Hace tiempo que el concepto de “cuarta pared” está pasado de moda. Grandes autores como Buero Vallejo teorizaron sobre ella y rompieron su dimensión. El espectador deja su papel de observador para formar parte de lo que sobre el escenario está pasando.
Un paso más allá en estas cuestiones han avanzado los componentes de La Caja Lista, dirigida por Javier Posadas (también guionista de los montajes y actor en los mismos), para traer a Madrid un teatro interactivo en el que el público es una ficha más. No hay butacas, hay participación en todos sus espectáculos.
En esta ocasión, dentro de su programación habitual, nos presentan El sótano del psiquiátrico, una pieza en la que los participantes acuden a la llamada del Duque de Sotogrande para realizar una investigación a causa de la desaparición de su hermano en un pabellón de dicha institución. Para ello, deben hacerse pasar por enfermos e interactuar con las personas que están internas allí. Una vez que se cruza el umbral, comienza un juego en el que, como suele ocurrir, nada es lo que parece y los giros inesperados de la trama están a la orden del día.
La historia presenta una estructura en la que se entremezclan escenas teatrales por parte de los actores y otros espacios en los que el público es el protagonista; debe subir al escenario y actuar. Sin esa parte la obra no estaría completa. En este punto es donde se encuentra la originalidad del montaje puesto que el argumento de la misma es un clásico visto en otros formatos y de otras formas. Solo hace falta echar un vistazo a obras como ‘Shutter Island’, de Dennis Lehane.
El elenco actoral, puesto que la obra es coral, que forma el espíritu del proyecto (ya que también dan vida a otras obras de La Caja Lista) destaca por su buen hacer, cercanía y recursos. No es fácil mantener el papel cuando más de 20 personas invaden el espacio natural del actor y te preguntan varias veces lo mismo para saber cuál es el misterio al que se enfrentan. También demuestran su buen hacer en los momentos teatrales clásicos donde hay algunos personajes que brillan con luz propia. Ellos son: Víctor Linuesa, Alberto Campón, Alfonso Luque, María Sánchez y Adrián Martín.
En cuanto a la escenografía y el vestuario, se debe decir que la acción comienza desde el minuto uno en la recepción del teatro, todo un acierto, y continua en un espacio inferior ambientado en relación a la trama. Sí que es cierto que, aunque correcto, necesita una mayor intervención para hacer más real la experiencia. Igual ocurre con el vestuario, bastante recreado con pijamas y uniformes de celadores, pero necesitado de una vuelta de tuerca de cara al espectador. No se observa lo mismo en el juego de luces que es el correcto y ayuda a situarse en escena.
Una experiencia recomendable y de calidad que permite vivir el teatro de otra manera. 75 minutos en los que tú eres el protagonista y en los que te lo vas a pasar de miedo. Eso sí, si no eres demasiado tímido como para lanzarte a la aventura. Quizá la figura de un detective más profesional dentro del grupo que hiciera las funciones de guía en todo ello haría la inversión más completa.
Una buena opción para sacudirse el polvo de la rutina y dejar que los demás piensen y hagan por nosotros de una vez por todas.
Un familiar de un Duque muere repentinamente en un psiquiátrico sin ninguna explicación. Este propone a un grupo de investigadores privados (el público) que ingresen en el centro psiquiátrico fingiendo una enfermedad mental e investiguen desde dentro la muerte de su familiar.
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