Era febrero del 2020 y el rodaje de Ilargi Guztiak. Todas las lunas comenzaba en la localidad guipuzcoana de Mutriku. Todo se paró por las circunstancias que todas sabemos y una segunda fase de rodaje fue iniciada el día 1 de junio. Ahora, el segundo largometraje de Igor Legarreta (quien también firma el guión junto a Jon Sagalá) está a punto de ver la luz en nuestros cines desde el próximo 14 de mayo gracias Filmax.
Filmado en euskera y protagonizada por Haizea Carneros, esta película es una historia que comienza con un mito pero que se hace mundana durante su visionado, atendiendo a la importancia de la voz oculta que surge entre las guerras, la inmundicia y los últimos albores de esperanza de unos años convulsos para España (y cuándo no lo son). Y es que esta fábula fantástica sabe y acierta a reflexionar sobre el miedo al dolor y al deseo tan histórico y social de la inmortalidad.
Con el paisaje de la última guerra carlista (1876) de trasfondo, una niña huérfana y herida, inculcada en ideas cristianas, es rescatada por una extraña figura salida de la nada que la salva con un acto tan cálido como un beso y le regala la eternidad. La forma en la que la protagonista se enfrenta al paso del tiempo es una buena propuesta con la que dejar asombrado al espectador y permitirle imaginar unos años de existencia en soledad únicos.
Además, gracias a un juego muy goyesco en escenas cargadas de leyenda, tenebrosidad y ropajes vetustos, este viaje de una oscuridad a otra se revela como un relato histórico, vampiresco y digno de alabanza por su utilidad para hablar de diferentes tipos de fe, pérdidas y esperanzas y, sobre todo, de maternidad (Itziar Ituño) y paternidad (Joxean Bengoetxea). Todo ello marcado por la joven protagonista en la que el paso hacia la adultez tiene también un gran protagonismo existencial, junto al descubrimiento del primer amor (Lier Quesada).
Bajo la afirmación de que no todos los cuentos son para niños (como también enseñase Juanma Bajo Ulloa en Frágil), el director propone hablar con la muerte a través de una condena de inmortalidad y sin ningún miedo a atravesar un diálogo abierto con una herida. “Es un relato romántico, un drama fantástico que reflexiona sobre nuestro deseo de perdurar, de trascender, ese preciado botín que ofrecen la mayor parte de las religiones a cambio de una vida entregada a la fe. Un regalo que parece alejar las sombras de la existencia y busca protegernos del miedo a la muerte”.
Regalaos este largometraje en cines puesto que tanto su sonoridad impecable como la fragilidad visual mostrada en la parte artística la hacen valedora de cualquier mínimo premio y de un visionado con el vivir el mito desde la butaca.
Una niña huérfana, herida de muerte en uno de los bombardeos durante el final de la III Guerra Carlista, es rescatada por una misteriosa mujer que le dará, a cambio de su compañía, el regalo más extraordinario de cuantos se pueden recibir: la inmortalidad.
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