Muchas veces me pregunto la razón o razones por las que asisto al teatro. Actualmente, he llegado a la firme conclusión de que lo hago por salud mental y considero que es una razón tan personal que hasta aquí puede llegar mi explicación. Función tras función, semanalmente puedo viajar a tantos escenarios como historias o personajes se me presenten. Todo esto lo pensaba el pasado sábado cuando ocupaba una butaca en El Umbral de Primavera y volvía a sumergirme en una obra que hace algunos años me impactó bastante.
Locas celebra 10 años, más de 300 funciones, 9 temporadas en Madrid y 17 versiones internacionales. Gregoria y Martirio siguen esperando en la sala de espera de un psiquiatra y sus vidas se encuentran alojadas en una pausa temporal que absorbe toda nuestra atención. Minutos antes, una pequeña introducción nos ofrece el panorama sobre la investigación de la mente a lo largo de varios siglos, en los que fueron muchos los que estudiaron el origen y el tratamiento de esta enfermedad esquiva e históricamente contradictoria. La locura, su origen, su resistencia y su compañera la cordura aparecen poco a poco para tratar de identificar su significado y si acaso hay una línea que las diferencia.
Para indagar más sobre el tema, Maribel Jara y Lucía Esteso realizan un intenso trabajo que conquista por unos diálogos y unas acciones que bien podrían entenderse como terapéuticas en escena. Porque esta obra no es solamente una exposición de hechos o un campo de supervivencia sino que se convierte en un espacio seguro para dialogar sobre salud y enfermedad mental y esto es un acierto a la vez que un regalo. Tanto aún por saber identificar y tratar, la música de José Francisco Giménez acompaña en esta historia para respirar en los momentos oportunos.
José Pascual Abellán asume la autoría y dirección de un texto en el que se pregunta sobre nuestro sitio en el mapa, en el lado de la línea en la que nos encontramos o podríamos encontrarnos. Desde un inicio a oscuras, nos va guiando a través de las vivencias de dos protagonistas que, además de ir mostrando los pequeños desórdenes de sus vidas, también transmiten reflexiones sobre qué valoramos como éxito o los síntomas de un problema sobre el que se necesita gritar ayuda. Además, hay un desarrollo excepcional sobre la forma en la que las mujeres hablan entre ellas o su relación doméstica con su familia o su trabajo. Me gusta mucho el detalle de saber que a pesar de que ambos personajes puedan parecen estereotipos fáciles de digerir – una ejecutiva con altas responsabilidades repartidas entre reuniones y papeles y un ama de casa con un tiempo infinito que dedicar a su marido y a sus dos hijos –, nos enseñan un trato sencillo, directo y muy identificador de la manera en la que nos solemos tratar entre nosotras. Su complicidad resulta liberadora, en paralelo a las preguntas que arroja un final en el que las máscaras caen para enseñarnos una cruda realidad que aún está por mejorar.
Jennifer tiene 4 empresas y una vida envidiable, un marido, un amante y un apartamento en Lloret. Marta está casada con un marido al que ve, con suerte, un día a la semana, dos hijos a los que ve en la hora de la comida, una amiga que presume en sus narices de ser feliz y una tele donde no para de ver “El diario de Patricia”. Muchas diferencias y algo en común: las dos están a un lado o al otro de la línea, la línea que separa lo que es de lo que no es…la locura de la cordura. Y es tan fácil estar a un lado o al otro… “Locas” o de cómo el ser humano tiene la imperiosa necesidad de inventarse personajes para sobrevivir en la realidad.
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