Desde hace unos días, llevo en uno de los bolsillos de mi abrigo una tarjeta que me pregunta si estoy contenta con la vida que llevo y si creo que mi futuro se corresponde con el que merezco, ofreciendo una solución en caso de que mis respuestas fueran un no rotundo. Me la encontré al entrar en los Teatros Luchana y fue allí mismo cuando se me mostró la solución, en una obra controlada por el deseo de un cambio que cualquiera puede necesitar en más de alguna ocasión, bajo el título Los cuerpos desnudos.
El Sr. D es un personaje oscuro pero seductor que se nos presenta como opción interesante para mejorar nuestro camino. Acaso darle un empujoncito a algunos de nuestros objetivos y poder cambiar nuestras vidas de la mejor manera que soñemos. Su compromiso con su trabajo es abrumador y es precisamente ahí donde reside su don, a través del que es capaz de cegar a sus víctimas, impidiéndoles ver el alto precio que tendrán que pagar por aquello que anhelan alcanzar.
Bajo la dirección de Víctor Páez, el texto de Antonio eMe serpentea en la sala 1 para poner precio al éxito y acaso significado y conexión con el amor y el arte. La victoria, que hacia tantos extremos temporales puede estirarse, tiene tantas perspectivas como capacidad tengamos para poner en valor lo que nos da sentido cada día. Así es como descubrimos esta historia, desde los ojos de Martha, cansada de esperar y de llegar tarde a su propio destino. Ella da el primer paso pero, ¿quién no lo daría?
La compañía Opción Teatral ha vuelto a maquinar una pieza a la que engancharse desde el principio gracias a un juego astuto y provocador con tan solo 3 actores en escena. Frente a un díptico que ofrece un ambiente familiar y acogedor con la pareja formada por Naím Thomas y Zoraida Ballesteros, aparece uno sombrío pero elegante, dominado por Fran Abellán, a quien el escenario se le queda pequeño interpretando al ese Sr. D, debido a su impecable y esmerado trabajo por encarnar a una figura que se toma su tiempo para deleitar no solo al resto de personajes sino también al patio de butacas.
Cuando termino de escribir sobre Los cuerpos desnudos vuelvo a leer la tarjeta de visita. Su mensaje tiene todo lo que podría esperarse para hacer un buen trato, tan bueno, en principio, como el tiempo transcurrido durante la obra, la cual ha hecho saltar los límites de cualquier primera impresión y ha aprovechado un buen argumento para acertar con las preguntas y las respuestas a nuestro alcance.
A Martha se le hace tarde para llevar la vida que le hubiera gustado llevar. Tarde para que el talento de Joaquim, su marido, sea reconocido y les ayude a vivir con dignidad. Tarde para seguir sintiéndose hermosa y deseada. Tarde para esconderse. Tarde para todo. Tarde. Hasta el día en el que conoce al enigmático Sr. D. y descubre que el tiempo, tal vez, no tenga ningún sentido, y que hay personas que sólo con su manera de ser, son capaces de cambiarnos el futuro. Pero todo en esta vida está lleno de interrogantes.
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