La obra que ha dado inicio a la temporada del Teatro de la Abadía brilla con luz propia gracias al deseo de una de sus protagonistas por dar a conocer y contar la historia (o parte de ella) de Helen Keller. Por ello, desde el pasado 16 de septiembre, la Sala José Luis Alonso acoge el peculiar y personal universo de la escritora estadounidense del siglo pasado y lo hace explotar en un presente cargado de emociones.
Cada átomo de mi cuerpo es un vibroscopio fue una idea original de Eva Rufo a partir del libro de Helen Keller que está teniendo su esperado desenlace estos días bajo la dirección de Rakel Camacho, quien comparte la firma del texto junto a David Testal. Ambos han configurado una dramaturgia que comienza con la importante presentación de la figura de Keller, una niña que, con unos meses de edad, quedó ciega y sorda, incomunicada y enclaustrada en su propia oscuridad, a raíz de una enfermedad. Del exterior, llegó su maestra, Anne Sullivan – Esther Ortega –, quien le ayudó, le cuidó y le transportó a una vida tan cotidiana como pudo, hasta llegar a convertirse en la primera mujer sordociega graduada en la universidad en EEUU. A partir de esos minutos iniciales que nos sirven como introducción, las diferentes escenas se ensartan en un tejido escénico más en presente, casi en autoficción, y con un mensaje clave para despegar en pos de descubrirse en plenitud, tengamos las capacidades que tengamos.
“Conocía la película El milagro de Anne Sullivan pero no sabía en qué se había convertido esa niña que, con 9 años, encontró la llave del lenguaje”, contaba Eva Rufo, quien tiene un amplio conocimiento de Keller, poeta, oradora, sufragista y escritora “de una altura poética que he encontrado en pocas personas y que me recordaba mucho a Santa Teresa”. Para comenzar este proyecto, Rufo tuvo una idea inicial clara: “Quería saber qué le pasa por la cabeza y por el cuerpo a alguien con una limitación física tan brutal para hacer el viaje del lenguaje”.
Este espectáculo tiene una calidez especial, ya que su tratamiento sobre el amor y los cuidados y sobre cómo alguien llega a ser quién es gracias a la dedicación completa de otra nos ofrece una pequeña luz que ir componiendo con nuestros propios sentidos e imaginación desde el patio de butacas. “No buscamos contar la vida de Helen Keller o de Anne Sullivan sino ponerla en comunicación con las nuestras, con las vidas de las actrices y que el público conozca y empatice con una realidad que no es habitual, con la que no solemos estar en relación”, explica Rakel Camacho.
En este camino de creación, han contado, entre otras personas, con el asesoramiento y el movimiento de Julia Monje, permitiéndose un trabajo artístico de la que las propias actrices se empapan, “abordando conscientemente límites que no tenemos para entender los que sí que tenemos”, a través del al juego que permite el teatro.
Esta obra dramática e inclusiva profundiza en los límites humanos así como en el de las palabras, en los universos que encierran y nos encierran, de aquello que asumimos como imposible y la manera en la que nos limitamos. Lo curioso es que esta pieza sabe hablar de todo ello y de más temas sin forzarlos a pasar por un látigo de culpa o de juzgar si está bien o mal, dando la oportunidad única a cada espectador y espectadora de imaginar su propia historia y de juntarla con lo que ocurre en escena.
Y como uno no brilla sin los que tiene alrededor, Producciones Rokamboleskas en coproducción con Hugo Álvarez Domínguez y el Teatro de La Abadía firman la coproducción de Cada átomo de mi cuerpo es un vibroscopio que se podrá experimentar, con casi todos los sentidos, hasta el 3 de octubre.
Cada átomo de mi cuerpo es un vibroscopio es una suerte de poema existencial creado a partir de la historia de dos grandes referentes: Helen Keller, escritora, oradora, activista y poeta sordociega, y su maestra y artífice Anne Sullivan. Juntas, gracias al tacto y a la imaginación, alcanzaron el paraíso y trascendieron la idea de límite. Es la historia de Eva y Esther puesta en comunicación con el universo Keller-Sullivan, a través del cual trazamos un camino de comprensión en el que la percepción, el lenguaje, el pensamiento y la mística, construyen un mundo propio transformando las tinieblas en luz. Eva y Esther nacerán para encontrarse y co-crearse la una a la otra, tomarán consciencia de esos límites visibles e invisibles que todos poseemos y que, una vez los hacemos conscientes podremos crear oportunidades con ellos, sublimando nuestra experiencia vital.
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