Yerma a la Guindalera o la mejor de las despedidas

Lorca dejó claro que una sociedad sin teatro, sin apoyo al mismo, no es una sociedad. No es grupo, no es consciencia, no es nada. Es algo muerto y nada más.

Por eso, en estos momentos, estaría triste sabiendo que ha vuelto a ocurrir. Que otro zarpazo ha destruido otra parte del teatro “made in Madrid” que ha respirado y sentido durante 16 años.

Y teniendo claro esto, desde ese espacio herido se le ha hecho un homenaje. Este no es otro que Yerma 2019, versión de esta tragedia universal que se puede ver en las tablas del Espacio Guindalera hasta el próximo 22 de diciembre. La última obra que se representa bajo su techo y el último grito contra la cotidianidad y la falta de sentimientos que hoy en día vivimos.

La historia que cuenta Yerma es bien conocida; una mujer casada que no tiene hijos y una sociedad que juzga y martiriza por este hecho. Mientras que ella, como mujer y persona, siente que todo el mundo le da la espalda, incluido su propio marido.

Estos ingredientes son la base que ha recogido la Compañía Guindalera para dar su propia voz con una vuelta de tuerca más. Así, respetando la versión original, presentan a una Yerma que es reflejo del ayer pero que busca desde esa posición que nuestra sociedad aprenda de sus errores y sepa encontrar una solución. Su vida, en un pasado no tan remoto, fue incompleta sin sus hijos. Era lo que le habían hecho creer pero, hoy en día, algunas mentes ancladas en ese pasado siguen criticando la falta de descendencia como un fallo en la mujer. Siempre es ella la culpable y no se respeta, aunque se quiera enseñar a la gente que sí, que alguien opte por no tener descendencia y vivir su vida.

Y esto es lo que grita Yerma en 2019 para convertirse en una heroína lorquiana con más presencia y actualidad que otras de este creador de palabras, como es el caso de la “novia” en Bodas de Sangre.

En esta ocasión, seis actores encarnan con gran maestría y saber hacer a todos los personajes de la obra. Todo encaja a la perfección en una puesta en escena, diseñada por Juan Pastor (quien, también es el director y el que ha versionado la pieza), que forma una espectacular base para ello.

De todo ello se debe destacar el trabajo que realiza sobre las tablas María Pastor para dar vida a Yerma. Impresiona ver en escena los cambios de registro tan bien interpretados a lo largo de la obra. Aunque todo lo demás está realizado con mucha calidad. Y es que José Carrasco como Juan, Raúl Fernández como Víctor, Marina Andina como la vieja y Dolores, Alicia González como María y Raquel Pardos como muchacha brillan con luz propia en cada una de sus escenas. Y es que dedicación y amor por el teatro es lo que se respira en cada una de sus interpretaciones.

Como es tónica general en el mundo lorquiano, no faltó la música y las canciones que en esta ocasión son llevadas a cabo por Pedro Ojesto. Estas sitúa y hacen que el espectador entre en escena sintiéndose, por ejemplo, un miembro más de la romería o un bailarín en una danza con máscaras (una de las situaciones mejor resueltas en este montaje).

En cuanto al vestuario de la mano de Teresa Valentín-Gamazo, la iluminación realizada por Sergio Balsera y la escenografía son de corte simple pero efectivo. En ocasiones, una simple silla habla más que 10 decorados. Y es que la esencia de Yerma es eso: vacío en el interior, lugar arrebatado por otros.

Sin duda es la mejor despedida que un espacio como este puede dar a un pueblo que, a veces, vuelve la espalda a su cultura, a sus sentimientos y a sus sueños.