El rescate de obras que se quedaron a medias o sin estrenar la pasada temporada, y que ha venido de la mano de la reciente reapertura de los teatros, es una de las pocas alegrías que nos estamos llevando este fatídico año. Con un principio cauteloso, pues aún no se ha anunciado una programación estándar, El Pavón Teatro Kamikaze ha vuelto a abrir su sala grande el pasado mes de agosto para recibir, espero que ahora sin interrupciones pandémicas, una traducción y adaptación de ‘Traición’, a cargo de Pablo Remón y dirigida por Israel Elejalde.
Hasta el 4 de octubre, esta historia de amor, encerrada en una triple trama, es un recorrido rebobinado de algo tan clásico como un matrimonio y un amante. Sin embargo, a punto de estallar, lo que hay en La Sala es una tensión dibujada en la que los celos atacan pero se ahogan con alcohol y la cotidianeidad unida a las convenciones sociales aplasta cualquier intento de rebeldía.
Emma, Robert y Jerry parecen tener su vida resuelta en dos matrimonios que les unen más de lo que piensan. Sus direcciones parecen claras, cada uno desde su propio foco y micrófono, aunque la terrible odisea va por dentro. Lo que se dice no es lo que palpita y el rol desempeñado en el salón de una casa es diferente en el de otra. Irene Arcos, Raúl Arévalo y Miki Esparbé son, precisamente, las historias dentro del salón; relatos saboteados por ellos mismos, vidas desordenadas y entrecruzadas en diferentes paisajes y minutos oscuros desde el final de la pieza. En especial, Arévalo hipnotiza. Es el actor en el que mejor se lee esta propuesta y el personaje que más se empapa de aquello que, como público, estamos imaginando constantemente. Su trabajo me parece un regalo tanto para sus compañeros como para el patio de butacas.
La música en directo de la pianista Lucía Rey, con piezas de Bach o Procol Harem, entre otros, pareciera otro personaje instalado en cualquiera de las habitaciones que recorren los nueve años de la Inglaterra de los años setenta. En conjunción, la escenografía de Mónica Boromello y el vestuario de Sandra Espinosa ponen el acento en encuadrar 9 escenas de manera elegante y sutil, con una gama cromática lista para plasmar lo que nunca se va a decir y con unos colores tan en consonancia con esta versión que incluso un dedo índice de Esparbé iba a juego en la tonalidad por su pequeño moratón. (A saber qué puerta o qué cajón ayudó en el proceso).
Si una de las mejores cosas que tiene Pinter son las preguntas que provoca, lo mejor de Elejalde aquí es que haberlas cazado y hacerlas aullar con lujuria muda. Porque así asistimos a la representación de esta obra; a gritos en el neón y a silencios en los personajes. Los duelos, rebatidos con miradas que dicen más que las palabras ebrias, están servidos de manera exquisita para que suene la alarma ante la debilidad y la búsqueda de un otro que está de frente constantemente.
Traición, producción de Buxman Producciones para El Pavón Teatro Kamikaze, se completa con el trabajo de Paloma Parra en diseño de iluminación y Sandra Vicente en diseño sonoro y música.
La historia de un triángulo amoroso. Emma mantiene una relación con Jerry, que es el mejor amigo de Robert, su marido. Una aparente historia de amor que es en realidad una pelea por la represión de los deseos ocultos. Una descripción crítica y feroz de esa clase intelectual que se cree a salvo de las pasiones más bajas. Traición es probablemente la obra más clásica de Harold Pinter, la más alejada de algunos de los rasgos que tanto molestan a sus detractores si no fuera porque el autor decide contarla al revés.
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