Estos días en el Teatro Reina Victoria se puede ver en escena Desmontando a Séneca, una creación bajo la dirección de Juan Carlos Rubio que presenta al espectador un monólogo sobre la existencia humana de la mano de Jorge Javier Vázquez.
La obra, formada con textos de Séneca, del ya citado Rubio y Luis Miguel Serrano, es una reflexión sobre la vida. Aprovechando el legado del antiguo filósofo (conocido gracias a De la brevedad de la vida traducido por Rosario Delicado para ediciones Antígona), Jorge Javier Vázquez explica su proceso vital e intenta que el espectador haga lo mismo. Que reflexione sobre lo que se ve y lo que no, lo que es verdad y lo que es mentira ,y sobre todo, que se dé cuenta de que, al final, todos vamos a acabar igual. De este modo, asistimos a momentos familiares, al recordar la figura de su padre y con ella a toda una generación, vivimos con él su enfermedad y el modo que tuvo de superarla y nos reímos de todo para, en realidad, ver el lado bueno de las cosas. Lo que realmente merece la pena vivir.
Todo ello acompañado de varias enseñanzas sobre las estructuras de los discursos clásicos mientras que se pretende contestar a lo que Séneca dijo en el pasado, en una especie de combate del que nadie sale vencedor ni vencido. A la vez que no falta el humor necesario para sobrellevar la vida encarnado en otro personaje, me refiero al técnico y ayudante de nombre Manuel (encarnado por Manuel Alvariño), que colabora de muy mala gana con Vázquez y aporta varios gags graciosos a la obra y actuaciones musicales del protagonista en varios estilos.
Ahora bien, si a priori esto puedo sonar fantástico y con una conexión con la historia de la literatura universal muy fuerte, véase la famosa elegía funeral titulada las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique, las expectativas decaen por la forma en la que se lleva a cabo. Verdad es que es muy acertado acercar los textos clásicos con elementos actuales al público general y hacerlo de una manera divertida además de amena. Pero la interpretación falla.
Jorge Javier Vázquez realiza un trabajo en el que no hay ningún personaje. Es él mismo, con sus virtudes y defectos, trayendo a esta creación cuestiones de su trabajo en televisión y su forma de actuar en la misma. Así que, mientras el texto pide esta muestra de su forma de ser, la obra funciona pero el problema viene cuando declama fragmentos del texto de Séneca dirigidos a un familiar de nombre Paulino que en el montaje es “interpretado” por una rata de peluche. Así, no transmite lo que la narración pudiera dar de sí y, ya que se utiliza una fábula en la obra, mirando al pasado se parece al “loro maldito que se gloriaba del santo” de la pluma de Cayetano Fernández. Este que recitaba sin saber lo que había dicho. Pues con Vázquez, en estas partes técnicas, da esa sensación, ya que las dice al público rápido y como queriendo quitarse un peso de encima. Algo bastante imperdonable a quien se sube a escena y más teniendo en cuenta que la obra no está en su época de estreno inicial.
Si bien es cierto que es de alabar la forma en la que sabe captar al público y hacerlo suyo con risas y otros elementos. Incluso llegando a reírse de él mismo.
En cuestión del mundo técnico, la escenografía creada por Curt Allen Wilmer y Leticia Gañán es de carácter minimalista pero funciona bien en escena. Las letras en color rojo con el nombre del ilustre cordobés son multidisciplinares y encajan a la perfección visualmente al igual que otras sorpresas que se ven a lo largo de la función. El vestuario diseñado por Fermín Romero está en las mismas condiciones que lo anterior. Importante la toga de carácter diferente que en un determinado momento da mucho juego en manos de Vázquez.
A su vez, destacan los audiovisuales que son perfectos para introducir los datos históricos que precisa el montaje siendo creación de Emilio Valenzuela.
Todo esto nos dice que Desmontando a Séneca es un trabajo solo acto para fans del presentador y filólogo. En el que no faltan sus giros cómicos, sus autores favoritos (es el caso de Jaime Gil de Biedma al que ha citado en varios momentos en su carrera), sus allegados como Kiti Mánver (esta vez con su voz) y sus temas favoritos. Para quien espera a Séneca en estado puro, esta no es una creación para su disfrute personal.
Jorge Javier Vázquez quiere dar un discurso. Pero no un discurso cualquiera, no, para nada. Un discurso sobre el libro De la brevedad de la vida, de Lucio Anneo Séneca, el gran filósofo cordobés. ¿La razón? Cansado de que todo el mundo considere frívola su labor en televisión, y después de sufrir un ictus, cree que ha llegado el momento de ponerse serio y compartir con el público algunas de las cuestiones fundamentales que nos preocupan a todos: ¿Qué es la vida?; ¿Qué hacemos para aprovecharla?; ¿malgastamos nuestro bien más preciado, el tiempo? Sin embargo, y a pesar de los constantes esfuerzos de Jorge porque su charla vaya por unos derroteros rigurosos y profesionales, una sucesión de catastróficas desdichas, que él deberá aguantar con ese estoicismo que Séneca predica y que él quiere adoptar, harán que su discurso se vaya convirtiendo en una auténtica romería. Y es que, ya que la vida es tan breve, ¿no debemos intentar que al menos sea lo más divertida posible?
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