Con la sinceridad de los suicidas, te he escrito cuatro letras que leerás algún día, comienza una canción de Sidecars para curar Todos mis males. Con la sinceridad de los suicidas, te digo la verdad aunque tú no me lo pidas. Con similar franqueza, el Centro Dramático Nacional acoge Héroes en diciembre, una obra que da voz a aquellas personas que han intentado quitarse la vida. Hasta el 14 de marzo, la Sala Francisco Nieva del Teatro Valle-Inclán se inunda de un aliento vital en el que nos veremos reconocidos: la necesidad de hablar sobre todo lo que está ahí y no alcanzamos a saber nombrar.
Berta quiere conseguir que algo le ponga la piel de gallina. Se ha clavado un cuchillo en la barriga y se encuentra en un espacio que navega entre lo onírico – un paisaje mental del que no se sabe salir – y lo periférico, con tintes de sanatorio y de salto al vacío. En la Fundación Habitando que ha creado el proyecto Revivir, cuatro personajes se encuentran en un programa de repoblación de núcleos rurales en alto riesgo de abandono. Cuatro personas suicidas en plena reinserción social en la que las instrucciones son: No llorar, no hablar de muerte y no insultar. Y cuando el silencio les aplasta, empieza la verdadera terapia. Mónica Lamberti, Helena Lanza, Marta Matute y Rodrigo Saénz de Heredia son las personas que ponen el foco de atención sobre estos personajes en la misma fase de recuperación y rehabilitación, alumbrando sus causas, los problemas que arrastran y las posible soluciones, además de llamar la atención sobre lo que no funciona en nuestro sistema sociosanitario.
El texto, ganador del Premio de Teatro para Autores Noveles «Calderón de la Barca» 2019, firmado y dirigido por Eva Mira resulta toda una bofetada cargada de amor y de impulso. Su atrevimiento a bucear sobre todas estas cuestiones quizás tenga que ver con lo que entiende por dirigir; escribir la obra por segunda vez. De esta manera, al igual que ella se vuelve a mirar en sus palabras, así los personajes apelan al patio de butacas, anestesiado como sociedad, por la incapacidad de hacer latir las palabras en un diálogo abierto, y abrumado por la cultura del pensamiento positivo, en la que se nos exige estar constantemente presente en todos lados y a cualquier nivel como sinónimo de novedad.
En una cuenta atrás de tres meses para resucitar una tierra muy lejos de relatos cotidianos y en la que el diálogo está extraviado, este relato se enmarca en la teoría política La Ventana de Overton por la que, como explica un personaje, se establece una brecha entre los temas que interesan, y que hay que tratar, y los que no, que se quedan irremediablemente fuera.
La fantasía sobre la posibilidad de desaparecer, el significado de la heroicidad o la cuestión básica sobre qué es vivir son la base de una obra enmarcada en el espacio vacío de una piscina creada por Monica Boromello que sirve de continente a una historia llena de peligros y de diferentes alturas desde las que lanzarse. Mano a mano, destacan también los trabajos de David Picazo en iluminación, José Pablo Polo con música palpitante y Paola de Diego en un vestuario que se disfruta a rabiar en el juego escénico planteado. Porque, aunque la parte más audiovisual falle y no aporte contexto (ni visibilidad, puesto que los vídeos en directo proyectados no se alcanzan a ver bien y parecen distraer), el espacio y la temporalidad creados en conjunto sumergen a espectadoras y espectadores en un interesante abismo.
“Esto no es una obra sobre el suicidio pero sí un intento de entablar diálogo con los suicidas, sin encubrir y sin imponer eufemismos a quienes han experimentado ese salto hacia el otro lado. Héroes en diciembre es el último intento de quien ha intentado quitarse la vida por recuperar la vida con mayúsculas, y no un sucedáneo de la misma”. Es parte de la nota que ha dejado Mir para introducir esta pieza que no es ninguna despedida, como podría suponerse, sino un comienzo, una bienvenida hacia una nueva voluntad de supervivencia.
We can be heroes, just for one day… Sin artificios y a partir de experiencias cercanas y reales acompañadas de datos que estremecen (el suicidio es la principal causa de muerte no natural en España), en Héroes en diciembre, las palabras y el hecho de ponerlas en la superficie juegan un papel importante con un mensaje sencillo y potente. Tenemos que hablar. Hablemos. Hagámoslo. Del suicidio y de todo lo que haga falta. El teatro, y esta función en particular, configura una invitación fiel a la función de nuestro lenguaje, a la expresión básica que necesitamos como seres humanos en sociedad y a la ayuda que todas y todos necesitamos alguna vez. Mírame y hablemos. Tenemos que hablar.
Simon Critchley dice en Apuntes sobre el suicidio que quizá, lo más cerca que podamos estar de la muerte es escribiendo, en el sentido de que escribir es ausentarse de la vida, un abandono provisional del mundo y de nuestras nimias tribulaciones para intentar ver las cosas con mayor claridad. Tal vez por ello, cuando los suicidas acceden a un programa de repoblación rural a modo de terapia grupal, las rutinas y actividades programadas hacen ver a Berta que sobrevivir no puede devolverle las ganas de vivir. El suicidio silenciado de Khalid dentro del periodo del programa, la rebelión de Berta y la llegada de la última trabajadora social, con intereses ocultos, ponen en cuestionamiento los pilares sobre los que se sustenta el proyecto y cada uno de sus habitantes.