Los lunes del Teatro Reina Victoria son del príncipe de Dinamarca. Con texto de Richard James y bajo la dirección de Gabriel Olivares, dos actores en escena ponen sobre la mesa una nueva lectura de este clásico tan presente, pero tan desconocido a la vez por el gran público. Comedia y tragedia se unen para crear una de las sorpresas más gratas de la temporada; Yo soy Hamlet.
La obra introduce al espectador dentro de los avatares de una compañía amateur que está pendiente de poner en cartel una nueva versión de la obra del Bardo. Para ello, después de varias desdichas, se encuentran inmersos en la búsqueda de un protagonista. Por casualidad, un joven se entera de la vacante y decide probar suerte. Director y aspirante trabajan juntos hasta llegar al final que será inesperado para todos y todas.
Así, durante la representación, se asiste a un viaje lleno de enseñanzas teatrales y se ve exactamente cómo es el trabajo dentro de una compañía de estos circuitos vitales en el mundo real. Todo ello respetando el espíritu de la obra original, aunque con bastantes guiños a la cultura pop, como es el caso de El rey león (mítica cinta de Disney que marcó a toda una generación siendo a su vez una versión de Hamlet). Arte dentro del Arte que hace que esta creación sea original y de gran calidad.
Y es que, en el fondo, lo que William escribió hace tanto tiempo atrás sigue siendo vigente en nuestro siglo aunque haya móviles o redes sociales. La traición, el amor o la venganza siguen estando a la orden del día y si no, solo hace falta echar un vistazo a las noticias. Así que mejor tomarlo con humor, aunque sea algo efímero al que sobreviene una tragedia.
Leo Rivera y el ya citado Gabriel Olivares son los dos artífices de esta creación en cuestiones actorales. Ellos dos solos llevan sobre los hombros el peso de la función y sus interpretaciones no tienen un “pero” posible. Todo está impecable y más en los momentos cómicos en los que el público no puede aguantarse la risa ni por un momento. Siendo esto una de las labores más difíciles que se puede llevar a escena con éxito. Rivera interpreta al joven Simón Prendado, quien busca un hueco en el teatro y conocer gente mientras que Olivares es el veterano director de la compañía que, en un principio, hastiado sufre pero consigue recuperar el amor a este arte con la evolución de su futuro alumno. Cada uno en su rol está perfecto y es de destacar la evolución y el cambio de carácter que tiene que llevar a cabo Rivera en la escena. Para quitarse el sombrero.
En cuestiones técnicas, se sigue la tendencia actual de utilizar poco atrezo y decorados, detalle de El Reló Producciones que nos vuelve a conquistar. Realizado, al igual que el vestuario, por Marta Guedán, son de agradecer todos los elementos utilizados: desde unas sillas metálicas que sirven hasta de cama, a una cafetera que impregna de olor la sala a pesar de llevar mascarilla. Y es que todo gira en relación a la época actual y a un local de ensayo, así que todo encaja sin distracción. La iluminación va por el mismo camino. Creada por Ricardo Rey, nos habla del lenguaje del teatro a la vez que crea la atmósfera ideal y genuina para la obra.
Teatro dentro del teatro, al igual que haría Shakespeare, en el que se ahonda en la comedia, en la tragedia y en el thriller dejando claro que muchos personajes de antaño son las personas de hoy. Modernidad en estado puro.
Tomás Torres, director de una compañía de teatro amateur, semi- profesional, llega al teatro por la noche para solucionar un problema urgente. Con los ensayos a punto de empezar, se ha quedado sin actor para interpretar a Hamlet. Esa misma noche, se presenta en el teatro un desconocido, Simón, un chaval que acaba de llegar a Madrid. No tiene ninguna experiencia teatral, pero insiste en hacer la audición y tener una oportunidad para interpretar a Hamlet.
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