Oriol Tarrasón es un rostro familiar en el Teatro Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa. Como actor, dramaturgo y director de teatro, suele ser buena señal su presencia de cualquier manera en un escenario. E ir a ver su trabajo en Otra vida no ha sido de ningún modo la excepción. Esta comedia sobre la amistad y las ganas de vivir se representa en la Sala Guirau bajo tres voces protagonistas diferentes, que conjugan una apuesta segura para mostrarnos que la vejez no es una simple etapa que apartar y dejar a un lado sino otro momento vital cargado de historias tan divertidas como modernas.
Todo gira en torno a una residencia, un lugar que representa un adentro calmado y sin aventuras si se ve desde fuera. Pero todo cambia cuando nos adentramos a conocer a cuatro personajes centrales cuyo día a día está marcado por talleres de puzles y plastilina, desayunos de 6 a 8 y la escucha de Radio Diálisis, en la que parece haber más despedidas que canciones.
El elenco es un tablero de juego con el que divertirse y acercarse a ciertas reflexiones que tienen que ver con la edad, pero también con la vida en general, independientemente del número de primaveras que tengamos sobre nuestro cuerpo. Lo más probables es que los personajes interpretados por Beatriz Carvajal, Jesús Castejón, Juan Gea y Beatriz Arjona no se hubieran encontrado fuera de allí, pero sus caminos se cruzan con buen ritmo, con el humor suficiente para sobrellevar sus dramas y con la astucia de un cuarteto de actores y actrices cuyo recorrido y viaje emocional da gusto seguir desde la butaca.
Este texto y dirección de Oriol Tarrasón se desprende de cualquier prejuicio y estereotipo para mostrarnos una historia de amistad y de vínculos sentimentales que va mucho más allá de la edad. Porque el tema principal de tres amigos que se resisten a ser apartados de la sociedad por ser mayores trasciende y nos lleva a ver escenas en las que la relación entre padres e hijos, la soledad desde más perspectivas que la enclaustrada en una residencia, el sexo o el peso del pasado son expuestos de la mejor manera posible; sin medias tintas y con la seguridad de una dramaturgia potente y sin recelo por manejar ciertos temas que cuesta ver en los escenarios. Una de las mejores cosas de esta pieza es que no hay excusas precedentes en la construcción de diálogos, cargados de realidades que merecen el foco; sin preparatorio, la muerte aparece de manera inmediata, la soledad ataca de frente y las diferentes relaciones creadas en este microcosmos se hacen cada vez más grandes y efectivas gracias a la palabra.
Con esta actitud directa, nos damos cuenta enseguida de que la introducción en la frase “para estar solo no hace falta ninguna cuota” se hace efectiva y se desarrolla con acierto desde varias posibilidades. Esta sintonía es posible recorrerla también gracias a los trabajos de Felipe Ramos en el diseño de iluminación, Gabriel Carrascal en la escenografía y el vestuario y Jordi Agut en el diseño de sonido.
No sería de justicia apartar de cualquier publicación la labor de los y las figurantes Carmina Arcones, Pablo Benito, Pepe Blanes, Maribel Gandara, Maribel Guinea, Feli Leiva, Catalina Lozano, Ana Martín, Victoria Ortega, Teresa Prieto, Francisco Redondo, Gloria Retana y Mayte Ylera ya que su presencia, constantemente equipada de sentido, hace que este montaje de LAZONA brille y tenga un empaque perfecto.
Tiene setenta y cuatro años y se llama Marta. Pero a ella nunca le gustó ese nombre. A partir de hoy se llamará Solange. Decidida a cambiar de vida se dispone a convencer a Ernesto y Mateo, sus viejos y apáticos amigos, de que a los tres todavía les queda mucho por vivir. Las ganas de Solange por empezar una nueva vida acabarán provocando un montón de situaciones absurdas y divertidas que transformará a nuestros protagonistas para siempre. Pero empezar otra vida no será tan fácil como ella cree.
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