La primera vez en las artes escénicas de nuestro país para el autor iraní Amir Reza acontece estos días en el Centro de Cultura Contemporánea Condeduque. El 11, 12 y 13 de marzo, se ha podido ver Timeloss, una pieza que arranca en una historia construida hace ya muchos años y que enraíza directamente en aquel tiempo marcado por la cámara y en el deseo inhóspito, todavía a día de hoy, de querer unirlo al presente.
Sobre el escenario, mesas y sillas en dos focos inamovibles, esencia de la producción en la que se mira, Dance on glasses, en la que se refleja con éxito y domina hasta su evolución. “Timeloss es una obra sobre la abnegación que trata del pasado; no tanto de arrepentirse de él como de rechazarlo. No tanto del pasado, como de cómo se ve el pasado”, según palabras del director.
Remarcando la incapacidad de hombres y mujeres para levantarse y desde una obra escrita en una carta y en forma de deseo furtivo de regresar a aquello que no se alcanzó a vivir nunca, las escenas se van mirando para reconstruirse y se asimila el paso del tiempo a través de un diálogo arrojado de frente al público sin titubeos, aunque su inicio sea un recreo de números y de astucia. La misma quizás con la que ambos personajes se relacionan después de intentar olvidarse y de pasar años separados, con intervención de la censura incluida, que se va colando lenta y sutilmente durante la función a partir de una tercer voz que nombra y que no vemos.
La obra repite la situación y los diálogos de su predecesora, bajo un ingenioso pretexto: los dos actores (interpretados, en realidad, por una pareja diferente) se reúnen 10 años después para doblar una proyección de vídeo del espectáculo, cuyo sonido se ha visto comprometido. Les encontramos en un ensayo, sentados en mesas separadas, con los guiones delante, trabajando en una escena central, mientras el vídeo se reproduce por encima de sus cabezas. Interrumpen el ensayo para discutir sobre lo que ocurrió la noche de su ruptura; él intenta hacerse querer por ella, ella se resiste a sus avances. Pero tan pronto como parece que se refieren a su propia historia, también es el mismo lenguaje en la obra. Los límites se confunden y la obra navega entre unas voces que no cambian a lo largo del tiempo, pero entre dos vidas que sí lo han hecho por separado. La ficción y su realidad se diluyen en un juego entre tiempo y espacio que sorprende y conmueve por el remolino emocional que convoca en poco más de una hora.
Timeloss es la primera de las tres que componen la Trilogía del tiempo de Amir Reza, que completa con Hearing y Summerless y se enmarca dentro de la programación internacional que acoge Condeduque desde este mes de marzo hasta junio, con seis citas artísticas con las que disfrutar y con las que acercarnos a conocer nombres relevantes de la escena internacional desde Madrid.
Una obra que no ofrece ninguna respuesta porque quien la escribió siente que ha recibido una lección como su público. Las respuestas y soluciones las deja para los políticos y las emisiones de televisión. Quizás se ha vuelto un poco más pesimista. Por lo menos, al final de Dance on Glasses, cuando el hombre ve que iba a perderlo todo y que la mujer le iba a dejar, se levantó y se acercó a ella con la esperanza de retenerla. En Timeloss, cuando el hombre lo pierde todo, se queda como está, feliz de mirar. “Timeloss es una obra sobre la negación de sí mismo. No trata del pasado, sino de cómo se ve el pasado. Así que no importa si has visto Dance on Glasses, que no es más que un objeto, un pretexto para mirar hacia atrás. Como Orfeo, que se da la vuelta y mira, sabiendo que al hacerlo podría alterar dramáticamente su destino”, subraya el propio Amir Reza.
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