No sé mucho más que unas pinceladas de la obra con la que Teatros del Canal inaugura temporada este año así que acudo a El alivio o La crueldad de los muertos con la sensación de guarecerme en una instalación salvaje y artísticamente luchadora.
La procesión de personajes aparece ante nuestros ojos nada más entrar en la Sala Verde. El telón levantado no da tregua y enseguida nos sentamos a observar las particularidades de 6 figuras en un suelo pedregoso preparadas para iniciar la lucha en cualquier momento. Nata, Sergio, Jessica, Tomás, Albert y Alicia se terminan de acicalar y comienza el espectáculo.
Este es el tercer montaje propio que crea y dirige Rubén Ochandiano. Claro que también es su sexta vez dirigiendo si contamos los textos de otra autoría, como aquella vez en el pequeño hall del Lara deshaciendo a la familia de La Gaviota, montaje que a mí ya me bastó para seguir muy de cerca su trabajo por el impacto que me llevé. Ochandiano sigue haciendo de las suyas y esta vez enseña la intimidad de otro clan, a la vez que nos coloca en la perturbadora posición de mirarnos como grupo reflejado en el mismo escenario.
En esta historia, todo va mal. La felicidad ha sido suplantada por la fatalidad en contra de cada personaje y, como si fueran personas mayores, cada una sufre diferentes achaques y problemas con los que dibuja su infructífera vida. No es que estén perdidas; lo que sucede es que su “dolor” lo tapa todo.
El animalario lo forman Nata Moreno, Sergio Mur, Jessica Serna, Tomás Pozzi, Albert Mèlich y Alicia Rubio (a quien demasiado poco se ve en teatro con el bárbaro trabajo que siempre hace). Cuando en el encuentro con el público, que tuvo lugar el pasado viernes, un espectador preguntó por qué no se les ha cambiado los nombres, el creador contestaba claro: “porque es un truco que te coloca aquí y ahora y porque la propuesta tiene que ver con jugar al metateatro”, de manera que esa farsa creada les permite exponer algo personal de lo que sacar partido. Este requisito fue una prueba para que cada une se preguntara qué tenía más cercano con su personaje y qué le distanciaba.
En palabras de Ochandiano, la obra habla de lo enfermos mentales que podemos estar cualquiera y del peligro del vacío del discurso biempensante. Para desarrollar todo esto, su gremio fue el elegido ya que “es el que conozco y porque para hablar de esta especie de conciencia social preformativa en la que habitamos a día de hoy, esta cosa de tener que adherirse a un pensamiento único sí o sí, pensé qué mejor mundo si lo tengo en bandeja”.
“Rubén nos ha puesto un gran reto delante, el de entender la mente de seres que, a priori, no se parecen nada a nosotros”, contaba Nata Mateo, el primer centro de atención por la celebración de su fiesta de cumpleaños pero cuyo personaje solo es la excusa para dinamitar la historia de la verdadera protagonista: Jessica, la empleada del hogar. Las características con las que se nos presenta, mujer latina de mediana edad, no son fortuitas y ayudan a desenhebrar sus conflictos hasta un final que se nos queda restregado hasta bastante tiempo después de abandonar la sala. Porque aquello está también dentro de nosotros.
Una larga lista de nombres figuran en el equipo que no se sube al escenario, como Sandra Vicente, quien con su trabajo en el espacio sonoro envuelve la función es un disfrute constante, Rafa Lladó en la escenografía, coninvitaciones por doquier a entrar en esta fantasía, y Javier Monzón en las coreografías, danzas que forman una composición de movimientos que se acomoda con gusto al tono de farsa y que crean una identidad concreta hecha a medida para cada personaje.
Con los problemas del primer mundo conjurados en una noche, esta obra resulta ser un espectáculo brillante que acierta no solo en trasladar inquietudes elitistas como la insatisfacción crónica, la incapacidad para ser felices o la constante búsqueda del bienestar a un espacio escénico, sino en destriparlas sin piedad. Esto es un reto muy difícil de conseguir que hay que aplaudir cuando se consigue a través de un reflejo nuestro tan cotidiano como una fiesta entre amigos. Si estamos condenados a la mentira, a los prejuicios y a la atrocidad más sádica, estos monstruos en escena tienen argumentos más que cabales para hacernos entender nuestro destino.
El alivio o La crueldad de los muertos es una coproducción de Teatros del Canal, Los Montoya, Amici Miei Produccions, Teatre Principal de Palma y Rubén Ochandiano que se podrá digerir hasta el 19 de septiembre. Feliz velada.
La noche de su cumpleaños Nata organiza una pequeña reunión en casa para festejarlo con sus amigos íntimos. Mientras beben y bailan en el salón, la fiesta es servida por Jessica, una mujer latina de mediana edad que será testigo de las mentiras, complejos y prejuicios de estos personajes. El alcohol, la ansiedad y el devenir de la noche darán lugar a un fin de fiesta inesperado.
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