencia como mentalista es que tengo en cuenta que cada uno debe buscar su propio sello. Yo llevo el mentalismo a espacios donde se ven espectáculos con una experiencia completa e inmersiva, además de unirlo con el ámbito artístico. Un artista tiene que diferenciarse de los demás”.
En sus espectáculos, Pablo busca un trasfondo y una verdad en lo que hace e incluso los tiempos de pandemia le hicieron reinventarse. Precisamente en esos momentos oscuros del confinamiento, dio luz a su siguiente propuesta y creó La casa del mentalista, una propuesta que se ha convertido en la primera que se hace de este tipo en el mundo virtual. “Lo hice porque me salió al contacto con las redes sociales como vía de expresión. La verdad es que la idea fue un éxito, ya que en la primera semana se vendieron unas 500 entradas, haciéndolo todos los días”. Una gran proeza teniendo en cuenta lo difícil que es transmitir emociones a través de una pantalla. En paralelo, siguió desarrollando de manera virtual la experiencia del museo de cera, aunque, en cuanto se pudo volver, regresó al lugar original, pues no hay nada como la vivencia en directo, y siempre teniendo en la base el gusto por el misterio sin querer buscar el miedo gratuito. “Huyo de la palabra miedo y terror. Me parece un error anunciar algo como mansión del terror. El barómetro del miedo para cada uno es diferente”, aclara.
Sobre esta última creación, en la que ya trabajaba antes de la llegada del Covid 19, se han producido cambios a raíz de toda esta situación. Se han rebajado los momentos más intensos en relación con el miedo, buscando menos brusquedad en esas escenas, pero apostando siempre por conservar el espíritu de todo ello. Y es que Raijenstein comenta que “los expertos dicen que un poco de miedo controlado es positivo para el organismo. No hay nada mejor que pasar miedo controlado y agradable, momentos en los que realmente hay picos de tensión, pero no miedo fuerte. Está muy bien llevado y con respeto al público”, un respeto que busca en los espectadores, a los que se les explica en todo momento lo que van a ver y a quienes se les plantean unos límites que hacen que todo funcione a la perfección.
En este proceso, afirma sentirse agradecido por el público y encantado de ver las diferentes reacciones en cada momento, ya que los elementos emocionales son la guía y motor de sus proyectos, un clásico que no puede faltar para hacer el momento más complejo y atractivo. Al igual que una estética antigua, que hace homenaje a toda la historia espiritista que tuvo su momento de esplendor en el siglo XIX en varios lugares, incluido nuestro propio país en el que Pablo se siente “valorado y agradecido”.
La conversación va llegando a su fin, pero antes se abarcan dos temas importantes. Uno de ellos trata sobre si prefiere grandes acciones con muchos efectos u otras con menos elementos y más simbólicas. Ante ello, expresa que “menos es más en muchas ocasiones porque la emoción y la grandeza de una experiencia pueden ser mucho más grandes que una ilusión con pirotecnia. También porque lo más moderno es saber mirar atrás y mantener conceptos que a lo mejor van desapareciendo y son interesantes y que tienen que perdurar”.
La otra versa sobre la eterna diferencia entre varios términos que se suelen confundir y palabras como prestidigitador, mentalista, mago o ilusionista que se entremezclan, creando algo diferente aunque, a priori, son disciplinas distintas. Ante eso nos explica que “el mentalismo es una rama del ilusionismo que se basa en percepciones y en generar una especie de sentido; una sensación que se acerca al mundo de lo paranormal en ocasiones”.
Y así nos despedimos de Pablo Raijenstein, sabiendo que tiene nuevos proyectos a la vista donde el simbolismo va a tener un papel protagonista y donde el buen hacer va a brillar desde el primer momento.
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