Era el 2016 cuando la campaña de San Valentín de unos grandes almacenes históricos de nuestro país encargaba bajo la etiqueta #LaSuerteDeQuererte cinco cortometrajes al director de cine Roberto Pérez Toledo, como ya había hecho el año anterior. Entre este puñado de trabajos, en los que se mostraban diferentes formas en las que se vive el amor, uno destacó fulminantemente; Sí a todo. Se quedó bien guardado en nuestras memorias, tanto para las personas que ya seguían ávidamente la trayectoria de este también guionista y productor como para aquellas que le conocieron en aquel momento.
En estos días de 2022 en los que ya nada tímida la fiesta de Cupido vuelve a estar brotando en los escaparates, la continuación de aquel largometraje se representa en el Teatro María Guerrero bajo el título Manual básico de lengua de signos para romper corazones. Pérez Toledo vuelve a firmar la autoría y la dirección de una historia de amor atravesada por la reconciliación con uno mismo y los diversos puntos de vista en los que la forma de nombrar el amor puede aparecer.
Lo que comenzamos a ver es el principio de una relación que se va alargando con el paso de las estaciones, entre ejercicios prácticos de lengua de signos, pasando por la negación de la sexualidad hasta un ensayo de ruptura que se tuerce más de lo esperado. Pero que las futuras espectadoras y espectadores no se asusten; la tónica endulzada y esperanzadora de este director lanzaroteño sigue presente también en el escenario. La catástrofe no es visible en ningún momento aunque esto no significa que el drama no haga su efecto de entrada justo cuando es necesario.
Carlos Soroa y Enrique Cervantes son los protagonistas de esta obra sobre diversidad, tolerancia, identidad e inclusión. Este dúo formado por un sordo y un oyente hace crecer su flechazo y es difícil no emocionarse con cada vivencia personal y en pareja que experimentan. Les acompañan en escena María José López y Aarón Caldas, este último a modo de Spike, el inolvidable compañero de piso en Nothing Hill, salvo que en una versión con mejor físico, mejor salseo y muchas mejores frases que sirven para ir hilando la relación que ocurre en la habitación de al lado.
En este intento de entender y en el logro de hacer accesible lo inaccesible, destacan las labores de iluminación de Rodrigo Ortega, la música de Alejandro Ventura, el vídeo Edgar Córcoles y la escenografía de Alessio Meloni, tan obvia y desactualizada que logra que se pierda la magia que podía haber acogido este espacio casero que el público se acerca a observar por una mirilla.
Esta producción original del Centro Dramático Nacional se podrá ver en La Sala de la Princesa hasta el próximo 13 de febrero y es accesible todos los días para personas con discapacidad auditiva (nos tendríamos que estar preguntando por qué no lo son todos los días todas las obras de la cartelera). Una comedia romántica para disfrutar y, por qué no decirlo ya que me pasó a mí, aprender más y mejor sobre la forma de nombrar, signar, amar y comunicarnos.
Lucho es sordo, pero Jaime tiene mucho que contarle. Es invierno y los dos acaban de conocerse. El primer flirteo en un centro comercial ha desembocado en un paseo por las calles de Madrid y, después, sus pasos les encaminan hacia el piso de Jaime. A la mañana siguiente, Jaime arranca a un esquivo Lucho el compromiso de que le enseñará lengua de signos. Y así Lucho se convierte en presencia habitual en la casa, con permiso del compañero de Jaime, Pote, que también hace buenas migas con el recién llegado.
Más teatro