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FEDERICO

Desde las butacas en las que estamos a punto de comenzar la función de Una noche sin luna, pienso en el día que te conocí.

El 11 de enero de 2019, teníamos la rueda de prensa de otra obra de Lorca que se estrenaba en el Teatro Español. Al entrar en la sala, dos hombres (por ser periodistas estaban allí) me enfilaron con dos frases: qué guapa vienes hoy y qué sonrisa tan bonita llevas puesta. Me senté en una silla cercana, como si no hubiera oído nada, y ellos se enfadaron ante este gesto de desgana. Así que, siguieron dialogando como si el mundo fuera suyo. Anda, ya no se le puede decir nada a una mujer. No aceptan ni un piropo. Y la conversación subió de nivel retrógrado. El otro día, un hombre salió de la cárcel porque resultó que la denuncia que había hecho su mujer por maltrato era falsa. Mi mujer me hace eso y al día siguiente está en el cementerio.

En el cementerio. Enterrada. Muerta. Asesinada. Sin vida y sin recuerdo. Sin voz.

Tú te giraste y me hiciste un gesto de ayuda. Perdona, perdona que tengas que aguantar todos los días cosas como esta que acaba de pasar. Me llamo José Antonio. Hola, yo soy Amanda. Desde entonces, nos guardamos el asiento para seguir uniendo fuerzas.

Juan Diego Botto ya está en el escenario. Tú y yo en el patio de butacas. Fila 8. Creo que llegamos con similares expectativas y sabiendo un poco a lo que veníamos, como el resto del público. Hasta que aquello empezó y nos dimos cuenta de que no teníamos ni idea.

Sergio Peris-Mencheta ha dirigido, creo, como nunca hasta ahora para dejarme guiar por la emoción. Juan Diego Botto ha escrito y protagoniza, pienso, como nunca me ha hecho sentir nadie al verle en un escenario. Ellos dos, y todo un equipo que se palpa ha remado a favor, tienen sentido.

Durante Una noche sin luna no paramos de descubrir a Lorca. Cada pocos minutos, un recoveco es mostrado para seguir dialogando con el pasado que también se ha hecho presente. El mapa se va cubriendo de estrellas nuevas que aparecen como recuerdos vivos a 30 de junio de 2021. Y, aunque la primera persona del relato sea constante y el monólogo tenga el mayor foco de atención, van apareciendo otras figuras que bogan. Creo que somos nosotras y nosotros, que estamos construyendo el mar. Sí. De repente, nos reconozco como patria que no calla, que no puede estar más tiempo olvidada en el borde de un rincón oscuro.

Juan Diego Botto termina y se hace el silencio en mi cuerpo. Algunas espectadoras nos hemos observado con las lágrimas asomando y nos hemos hablado con la mirada. Y creo que, si pudiéramos, estaríamos abrazadas hace rato. Apenas me entero de que me dices que nos toca salir del teatro. Es lo último que quiero hacer ahora mismo. Pero salimos. Y me agarro a tu brazo y caminamos en silencio. Un ratito. Y de repente aparece una palabra y luego hay otra que la sigue y, como el hilo que nos une, vamos poniendo ideas y pensamientos en voz alta.

Nos despedimos como podemos. De camino a Ópera, me encuentro a un señor con bastón y sombrero. Va vestido con un traje blanco y tiene unos ojos que me miran hasta que desaparezco en el metro. En el vagón, una chica con pantalones cortos lleva tatuada una calavera con raíces en una pierna. Pero no son raíces que se hunden, sino que quieren salir hacia arriba, sobresalir.

Mando un audio a Lucía, que verá la obra dentro de 3 días. Le digo que siento que somos muy afortunadas por coincidir en el tiempo con lo que acabo de ver y que estoy segura de que, cuando tengamos 90 años, seguiremos hablando de esta obra y de un Juan Diego Botto que suele aparecer en nuestras conversaciones pero que ya se ha instalado completamente en nuestras vidas por este trabajo imborrable en el corazón. Llego a casa conmovida y temblando aún. Ponen en la 2 un documental titulado ‘La memoria homosexual’. Dentro de 3 días, Lucía me va a escribir un mensaje al salir del teatro: Resucita a Lorca. Además, me cuenta que en la función de esa noche, el público fue convocado a la siguiente acción amorosa.

Tenemos que aprender a mantener los recuerdos. Para que no perdamos la memoria, que está llena de palabras que nos acompañan y nos salvan. Somos porque otros nos recuerdan. Porque ayer asesinaron a Samuel. Porque el teatro tiene que servir para algo. Porque lo que pasa dentro tiene que servir para modificar lo de fuera. Porque lo de allí fuera no puede ser una tierra extraña en la que no se pueda convivir, como si nunca la fuéramos a pisar o jamás fuera a enraizar. Que la cultura nos guíe.

Una noche sin luna es una pieza conmovedora y sorprendente que nos habla de Lorca desde una sensibilidad del siglo XXI, como si el propio Federico estuviera hoy aquí entre nosotros. La obra recoge entrevistas, charlas y conferencias de Federico García Lorca, así como fragmentos de sus obras y algunos de sus poemas. A través de estos y de la dramaturgia de Juan Diego Botto, es el propio Lorca quien, en primera persona, nos acerca a su mundo.

Amanda H C

Federico García Lorca

Sergio Peris Mencheta

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