Bárbara e Irene. La herida, el diálogo y el arte de todo lo posible sobre un escenario están servidos. Irene y Bárbara son la prueba fehaciente. Pero también lo han sido Audrey y Marina en la versión francesa del mismo autor y director.
Después de La clausura del amor y Ensayo en El Pavón Teatro Kamikaze, Pascal Rambert escribe, por primera vez, para cuatro cuerpos y dos personajes femeninos; dos actrices españolas, Bárbara Lennie e Irene Escolar y dos actrices francesas, Audrey Bonnet y Marina Hands. La misma historia ya se ha mostrado en París y aterriza en Madrid compartida, implacable y llena de deliciosos trabalenguas, tras su estreno absoluto en el Teatro Central de Sevilla el 14 de diciembre del pasado año.
Hermanas (Bárbara e Irene) tiene un texto – traducido y adaptado por Coto Adánez – mordaz, inteligente, limpio para unir conflictos extremos y desbaratarlos. En este montaje no se está a salvo en la escena, sino en las palabras. Las mismas que dan vértigo son las equivalentes a la valentía de expresarlas. Ambas hermanas no tienen reparo en disparar. Ambas actrices asaltan una misma guerra en bandos unidos por un mismo vientre; su herida.
“He escrito Hermanas teniendo al mismo tiempo frente a mis ojos las voces y los cuerpos de actrices españolas y francesas. Aunque fueran solo dos hermanas, eran cuatro cuerpos y cuatro voces los que nutrían mi escritura”, afirma el autor. Por ello, no es de extrañar que los muros levantados no paren de crecer, de retorcerse y de sorprender. De llegar a límites que no creíamos que estuvieran ahí.
Por suerte, las palabras escritas por Rambert no han sido creadas para decir desde un altar sino de frente a frente. De corazón a corazón, sabiendo que odio y amor pululan por la misma habitación.
¿Sabes de dónde vengo?
El duelo se desliga en dos; el diálogo abrupto que reconcome igual que el dolor interno. El duelo verbal y el intestinal. La versión más corta e hiriente ataja desde las tripas y se pone en el escenario de manera monumental en un juego visual que pronto el espectador agradece porque pareciera que las piezas se coloquen. Aún no es así.
A las puertas del abismo, en la mayoría de las ocasiones, y a las de un jardín de infancia en otras, la vida de estas hermanas, de los que les rodean y con aspectos sociales nada fingidos van saliendo a la luz. Todo convertido en tragedia. Todo bajo un laberinto lingüístico cuya salida y entrada es el mismo origen. “Hermanas trata de cómo el lenguaje nos da la posibilidad de expresarnos y condenarnos al mismo tiempo, de cómo usamos el lenguaje y cómo este nos usa a nosotros”, remata Rambert.
Una historia dura, un inmenso conflicto entre dos hermanas. Un momento de reproche y de amor. Algo para toda la vida entre dos seres salidos del mismo cuerpo pero profundamente dispares. Unidos. Y, sin embargo, opuestos.
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