El Teatro de La Abadía acoge la obra A.K.A. (also known as), un montaje que expone varias preguntas sobre la identidad de un adolescente en su día a día, a la vez que arroja otras cuestiones que nos afectan directamente como individuos sumergidos en una sociedad que constantemente siente la necesidad de criticar o valorar con el juicio más feroz: ¿somos los que los demás ven?, ¿lo que quieren ver?, ¿lo que mostramos?, ¿lo que ocultamos?, ¿lo que emerge cuando estamos solos?
Del 6 al 17 de noviembre, la Sala José Luis Alonso se convierte en un espacio íntimo y personal en el que el monólogo interpretado por el joven actor Albert Salazar ayuda a comprender y a entablar relación directa con varias temáticas universales que escuecen en nuestra razón y en nuestro corazón desde que comienza su presentación física y emocional: “Carlos, me llamo Carlos. Tengo 15 años, o 16. Voy al cole, me aburro, salgo con los colegas al parque, bailo hip-hop… y un día conozco a Claudia y… magia.”
Estrenada el 9 de febrero del 2018 en L´Atlantida de Vic, oficialmente el 16 de marzo en la Sala Flyhard y reestrenada en el Teatre Lliure el 14 de diciembre, varios puntos de Cataluña ya han vivido de cerca la historia de (Juan) Carlos, quien también ha pasado por el Festival Internacional Outono de Teatro (FIOT). Tras abandonar la capital, este montaje prosigue su gira nacional en Palma de Mallorca, Málaga, Alicante, Logroño, Murcia y Valladolid, entre otras ciudades, hasta el 2020 incluido.
Los premios obtenidos por este montaje lo avalan como fenómeno teatral difícil de parar: 4 Premios Butaca – espectáculo de pequeño formato, texto, dirección y actor –, 2 Premios Max – autoría revelación y actor protagonista –, Premio BBVA, Premio de la Crítica Barcelona al Mejor Actor, 3 Premios Teatro de BCN – texto, dirección y actor – y Premio del público MIT en la XXXV Mostra Internacional de de Teatro de Rivadavia.
Algunos temas como la xenofobia, el racismo, las relaciones de amistad y del primer amor, la relación social a través de las redes sociales y los diferentes prejuicios son puestos en escena bajo la dirección de Montse Rodríguez Clusella a partir del texto de Daniel J. Meyer, con quien hemos estado charlando para conocer más de cerca esta obra que escribió en una noche y que ahora dialoga con un público mirándole directamente a los ojos con un protagonista que busca sus raíces.
¿Cómo se presenta este único personaje en escena?
Carlos baila en un ambiente íntimo y privado y el baile le sirve para expulsar y olvidar sus problemas y para crear el contraste de decir en voz alta que él está bien. El público es su compañero en escena y depende mucho de la energía que lleven los espectadores en cada función.
¿Hay algo que os haya resultado difícil de ensayar o de mostrar en esta obra?
Albert ha estado 6 meses preparándose para aprender a bailar hip-hop. La parte interpretativa más difícil es hacer muchos personajes a la vez. Además, su historia la cuenta desde los 22-25 años pero todo el tiempo vuelve a sus 15, por lo que está cambiando física y emocionalmente, en un ritmo que no para.
Los temas que se tratan, ¿dan miedo o hay necesidad de hablarlos más?
Son temas que están en la sociedad. Creo que la gente que tiene un discurso xenófobo u homófobo, por ejemplo, es gente llena de miedo. Y ese miedo impide que se relacionen con los demás y eso es algo que a mí no me interesa.
Entre tantas etiquetas que nos empeñamos en poner actualmente a todo, ¿qué etiqueta tiene para ti el teatro que se hace actualmente?
En general, es muy difícil etiquetar. Creo que lo dividiría en tres; un grueso destinado al entretenimiento y al show, muy importante para mí porque también trabajo en este apartado, otro poco comprometido y poco político, que no me llama la atención, y otro muy underground, experimental y potente, que me interesa mucho.
¿Los problemas sociales también son responsabilidad del teatro?
Posiblemente, sí, aunque no la única. Deberíamos preguntarnos qué obligación tenemos las personas que nos dedicamos a la cultura: ¿hacer reflexionar, entretener, emocionar, sacudir a la sociedad…? Sí, tenemos todas porque construimos debate y pensamiento. O creo que tendría que ser así.
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