Verdad universal es que todo lo que sale de las manos de Nao d’amores es un regalo lleno de buen teatro y de un trabajo impecable de mucha calidad. Esta vez no iba a ser menos y han vuelto a sorprender al público con una propuesta que recupera el espíritu original del teatro de títeres y de lo que Lorca vio en ellos. Su título es Andanzas de don Cristóbal Polichinela y ya se ha podido ver en el Corral de comedias de Alcalá de Henares y en la Real Academia de España en Roma.
La obra, creada a partir de textos de Federico como Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita o Retabillo de don Cristóbal, es una comedia de enredo en la que la trama gira alrededor de dos de los más importantes cimientos del mundo: el dinero y el amor / sexo. Y dentro de ellos, también se puede leer entre algunas líneas otros como el papel de la mujer en la sociedad y su lucha por la emancipación.
Así, nos encontramos en escena, en esa posada del mundo, a don Cristóbal, un títere cuya profesión es la de galeno y cuyo deseo es el de casarse con alguien a poder ser joven y guapa. De esta manera, llega a conocer a doña Rosita y a su madre. Para conseguir a la primera, no dudará en usar su cachiporra, entre otras artes de dudosa procedencia. Lo que no sabe es que Rosita, con cierta astucia, le engañará. La historia del viejo y la moza que tanto ha aparecido en nuestra literatura pero que, en esta obra de títeres para adultos, da un giro y hace que todo el mundo entienda los mensajes ocultos y que a la vez se ría en muchas y diversas ocasiones.
Además de todo esto, sobre el escenario, aparecen la directora de este mundo de títeres y el poeta, quien nos lleva indudablemente a Lorca y todo su mundo artístico; desde la forma de declamar hasta el vestuario que recuerda aquel mono que era el uniforme de La Barraca, llevado a cabo de forma magnífica por Deborah Macías y Ángeles Marín. A lo largo de esta pieza, se nos regala su duende y ese encanto por Cristobital, a quien llegó a dar vida con sus propias manos probablemente, en su casa familiar en Granada en 1923. Y es que él sabía que la esencia del teatro estaba en ese inicio del mundo del títere que asociamos a la niñez y que, con su espíritu de luz, consiguió recuperar. Precisamente, esa obra maestra es lo que ha rescatado la compañía Nao d’amores, con Ana Zamora en la dirección artística, con su amor al teatro de antaño y su vinculación a una tierra como la segoviana, en la que se desarrolla el Festival Internacional de Títeres (Titirimundi) y en la que hay un museo dedicado al títere.
El equipo actoral, formado por Eduardo Mayo, Irene Serrano e Isabel Zamora, realiza un trabajo excelente también dando vida y dividiéndonos con diversas marionetas llegando, incluso, a simultanearlas en escena con sus propios personajes. Brillantes en todas sus acciones, si hay que poner un “pero” es el efecto sonoro de la voz que se le atribuye a don Cristóbal. En algunos momentos, su distorsión hace difícil entenderlo aunque juega muy a su favor en las risas que lanza al público que se contagian de inmediato. Todo ello se ve acogido dentro de un juego musical dirigido por Alicia Lázaro que recrea un ambiente erótico festivo y que recuerda a Federico y nos hace viajar desde la música tradicional al cuplé sicalíptico.
En cuanto a la parte técnica, destaco la labor de las marionetas realizado por Ricardo Vergne. De una calidad sublime, recuerdan a tiempos pasados, a esas esculturas de la Edad Media que estamos acostumbrados a ver pero con más vida que nunca.
El trabajo de títeres y el espacio escénico de David Faraco y la escenografía de Purple Servicios Creativos también se llevan alabanzas como no podía ser menos, teniendo en cuenta ese teatrillo original que respeta al máximo una de las claves del gremio (que no es otra que no se vea nunca la mano que mueve al personaje para no romper la magia) y que lleva poesía escrita en sus costados. En perfecta sintonía, la iluminación creada por Pedro Yagüe.
Sin duda una obra a la que hay que seguir la pista y con la que deleitarse si vuelve a pasar por Madrid ya que no defrauda ni un solo instante.
¿Fue Federico García Lorca el héroe rescatador de una tradición moribunda, al empeñarse en integrar los títeres de cachiporra en el gran teatro de su tiempo, o más bien el intelectual que acabó con lo poco que quedaba del referente popular, poetizando al más ácrata de nuestros grandes personajes teatrales? En esta dualidad debemos movernos, y este es nuestro punto de partida para encerrarnos en la sala de ensayos e intentar entender lo que el autor propone desde sus textos dedicados al teatro de muñecos. En este año 2021, con motivo de la celebración de suXX Aniversario, Nao d´amores regresan a sus orígenes para adentrarse en una reflexión escénica en torno a este arte milenario, en su empeño por aprender jugando.
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