El Teatro Capitol Gran Vía apuesta por la tradición y la danza para la oferta cultural de las tardes del verano madrileño. La opción escogida es Carmen, creada por G. Bizet, en las manos artísticas del Ballet Flamenco de Madrid. Uno de sus espectáculos estrella, junto a otras obras como España baila flamenco o Carmina burana, que ahonda en nuestras raíces al son de ópera, flamenco y canciones tradicionales.
La historia que narra esta creación es de sobra conocida: Carmen, una gitana con mucho bravío y belleza, pasa sus días entre las calles sevillanas y la tabacalera donde trabaja. Es fuerte y libre y ante esos encantos cae seducido el militar don José. Por ella es capaz de cambiar sus ideales y su forma de vida. Pero lo que no sabe es que lo que más le enamoró de la muchacha, dejando hasta una relación anterior, es lo que le va a hacer perder el juicio. Todo termina en un funesto final al meterse por medio el torero Escamillo. Desde ese momento, los celos, la pasión, el destino y otras cuestiones toman la dirección de esta historia que no ha cambiado desde su creación.
Y esto mismo, sin un ápice de diferencia, es lo que nos presenta esta versión dirigida por Luciano Ruiz Salazar, quien también ha estado al mando de la coreografía. Y así, nos encontramos con un espectáculo de danza con actuaciones musicales de calidad y en directo (aunque no siempre) pero que necesita una renovación. No puede ser que, a día de hoy, se siga a pies juntillas la idea de que Carmen, como mujer poco recomendable al salir de los cánones establecidos, tenga que ser castigada por lo que es. Ya sé que muchos me dirán que hay otros casos literarios en los que esto pasa, sin ir más lejos La Regenta de Clarín es un claro ejemplo, pero habría estado bien esa vuelta de tuerca. Aunque la puesta en escena, en este caso, es impecable y se respira la profesionalidad en cada paso del cuerpo de baile.
Todas las interpretaciones presentan perfeccionismo y maestría. Llegados a este punto me gustaría hablar del trabajo de los solistas y de los restantes bailarines que dan vida a este montaje pero me ha sido imposible encontrar sus nombres. No estaban visibles en el programa, en el cartel, en la página web del teatro o en la del ballet propiamente dicho. Esto es un hecho imperdonable porque todo aquel que realiza un trabajo, sea de la índole que sea, debe ser reconocido y no borrado a ojos del tiempo. Así que solo puedo enumerar unos cuantos nombres que he encontrado vía redes sociales y darles las gracias por dejarse la piel en cada taconeo o giro de abanico.
Espero que, en poco tiempo, esto se solucione y se deje claro quién es quién. Antes dejo constancia de que Anable Mojarro, Cristian Fernández, Álvaro Motos y Soledad Gómez son parte del alma de esta Carmen y artistas a los que hay que seguir la pista en futuras piezas.
En cuanto a los aspectos técnicos, destaca el vestuario abarcando desde trajes de faralaes hasta indumentaria propia del bandolero. Todo ello escogido al detalle y con gran trabajo. En paralelo, la iluminación se puede ver descrita con las mismas palabras. Resaltando el momento de la llegada al hogar bandolero y la gracia que tienen al proyectarse las sombras en las paredes del edificio de Feduchi y Eced de época y estilo muy distintos al que trata esta creación.
En cambio se echa de menos la aparición de algún elemento escenográfico más allá de alguna silla o las rejas de la cárcel. Quizá, aprovechando la presencia de una gran pantalla detrás, sería positivo hacer uso de proyecciones que den más movimiento a esta historia.
En esta ocasión tampoco puedo nombrar a los artífices de estas cuestiones, también artísticas, por la falta de datos de la que hablaba anteriormente.
Dicho esto, Carmen es una gran opción para disfrutar de un buen trabajo de danza en un marco espectacular hasta 19 de septiembre.
La obra se desarrolla en Sevilla hacia el año 1830, protagonizada por una bella gitana de temperamento fiero. La historia de Carmen y Don José, un soldado inexperto que por amor se amotina contra sus superiores y termina en una banda de contrabandistas, está marcada por el amor libre e indomable de su protagonista y los celos que impulsan a Don José a cometer el asesinato de Carmen.
Más teatro